La guerra fue un detonador para que surgiera el Cabichuí
Entrevista con el arquitecto e
investigador paraguayo Jorge Rubiani.
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– ¿Para qué servía el Cabichuí?
– El Cabichuí no solamente sirvió para satirizar al enemigo sino que en ese proceso va implícito un intento de demostrar al joven paraguayo que el enemigo no era de consideración, que no era temible pero también había la intención de enaltecer el propio valor y sobreestimar la capacidad del soldado paraguayo. En relación a lo más profundo, a lo que antecede con mayor profundidad (históricamente hablando) a este sistema de comunicación, hay como una actitud del paraguayo de burlarse de su propia desgracia. El Paraguay, desde 1547 (la conquista del Paraguay), cae inmerso en lo que se llamó la larga siesta colonial asuncena, en la que prácticamente llegaron solo cuatro expediciones importantes (entre las que se incluía la del tercer Adelantado, el señor Sanabria, que ni siquiera ‘llega a llegar’ porque muere antes de salir de España). Comienza una cultura mestiza (no solamente una población mestiza sino también una cultura mestiza), porque en ese abandono de la ciudad carecemos de referentes literarios, no hay ‘cultura’, entre comillas.
– ¿Abandono de la ciudad?
– Abandono en cuanto a interés estratégico de España como fundamento de la llegada al Perú. Lo que sucede en 1547 es que los paraguayos verifican que el Perú estaba conquistado, que ya había sido conquistado por el norte. Todo lo anterior era para llegar al Perú y en eso, como te digo, se empeñaron ingentes sacrificios, al punto que el Río de la Plata, como todo el sistema de nomenclatura colonial, indica camino que lleva a la plata, el Río de la Plata, con este camino llegamos a la plata. Eso fue desde los inicios, desde Gaboto, quien se entera que ése era el camino para llegar al Perú y que en el norte había unas sierras cubiertas de oro, etcétera, etcétera.
Toda la nomenclatura, todo el sueño, todo el ideal que siguió esta gente y que movilizó también a España, para enviar la expedición más importante que recuerde la historia de la colonización en América: la de Pedro de Mendoza. Una expedición de 17 embarcaciones, 2000 personas (donde, si bien es cierto había soldados, también había carpinteros, herreros, intelectuales, periodistas, los cronistas de entonces). Se empeñó mucho en esta expedición, que resultó un fiasco porque el mismo Mendoza estuvo infectado de sífilis ya desde España y muy poco pudo hacer aquí. Aparte de una serie de situaciones desastrosas. Es decir, la inquina que se producía en un Estado a instalarse en América pero que ya en el derrotero hacia América demostró sus enormes contradicciones, las comunes envidias, versiones que socavaran el prestigio de algunos en beneficio del prestigio de otros –fue el caso de Ayolas. Solamente para señalar un detalle, todos eran relativamente muy jóvenes: 25, 26 años.
– Todo esto fue construyendo una suerte de cultura para el Paraguay, también.
– Todo esto construyó una cultura. Primero del aislamiento, de la mediterraneidad que, en ese momento, no era solamente lejanía de las costas de mar o del origen, sino lejanía de cuanto adelanto pudiera existir en el mundo exterior, aislamiento en cuanto a las evoluciones propias de la humanidad, a las pretensiones culturales y cosas por el estilo. Es más, produce hasta si se quiere una moda distinta, un híbrido entre el desnudo indígena y las pretenciosas ropas españolas de entonces –se puede ver en los grabados-. Entonces, creo que, anterior al Cabichuí, existió una actitud sarcástica del paraguayo sobre su propio destino, sobre su propia suerte, sobre su propio rol en el mundo.
El Cabichuí no solamente fue un instrumento para los dos sentidos que se señalan –el de enaltecer la propia fuerza como el de menoscabar la del enemigo– sino que, además, fue la posibilidad de hacer una lectura rápida, gráfica, contundente. En el gráfico, por lo visto, se podían permitir incluso ciertos desplantes que en la literatura no podían. Esas actitudes que hoy llamaríamos ‘groseras’ o ‘muy agresivas’ se pueden hacer gráficamente pero ¿cómo voy a hablar de algo que todavía era sagrado para mucha gente en la literatura seria, cómo hablar de culo y de actitudes afeminadas sino mostrándolas en gráfico? Y ahí es donde parece ser que el gráfico se convierte en un instrumento de mucha mayor efectividad.
No es agresividad el término, sino uno más específico para el propósito político que seguía el Cabichuí y los otros medios: llegar incluso a aquella gente que, en la penumbra del combate, no podía seguir una lectura. Hay muchas cosas que no tenemos en cuenta: por ejemplo, no tenían luz, y un gráfico se puede interpretar incluso en la penumbra (no era una lectura a seguir con un determinado orden). Creo que el gráfico del Cabichuí es, fundamentalmente, una forma de expresión paraguaya que, con la enseñanza de dibujantes –tal vez hubieron otros dibujantes antes, pero con la enseñanza de un tipo como Alessandro Ravizza (quien enseñó el mecanismo de introducir el dibujo en la impresión, cosa que todavía no existía)- tuvo un mayor alcance y, sobre todo, un esplendor mayor en ese momento. No tenían papel, no tenían tinta: había una orden de López de reducir las letras al mínimo, de reducir y recortar los tamaños de las partes para que pudieran hacer la publicación con el poco material que había. Ese grabado permitía su reproducción en miles: lógicamente, era un arma de primera línea, un arma estratégica de gran valor.
– ¿Y cómo se contrapone el hecho del Cabichuí con la tradicional cultura oral paraguaya?
– Bueno, yo creo que ahí también lo gráfico combina con la otra herramienta que era todavía proscrita de los salones de la gran cultura: el idioma guaraní. Empieza a utilizar una lengua de segunda mano, combina lo gráfico con la lengua propia de ellos, de los paraguayos que se sentían plenamente retratados, representados, embanderados con ese tipo de expresiones. Y que, además, expresaba la común actitud y predisposición paraguaya a poner marcantes. Los marcantes fueron traídos por los españoles: Alvar Núñez Cabeza de Vaca, o Alonso de Vera y Aragón El Tupí, o Alonso de Vera y Aragón Cara de Perro. Como eran iguales los nombres, para diferenciarlos a uno le pusieron El Tupí y al otro Cara de Perro.
– El apodo es el marcante.
– El apodo español se convierte en el marcante, de la misma manera que aberramos hoy del purahei jaheo –estilo musical folklórico– como expresión artística musical y, sin embargo, es el cante jondo español lo que de alguna manera se representa. Lo mismo que el london karapé, la gran música europea que, a través de los mirones de las ventanas de los grandes salones, se convierte en la música popular paraguaya. La que llamamos la polka paraguaya es otro ejemplo, polka es un nombre polaco: la poltska. Entonces, de la misma manera, el gráfico ése fue un instrumento de barricada, una poderosa herramienta de comunicación y de expresión. Además, al valor de los gráficos se le añade lo que señalás en tu artículo: se destacaban las prominencias, los defectos, las actitudes de los adversarios.
– ¿Tuvo que ocurrir una guerra para que se desarrollara esta vertiente gráfica del humorismo paraguayo?
– Obviamente, sí. La guerra es un poderoso mecanismo que acelera la ciencia y la tecnología, agudiza ingenios, arrebata a la gente o los aplasta. Evidentemente, fue un detonador. La guerra fue un detonador para que surgiera esto.
Y no sólo eso sino que la guerra, además, fija hábitos. Porque, después de la guerra, aparecen un montón de grafismos, un montón de publicaciones que contienen los mismos elementos que caracterizaban al Cabichuí. Probablemente también provinieran del dibujo satírico argentino, que estaba muy desarrollado. No tenía el Cabichuí, por eso, tal vez, la delicadeza, la elaboración, la agudeza y el ingenio que tenían aquellos productos gráficos argentinos; pero hay que tener en cuenta, también, cuales eran las carencias con las que se materializaban estas publicaciones. Pero a partir de entonces se obtiene excelente material gráfico de la post-guerra, donde se satirizaban las actitudes políticas de los gobernantes, sus ya comunes defecciones entonces e, incluso, había un diario que adquiere la estatura de un pasquín humorístico característico que fue El enano.
– Que fue de la post-guerra.
– Fue de la post-guerra. Y, cuando El enano no salía o cuando estaba proscrito, salía El enanito. Es decir, siempre había un sustituto, un sucedáneo del que no estaba pero, definitivamente, esto es parte de la herencia que deja ya el Cabichuí entonces. Probablemente mucha gente recordaba y mucha gente guardaba los ejemplares del Cabichuí que, además, se distribuían en el frente y llegaban hasta el enemigo. Intencionalmente, desde luego. Porque también era interés de López o del comando paraguayo que llegara al enemigo.
– ¿Qué tirada tenía un ejemplar común y corriente del Cabichuí?
– No sé. No sé si pudieron hacerse tantos como lectores pudiera haber pero, evidentemente, se lo lanzaba como para que se leyera también en grupos. No tenía sentido alguno si cada quien leía lo suyo y se callaba. No, eso también estaba medido como para que pudiese ser leído colectivamente. Probablemente había uno o dos ejemplares por pelotón, de tal forma que la gente lo leyera y que alguien, además, más avezado que otros, explicara a los demás que no llegaban a entender bien todas las implicaciones del trabajo. A veces, algunos ejemplares tenían ciertos códigos que requerían conocer qué había pasado para entender lo que se estaba diciendo. Por ejemplo, la sátira hacia los globos aerostáticos: alguien tenía que haber sabido y haberlos visto; el frente no era uno solo. El frente estaba diseminado en un inmenso territorio en el que, probablemente, no todos tuvieron la experiencia de ver un globo aerostático. Habrán sido unos pocos, los que estaban cerca de Tuyutí. Pero había frentes abiertos en miles de lugares, en distintas partes del territorio de la guerra.
– ¿Cuáles fueron las causas principales de la guerra?
– Yo creo que las causas de la guerra no fueron las que habitualmente consideramos como verdaderas. Aquello de ‘el tirano de López’, ‘la civilización al Paraguay’, etc., no es verdad. Paraguay no estaba incivilizado. No, al menos, más incivilizado que otros territorios argentinos, brasileños o uruguayos. Tampoco López era un tirano más sanguinario que otros que venían con la Alianza y con el porta-estandarte de la civilización. Concretamente, el caso de Flores y muchos generales de la alianza que tenían como hábito degollar a sus enemigos una vez derrotados, una vez prisioneros. De eso, la historia argentina, la que se conoce, recoge muchísimos ejemplos. Entonces, había intereses políticos y hubo la posibilidad de endilgar a López mucha parte de las culpas por su temperamento y, porque normalmente el paraguayo de entonces no había tenido la capacidad de acceder a un nivel general de cultura como lo tenían argentinos, uruguayos y brasileños. Estos últimos incluso tenían academias militares, a diferencia de los paraguayos que apenas hacían la conscripción militar a lo largo de la militancia en los cuarteles, muchas veces muy lejos de cualquier contacto con la civilización en los puestos fronterizos, etc.
Por lo tanto, definitivamente, López no fue causante de la guerra ni tuvo muchas culpas. La guerra era un proyecto que probablemente se hubiese producido sin importar quien estuviera al frente del Gobierno paraguayo, aun si ese presidente hubiese sido indulgente con las pretensiones que tenían argentinos y brasileños sobre el Paraguay. No obstante, los que peleaban la guerra tenían sus propias diferencias. Al Brasil no le interesaba obtener un largo territorio fronterizo con la Argentina (de manera que ya se había inventado la emergencia de la banda oriental en 1828, que salvaba ya los conflictos más recurrentes de la época) y tampoco quería que ese mismo grado de conflictividad se trasladara a lo largo del Matto Grosso. Entonces, a ellos les interesaba la existencia del Paraguay. Es más, Brasil pone como condición que se respete la independencia del Paraguay.
– ¿Pone como condición en el Tratado de la Triple Alianza?
–En el Tratado de la Triple Alianza.
– Que fue elaborado previamente a la guerra, antes de cualquier conflicto.
– Claro. Pero se pone una salvedad: se garantiza la independencia del Paraguay pero sólo por cinco años. Si tenemos en cuenta que la ocupación militar en el Paraguay duró siete años y que fue un tratado secreto, es más que evidente que los signatarios del tratado especulaban con el secreto y con los hechos consumados para consagrar una nueva división política de América del Sur. Especialmente -y eso tiene que ver con la historia reciente de esta parte de América- porque Paraguay formaba parte de la provincia del Río de la Plata. Paraguay era una de las nueve intendencias: cuando se produce, con un golpe de mano, la independencia del Paraguay, en realidad nos independizamos más de la Argentina que de la corona española.
Porque la corona española aquí no tenía un contingente militar demasiado ampuloso como para evitar la sublevación, más aún teniendo en cuenta que todos los oficiales eran americanos -paraguayos en este caso- y la fuerza española era reducida, exigua. Entonces había, oculta, la intención de reconstruir aquel virreinato con todos los componentes inicialmente existentes. Se había creado la República Oriental del Uruguay en la banda oriental, como mecanismo de separación con el Brasil: solamente el Paraguay estaba fuera de aquel viejo orden. Y eso está presente en muchas de las expresiones de grandes personajes de la época, desde Juan Manuel de Rosas, pasando por el gabinete de Mitre y por el propio Mitre y por el propio Sarmiento después.
Entonces, creo que esas fueron las causas de la guerra, ese malestar que creaba un Paraguay autónomo, que no estaba endeudado, con una gran presencia del Estado: un Estado semifeudal pero muy eficaz, muy eficiente en contener cualquier anarquía, que era tan frecuente en los territorios del Plata y, sobre todo, que también pretendía un protagonismo tal vez molesto para argentinos y brasileños. Entonces, Paraguay –como yo suelo decir y escribir en este libro que va a salir– era una molestia a eliminar sin demasiados pudores, por lo cual había que crear las condiciones favorables para una guerra. Y como ellos tenían además la llave de la comunicación con el resto del mundo (habían bloqueado al Paraguay, de acá no salía ninguna noticia disonante con los propósitos de la Alianza), entonces se aceptaron las causas generales impuestas como motivos reales de la guerra y que no salió tan bien como ellos habían pensado. Pero para el Paraguay, definitivamente fue catastrófica porque desapareció -orgánica, operativa y funcionalmente – el país.
– ¿Y el caso ñemombe’u?
– Podría decirse que el ‘caso ñemombe’u’ responde a "un antiguo criterio sobre el que acabo de pensar": el Paraguay era un país inmerso en la "larga siesta colonial asuncena"(1). No había libros, no había universidades, no había caminos: sólo carencias. Por todos lados. La producción se remitía a la actividad agropecuaria: madera de bosques, ganadería, yerba mate, una agricultura relativamente extendida. Junto a una de subsistencia para lo esencial. La fuente del poder económico se hallaba en el interior. Y en ese ‘Paraguay profundo’ se desarrollaba una cultura completamente diferente a la que pudiera existir no solamente en Asunción, sino en cualquier otra localidad exterior de la vecindad. Ante la carencia de medios de lectura, el poder de la transmisión oral tuvo que tener -evidentemente- una gran popularidad y gran difusión. Y esa transmisión oral se hizo con muchos recursos: el relato de sucesos (más conocido como caso ñemombe’u), los cuentos populares, los dichos, además del canto. Una transmisión de ideas y conocimientos que ganó preponderancia junto a los fogones, en el seno de las familias y en las reuniones populares. Imagino que también entonces -y en la medida en que el recurso era generalmente practicado- se habrían destacado algunas personas. Las que tenían una mayor imaginación y mayores recursos expresivos; no solamente para el relato, sino tal vez para inventar cosas que -sin embargo- habrían tenido algo que ver con la realidad vivenciada en aquella época. Obviamente, estas presunciones no están legitimadas con documentos históricos. Y tampoco sería fácil obtenerlos, porque estamos hablando de una cultura marginal que se hallaba fuera de los conductos habituales de los que se dispone en cualquier otro lugar del mundo. Tampoco habría sido posible recoger estas muestras del ‘pensamiento popular’ porque ese tipo de relatos se renovaba permanentemente. No tenía mucho sentido hacerlo para algo que podría resultar transitorio y circunstancial. Dentro de esta misma línea de expresión se encuentra el ñe’enga. Son sentencias que sirven para retratar, sentenciar y hasta condenar clases sociales, actitudes, modos, vicios, gustos, etc. Por ejemplo, es conocido el desdén que se manifiesta hacia las mujeres de tez clara o pelo rubio. Las que frecuentemente son parangonadas como "calentonas" -sexualmente hablando- aunque dicho de manera más creativa y sutil. Uno de ellos dice, por ejemplo: "Rubia ha kavaju blanco mombiry güivente iporá" (las rubias y los caballos blancos solamente son lindos desde lejos"). Otro dice: "rubia rakambypa’úme vaka akangüe jepe ojy" (en el regazo de las rubias hasta las cabezas de las vacas se cocinan) (2) Dentro de este lenguaje popular aparecen también los que grafican los pelajes de los caballos: el ‘tubiano’, el ‘lobuno’, el ‘melado’, junto a otras expresiones comunes a cada actividad laboral (tanto en el ambiente ganadero como en el de cualquiera de las factorías). Se motejaba a los caballos por su aspecto, por el pelaje, por su andar. Era como decir hoy: "¡cómo me gusta ese Mercedes rojo!". Debe tenerse en cuenta que el caballo era el ‘utilitario’ de la época. Y el que ‘criaba caballos’ era como si tuviera una fábrica de ensamblaje de Volkswagen. Se vendían los caballos a los ejércitos. Justo José de Urquiza -el general confederado- se hizo rico vendiendo caballos. Concluyendo entonces, creo que los ‘caso ñemombe’u’ son, sencillamente, relatos de sucesos -o ‘sucedidos’, como eran conocidos realmente- que tampoco tenían la verosimilitud que hoy podría otorgarse a un documento o un despacho de prensa. Y esa falta de rigor tenía que ver muchas veces, con el sistema del ‘teléfono cortado’: una deformación creciente del suceso original en función al relator y a la memoria de cada quien. O de cada sociedad. Pero en contrapartida y en el camino de hacerse historia, el ñemombe’u adquiría una prestancia que, tal vez, no hubiera tenido el suceso real.
(1). Se llamó así al período que se inicia en 1547, cuando el remanente de las huestes del Primer Adelantado Pedro de Mendoza arriba finalmente al Perú por el camino del Chaco, encontrando el territorio ya ocupado por otros conquistadores españoles. Desde entonces, la aldea asuncena conoció el abandono de toda asistencia real hasta prácticamente iniciado el siglo XVII.
(2). Debe tenerse en cuenta que el apreciado recurso culinario paraguayo: el vaka akangüe (el cráneo de la vaca con carne y sesos), debe prepararse dejándolo bajo tierra, en un hueco calentado por el fuego durante días enteros. Ese hueco o cavidad, recalentado, es el comparado con el regazo de las rubias.
El Enano no aparecía, salía El Enanito. Una forma de burlar la censura y seguir criticando. Autores anonimos
Fuente: HISTORIA DEL HUMOR GRÁFICO EN PARAGUAY. Por ROBERTO GOIRIZ. Con la colaboración ANDRÉS COLMÁN GUTIÉRREZ y ALEXIS ÁLVAREZ. HISTORIA DEL HUMOR GRÁFICO. Directores de la colección: Armengol Tolsà Ermengol Juan García Cerrada. Coordinador: José Lorenzo Sánchez. EDITORIAL MILENIO – LLEIDA, 2008. Con la colaboración de: UNIVERSIDAD DE ALCALÁ - FUNDACIÓN GENERAL
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