CARLOS VALERIO QUINTANA
Carlos —cuyo nombre verdadero es Valerio, nacido el 9 de diciembre de 1925 en Formosa Argentina, de padres paraguayos—, Quintana había hecho una de sus tantas “travesuras”. Oja’yvére con la dueña de su amor yse fue con Martín Escalante de gira.
Para la santaniana Marciana Fernández el episodio no era nada nuevo. “La músico ningo iñakahâtâ (El músico tiene sus romances)”, comenta ella al recordar este episodio.
El dúo Quintana-Escalante anduvo por diversos puntos del país cumpliendo compromisos. En medio de las actuaciones, en los descansos, Carlos iba componiendo De lejos ven go. “Hice primero la música y después le fui poniendo la letra”, recuerda Quintana. Sería alrededor de 1955. Para entonces, las dos voces eran ya consagradas localmente. Hacía ya cinco años que cantaban juntos y lejos en el tiempo había quedado el instante en que en Formosa Martín Escalante le conoció al Thormo’i —como se le decía a Valerio Quintana, haciendo alusión a la espléndida voz de Antonio Thormo—, local. Clementino Ocampo, el autor de la letra de 6 de enero, les había presentado y desde entonces ambos supieron que el destino del canto los iba a unir de por vida.
“Me preparé una noche y vine. Ndaha’éiko la che kuatia ky’áitéva, pero hacía falta que le trajera la serenata. Por eso compuse la canción, para llegar otra vez. Apenas escuchó mi voz, se levantó. No me hizo esperar mucho”, cuenta Carlos Quintana en su casa del barrio San Rafael, Asunción.
Ella, huérfana de padre, después de la revolución del ‘47, había venido a Asunción luego de haber sido entregada por su madre a doña Victoria Retaíno, de Santaní. De aquí vino ella a la capital. Era empleada doméstica en una casa del barrio Pinozâ. Un día su empleadora le presentó al músico —que vivía muy cerca de allí— y desde entonces el romance ya no se detuvo.
Cuando terminó la serenata se abrió la puerta. Una vez más, la receta había resultado. “Ha mba’éiko ajapóta, amoinge je—ta mante ningo porque arekóma chugui mitâ (Y qué iba a hacer: tenía que permitirle solamente que entrara porque ya me había dado hijos)”, comenta ella al explicar por qué lo admitió de nuevo en su hogar. “Iñakâ hatâva’ekuéko. Eso sí: nunca ndoúiva oñembosarái ore rehe. Oka’úró jepe ndojahéiriva ore rehe. Ha araka’eve noguahéiva po nandi hogapype (Tenía otros amores por ahí. Eso sí: jamás me maltrató. Aun borracho, nunca nos pegó Y jamás llegó a su casa con las manos vacías)”, añade.
La vida de la pareja continuó con sus sabores y sinsabores. Un buen día se acabó la historia de pagar alquiler. Compraron una casa en el barrio San Reafel. Aunque Valerio tuvo que cantar varias veces más su serenata en la ventana de su domicilio e incluso componerle también a Marciana Purahéi nde rogaguype, siempre la puerta terminó por abrirse de nuevo.
Fuentes: CARLOS QUINTANA Y SU ESPOSA, MARCIANA FERNÁNDEZ