UN VIAJE A LA ACADEMIA DE MARICARMEN ÁVILA
Por Toni Roberto
tonirobertogodoy@gmail.com
Corría el año 1969 y Maricarmen Ávila Cardozo soñaba la posibilidad de crear la primera academia de danza en el barrio Sajonia, que empieza en el patio de la Crucecita Milagrosa poniéndose un atado en la cabeza donde llevaba todos los días desde su casa un giradiscos para dar clases.
¿Qué es lo que lleva seguir un trayecto sin pausa durante tantas décadas en lo que uno ama?, sin dudar es la pasión, algo difícil hace más de 50 años, siendo una generación que en general hizo lo que le convenía y no lo que le apasionaba.
La academia lleva el nombre de su hermana Ana Cristina, quien falleciera a temprana edad, empieza en el colegio de los dominicos –a partir del pedido que le hiciera esta congregación en el año 1969– que funcionaba al lado de la Crucecita Milagrosa, empezando así a dar clases en el patio de la iglesia, sobre tierra colorada buscando una sombra, después le dieron un salón.
EL GIRADISCOS Y LAS CLASES EN LA CRUCECITA
“Todos los días de clase, me ponía un atado en la cabeza y encima llevaba el equipo de sonido con giradiscos, caminando cinco cuadras desde mi casa de la calle 21 hasta la esquina de la Crucecita, así empezó la enseñanza de danza en Sajonia”, nos cuenta.
Sigue diciendo: “Mis inicios fueron hermosos, como toda ilusión que tiene una jovencita en crear su instituto. Sin darme cuenta mi población de alumnos se había triplicado; empecé con tres, con cuatro, después fueron veinte… He llegado a formar a grandes profesionales que hoy están brillando, por ejemplo, Patricia Fiandro Bajac y Bettina Taborda fueron alumnas maravillosas y son excelentes profesionales. En fin, mis hijas Ana María y Viviana Mallorquín han estudiado conmigo. Quiero comentar que la escuela tiene como mensaje ‘dar amor todos los días para recibir y también brindarse al hermano necesitado’. Trabajo mucho con la discapacidad, con los chicos especiales y doy clases para ellos. Mi mamá, Graciela Cardozo de Ávila, es una de las fundadoras del Denide, hemos contribuido mucho para su creación, que en ese entonces era el Movimiento Pro Derechos del Niño Deficiente”.
UN TALLER DE DANZA Y ALBERGUE PARA JÓVENES DEL INTERIOR
En un momento dado Maricarmen hace un pequeño silencio y luego sigue contando su rica experiencia: “La escuela Ana Cristina, no solo enseñó, también albergó a mucha gente del interior para que egrese. He tenido jóvenes que han venido de Capiatá a vivir conmigo para ser profesionales, también de Hernandarias, Ciudad del Este y otras ciudades. Tuve alumnos varones que han salido excelentes bailarines y profesionales de la danza. Hemos viajado mucho, estuvimos en varios concursos nacionales e internacionales, recorriendo Europa, Estados Unidos y toda América llevando el arte de la danza y dando lustre a nuestro país”.
Cuenta también que tuvo el honor de enseñar con grandes maestros paraguayos en la academia, la primera profesora de danza clásica fue Perla Bonnin, luego Wilma y Ada Zárate.
Termina diciendo: Me siento bendecida de poder trabajar con niños, jóvenes, con adultos mayores dando clases de danza-terapia. Con el apoyo económico de mi padre Félix Rafael Ávila pude salir adelante; nunca escatimó en mi formación para hacer mi arte acá en Sajonia desde hace cincuentaiún años”.
Así termina hoy este recorrido por los vericuetos de las historias de Sajonia, que es parte de un trabajo de investigación que duró varios meses con el patrocinio del proyecto Habitalis y que traemos a estas páginas de domingo.
Fuente: www.lanacion.com.py
Domingo, 19 de Septiembre de 2021
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