LA DICTADURA DEL 23-41
En gran parte de su historia nuestro país ha sido gobernado por dictaduras personalistas y autoritarias, como la de Francia y los López, en el siglo XIX, y la de Stroessner, en el siglo XX. En el intervalo entre estas dictaduras, el péndulo casi siempre se movió hacia periodos de anarquía, de enfrentamientos, de golpes de Estado y hasta de una guerra civil.
En 1989, con la caída de Stroessner, no solamente llegaron las libertades y la democracia, sino por primera vez en nuestra historia llegó un espíritu de reconciliación que penetró en la mente y en los corazones de los paraguayos de aquella generación.
Con ese espíritu se diseñaron las instituciones que creíamos iban a evitar la vuelta de la dictadura e iban a hacer posible la construcción de una auténtica democracia y estado de derecho.
Por eso en la Constitución de 1992 se redujeron las atribuciones que estaban concentradas en el presidente y ellas fueron transferidas al Congreso o descentralizadas en las gobernaciones y en los municipios.
Lamentablemente ese espíritu de reconciliación duró poco tiempo, debido a que aparecieron rápidamente nuestros vicios de siempre… los fraudes electorales, los sucesivos intentos de golpes de Estado, el asesinato de Argaña y los trágicos sucesos del Marzo Paraguayo.
El resultado de diseñar un sistema institucional descentralizado conviviendo con una cultura de enfrentamiento y de confrontación, trajo como resultado lo que hoy tenemos: la anarquía. Pasamos de una concentración de poder en la época stronista a un vacío de poder.
Si bien es cierto que vivimos en una anarquía también es cierto que con nuestro actual diseño constitucional le hemos otorgado un enorme poder al Congreso, que está constituido por dos Cámaras: la de Senadores, con 45 miembros, y la de Diputados, con 80 miembros.
Este Poder Legislativo tiene supremacía sobre el Ejecutivo, debido a que tiene atribuciones para destituir al presidente por medio de un juicio político, como lo hizo con Lugo e intentó hacerlo con Abdo Benítez.
Este Poder Legislativo tiene supremacía sobre el Judicial, debido a que también puede destituir a los ministros de la Corte Suprema de Justicia por medio de un juicio político, como lo hizo cuando “se pulverizó” a la Corte en el inicio del mandato de Nicanor.
En este Poder Legislativo se toman las decisiones por mayoría de votos: 23 votos en la Cámara de Senadores y 41 votos en la Cámara de Diputados.
El 23-41 es la nueva dictadura en el Paraguay. Ellos no respetan nuestra Carta Magna promulgando leyes o tomando resoluciones internas que contradicen claros preceptos constitucionales, que la Corte Suprema de Justicia no se anima a declararlas inconstitucionales, por miedo a ser sometida a juicio político.
Lo peor es que esta dictadura del 23-41 es a su vez anárquica, porque va cambiando todos los días; es una mayoría coyuntural que depende de la situación política o mediática del momento.
Para empeorar aún más esta dictadura del 23-41 muchas veces es ejercida por congresistas de bajísimo nivel intelectual y no pocas veces incentivados económicamente o defendiendo los oscuros intereses de quienes les financiaron sus campañas.
Evidentemente, mi generación —que vivió el espíritu de reconciliación de 1989 y que soñó con una verdadera democracia y con un auténtico estado de derecho— ha fracasado.
La antorcha debe pasar a una nueva generación que nació y creció con libertades, que tiene una mejor formación académica —muchos con estudios en el exterior— y que conoce profundamente este mundo volátil, complejo y ambiguo.
Es responsabilidad de ellos construir lo que todas las generaciones anteriores de paraguayos no lo pudimos hacer: una nueva democracia, con instituciones modernas, transparentes y confiables, que nos permitan competir en el mundo del siglo XXI, pero que incorpore los valores que son imperecederos… la libertad, la igualdad y la fraternidad.
Fuente: ULTIMA HORA (ONLINE)
www.ultimahora.com
Sección OPINIÓN
Domingo, 25 de Octubre de 2020
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