SANEAMIENTO MORAL DE LA NACIÓN
Esta semana la ciudadanía ha reaccionado con indignación al ver que la Cámara de Diputados rechazaba el pedido de pérdida de investidura de José María Ibáñez, quien en un juicio penal había confesado y aceptado su robo al Estado paraguayo.
El escándalo de José María Ibáñez se ha sumado a otros ocurridos en el 2017 cuando grabaciones de audio desnudaron a los senadores Óscar González Daher y Jorge Oviedo Matto realizando tráfico de influencia en el Poder Judicial.
Gracias a la presión de la prensa y de cierto sector de la ciudadanía, González Daher fue destituido y Oviedo Matto tuvo que renunciar; pero aunque sea un contrasentido, en las elecciones de abril de este año, ambos senadores fueron reelectos y hoy están nuevamente sentados en el Senado.
Otro escándalo político del 2017 fue el atropello del presidente Cartes y del ex presidente Lugo para modificar la Constitución Nacional por la discutible vía de la enmienda, lo que originó protestas, la quema del Congreso y la muerte de Rodrigo Quintana.
La crispación política y social que hoy sufrimos en nuestro país es por culpa de nuestra clase política, infectada hasta los tuétanos por dos grandes males: la enfermiza ambición económica y la enfermiza ambición de poder.
La enfermiza ambición económica la vemos todos los días en la política y en la función pública, cuando nuestras instituciones son asaltadas por personas que usan su posición de privilegio en el Estado, no para buscar el bien común, sino simplemente para enriquecerse económicamente.
La enfermiza ambición de poder la hemos visto en las afrentas a nuestra Constitución, por parte de Nicanor, Lugo y Cartes, impulsadas por el único deseo de perpetuarse en la Presidencia de la República y seguir disfrutando de los privilegios del poder.
Ambas ambiciones desmedidas, de ganar dinero y de acumular poder y perdurar en él, son las causas del flagelo de la corrupción que hoy ahoga al Paraguay.
El famoso historiador inglés Lord Acton decía: “El poder tiende a corromper y el poder absoluto corrompe absolutamente”.
Pero la grave corrupción imperante no es culpa exclusiva de los políticos. La ciudadanía tiene también su gran culpa, porque la corrupción es como el tango... se baila entre dos.
Tan corrupto como el político, es el empresario que trae productos de contrabando, que no paga el sueldo mínimo, que no tiene en la seguridad social a sus empleados, que no paga sus impuestos y que en las elecciones financia las campañas de los candidatos corruptos.
Tan corrupto como el político, es aquel ciudadano que en un sistema clientelista como el nuestro se convierte en el cliente. Es el que figura en las planillas de sueldos y no trabaja; es el que en su horario laboral se dedica a ser operador político; es el que en las elecciones vende su cédula o finalmente vota por los candidatos corruptos.
Recordemos que el corrupto “nunca roba algo; siempre le roba a alguien”.
Le roba su tiempo con la familia al empleado que por falta de infraestructura pierde cuatro horas diarias en ir y venir de su trabajo; le roba la vida al enfermo que carece de medicamentos y atención en los hospitales; les roba el futuro a nuestros niños a quienes damos una pésima educación.
Sin duda alguna, el mayor daño que nos han dejado los 35 años de la dictadura de Stroessner ha sido la pérdida de valores morales.
En el año 1974 –en plena dictadura– los entonces valientes obispos del Paraguay alertaban ya sobre el enorme deterioro moral de nuestra sociedad en un documento llamado El saneamiento moral de la Nación.
Hoy, 44 años después, la corrupción ha aumentado y se está convirtiendo en la principal causa que impide nuestro desarrollo y una vida digna para muchos compatriotas.
Hoy más que nunca se necesita de un “saneamiento moral de la nación” y ese debe ser el principal objetivo del próximo Gobierno y de cada uno de nosotros.
Solo así el Paraguay podrá ser un país viable.
Fuente: ULTIMA HORA (ONLINE)
www.ultimahora.com
Sección OPINIÓN
Domingo, 05 de Agosto de 2018
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