El marzo paraguayo de 1999 no solo dejó para la historia el acto de coraje de los jóvenes mártires de la democracia y el despertar de un pueblo harto de mesías preparados sólo para salvarse a sí mismos y a su camarilla, sino que también inspiró a músicos y poetas. Tocados hondamente por ese episodio de sangre pero también de gloria, los creadores sumaron sus voces para expresar su tiempo a través del arte que profesan.
José Antonio Galeano, en medio de la euforia del triunfo, el domingo 29 de marzo de este año, sintió que le crecían en las venas unos versos para los que habían hecho que en pleno otoño la primavera regresara cantando. Ya en la madrugada del 30, sin sueños en los ojos —,quién podía tener sueños en una madrugada tan iluminada de esperanzas?—, se sentó frente a la computadora y esbozó los versos de lo que luego titularía Vivos, en el viento. Las palabras, en la madrugada, eran un torrente impetuoso que hallaban un cauce en la pantalla.
El autor de la letra, hermano de Maneco Galeano, había nacido en Asunción el 9 de mayo de 1952. Su infancia le había dejado en la memoria el recuerdo de sus viajes a Pinasco por el río Paraguay. Los nombres de los barcos Anita Barthe, Pingo, Anita G. y otros formaban parte de su mundo de niño. Durante tres meses, con sus abuelos y sus hermanos, descubrían el encanto de la vida a orillas del trabajo y el agua que jamás se detenía en puerto alguno.
José Antonio, después del colegio San José, ancló, durante dos años, en Buenos Aires. Allí estudió, para regresar luego. Si bien es abogado, la docencia acapara sus horas. Es, actualmente, director de la secundaria en el Colegio San Ignacio de Loyola. Forma, por otro lado, parte del Consejo Nacional de Educación y Cultura.
Más allá de sus tareas cotidianas, el arte ocupa buena parte de su vida. Integrante del Grupo Sembrador, había aprendido los rudimentos de la guitarra con Maneco. Varias de sus letras tienen música. La última es ésta, que nació del fuego encendido del heroismo de aquellos jóvenes que entregaron su vida por la patria.
Ese lunes, con una dedicatoria, le envió el poema a su amigo y compañero, director de Sembrador, Jorge Garbett —nacido el 7 de noviembre de 1954 en Encarnación—, para que le pusiera música.
Pasó algún tiempo. El compositor trabajó en lo que quería que fuese una marcha. «Me parece que es un autoplagio de algo mío», le dijo una vez a su coautor. Continuó buscándole la melodía cabal, después de las correcciones que se adecuaron a la métrica de la obra en gestación.
Finalmente, tres semanas antes del recital de este año del Grupo Sembrador en el Centro Paraguayo-Japonés, Jorge le dio la grata noticia a su amigo. «La marcha está lista», le anunció. Tras los ensayos, la composición fue estrenada recibiendo la unánime aprobación de cuantos habían ido a escucharlos en cada uno de los recitales ofrecidos.