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ROLANDO DUARTE MUSSI
  LOS CHAMANES - Cuento de ROLANDO DUARTE MUSSI


LOS CHAMANES - Cuento de ROLANDO DUARTE MUSSI

LOS CHAMANES

Cuento de ROLANDO DUARTE MUSSI

 

El grito rompió el silencio de la madrugada, los cazadores lo estaban aguardando, era el anuncio esperado; el chamán conversó con el pájaro noticiero, ese sería un buen día, salvo para los animales que desde lo profundo del bosque también escucharon el grito, esa jornada el clima no los favorecería, los cazadores saldrían con sus lanzas y flechas a cumplir su función de proveedores. Lo absoluto sí existía en ese mundo, el pájaro noticiero y el chamán que lo llamaba nunca se equivocaban.

A las cuatro de la mañana empezaron a encenderse las hogueras, los hombres alistaron sus armas, llamaron a sus perros y prepararon la partida.

Para todos ese era un día más, exactamente igual al anterior y al que vendría después, pero no para Kenai, quien en cuclillas, apoyado en su lanza de caza, observaba el crepitar del fuego, era el mejor cazador, el más veloz y fuerte del pueblo Guatei, pero ese día no deseabapertenecer a ese mundo, con gusto cambiaría su lugar con las presas que serían cobradas durante la jornada, en sus ojos una inmensa tristeza se confundía con la impasible expresión del rostro que sonrió al ver a Neneike, su hermano, el menor, el más querido, al que abrazó fuertemente... al que tenía que matar ese día.

Los cazadores no podían salir solos a buscar animales en el monte, esta era una norma inquebrantable, sólo podían hacerlo en parejas o grupos reducidos, ni siquiera los años pasados en la escuela del bosque los preparaba para aventurarse solos en las verdes inmensidades, con su fauna, su flora, sus espíritus y sus habitantes.

El pueblo Guatei vivía feliz, la tranquilidad no había sido quebrantada en mucho tiempo y hasta los más ancianos ya poco recordaban del gran enfrentamiento entre los chamanes, evento que tácitamente se procuraba olvidar, cuya sola mención estaba prohibida, pero a la que asistieron en sus años de infancia.

Desde entonces, los chamanes se llevaban en paz, y cada uno, desde su destreza especial, velaba por su pueblo, los que tenían el don de la predicción, veían el futuro, los que poseían el don de la curación, los que tenían el poder de los espíritus, que de acuerdo a su elemento podían transformarse en tigres, cocodrilos o halcones.

Los chamanes hablaban con los pájaros noticieros, estos les informaban sobre el clima, las cosechas, la cantidad de peces y animales que capturarían, las enfermedades y muchas otras cosas más.

Los pájaros no se equivocaban, la voz de los dioses era escuchada a través de ellos, nadie había sido testigo de un aviso falso, aunque los ancianos también sabían que llegaría el día en que los pájaros noticieros perderían su poder de predicción, el día en que se iniciaría la era de la regresión hacia el fin de lo creado.

La noche anterior las mujeres cantaron a la luna nueva, que para ellos simbolizaba la renovación, la reposición de frutos y hojas, la proximidad de una nueva cosecha; al no haber luna, el cielo se iluminaba con las estrellas infinitas, que los dioses, con toda su sabiduría alejaron de las avaras manos del hombre, para preservarlas de su destrucción, y que ahora se encontraban allí, sobre el medio del monte, cubriendo el claro donde habitaban, adquiriendo un especial fulgor que recordaba a los siete cielos que les estaba prometido.

Al medio día, los primeros cazadores en regresar a la comunidad se dirigieron cada uno a su choza, eran treshombres tostados por el sol, a la distancia no existían diferencias entre uno y otro, los perros precedieron a sus amos, y al igual que estos, se separaron apenas al divisar sus pequeñas viviendas. Casi automáticamente, un anciano que se encontraba en cuclillas frente a su choza, se puso en pié y salió de la aldea en dirección al lugar de donde los tres cazadores provenían.

Cada grupo de cazadores que llegaba, era seguido por la salida del mismo anciano, que una y otra vez, pasados algunos minutos, regresaba nuevamente a su lugar, no sin antes intercambiar breves palabras con los hombres que habían llegado; esto, con un grupo tras otro. Serehei era el anciano encargado de verificar la salud de los animales capturados por los cazadores guatei, que tenían por costumbre dejar al animal cazado a unos quinientos metros antes de la entrada a la comunidad, para que posteriormente Serehei los revise, pues solamente una vez verificados podían ser introducidos al caserío. En caso de que el animal se encontrase enfermo, o no estuviese apto para el consumo era inmediatamente quemado o enterrado.

Por ello, ningún hombre arribaba con las presas cobradas durante la jornada, que de acuerdo a la suerte y al coto que correspondió ese día a cada grupo, podía haber sido corta y fructífera, o larga e improductiva.

A media tarde todos los grupos ya habían regresado, con excepción de Kenai y Neneike.

Pocos minutos pasaron de la media noche y Sakalot aguardaba intranquilo la llegada de los demás ancianos, ese lugar en particular no le agradaba, el ruido del arroyo que corría a sus pies no le permitía escuchar los sonidos provenientes del bosque; la aldea se encontraba como a kilómetro y medio aguas arriba. El consejo de ancianos nunca se reunía dos veces en el mismo lugar.

Sakalot era el menor de los ancianos y a sus setenta y seis años apenas tenía un año dentro del consejo, quizá por ello muchas veces no coincidía con las decisiones adoptadas por los demás miembros, aunque las leyes de su pueblo eran claras y no permitían las interpretaciones personales de los hombres viejos, que lo único que hacían era impartir justicia, que desde los inicios de la historia de su pueblo, era aplicada a aquellos que quebrantaban las reglas de convivencia entre los guatei.

Los ancianos que conformaban el consejo eran nueve, los chamanes no formaban parte del mismo, ya que estaba establecido que el consejo regulaba la vida entre los miembros de la comunidad, y los chamanes se encargaban de la relación de la comunidad con las otrascriaturas del bosque, con los espíritus y los dioses.

De los nueve ancianos, ocho participaban regularmente de las reuniones que se realizaban, el noveno, Lesaut, era ya muy viejo, y desde el invierno anterior no podía caminar, lo que le imposibilitaba recorrer las distancias que demandaba la realización de estos encuentros, que se efectuaban indefectiblemente fuera de la comunidad, a altas horas de la noche y solamente en las oportunidades en que existían razones que ameritaran aplicar las leyes e impartir justicia.

El segundo en llegar fue Tarnatek.

- Otra vez primero, te aprovechas de tus fuertes piernas y de tu juventud -bromeó Tarnatek, en alusión a los ciento veinte años que solían alcanzar la mayoría de los ancianos- él, a sus ochenta años era el más jovial de los miembros del consejo.

- Debemos pedir a los hermanos que las reuniones se realicen lejos del agua -sugirió Sakalot- y apoyó su mano derecha sobre el hombro derecho de Tarnatek, el saludo tradicional de los guatei.

Diez minutos después todos los consejeros estaban sentados en círculo esperando que Maulit, el más anciano inicie la reunión.

- Hermanos, ya han pasado cinco días desde que seestableció el castigo y hoy, al caer el sol, Kenai y Neneike regresaron a la comunidad una vez más -expresó Maulit con disgusto-

- Personalmente le informé de la decisión del consejo -continuó Serehei- y le dije que la designación recayó en él, no podemos permitir que esto se siga dilatando, nos puede acarrear muchos problemas.. .

- Algo así nunca había ocurrido -retomó Maulit-debemos conminar a Kenai a que cumpla con lo resuelto, el crimen debe ser pagado, Neneike debe morir.

Cada anciano expresó su disgusto ante la demora en el cumplimiento de la disposición y pidieron a Sakalot que converse con Kenai a la mañana siguiente, luego cada uno de los ancianos se fue retirando en el orden en que llegaron, esperando cada uno diez minutos desde la partida del predecesor para regresar a la aldea.

La ley guatei era clara, si un hombre mataba a otro, el castigo era la muerte, que debía ser aplicada por un miembro de la familia del condenado; esto, de modo a evitar los conflictos, las peleas y las venganzas entre familias.

También era norma que los condenados ignoren la existencia de esta condena, la fecha de su ejecución como el encargado de realizarla.

La actuación lógica, pragmática, aplastaba la crueldad de esta costumbre, sólo una cultura muy antigua podía actuar de manera tan sabia.

Cuando Kenai vio aproximarse a Sakalot ya sabía a qué atenerse y antes que el anciano pudiera pronunciar palabra, tomó su mano y la besó reiteradas veces diciendo:

- Sakalot, sabio consejero, amigo de mi padre, tú puedes interceder por mi hermano, el consejo debe entender, Neneike está enfermo, es como un niño que no tiene conciencia de sus actos... ayúdame por favor. ..

- Kenai, tú conoces la ley, la decisión fue tomada por la mayoría, el castigo debe ser cumplido, los ancianos están disconformes... ya han pasado cinco días...

- Mañana lo haré -respondió Kenai-, con la mirada perdida en el horizonte como buscando una explicación a la condena que antes que recaer en su hermano, recaía en él, esto no era justo, pero no podía desoír la ley de su pueblo.

- Vete tranquilo   Sakalot,   la sentencia será cumplida.

Al retirarse Sakalot, Kenai tomó su lanza y se dirigió al arroyo, no quería la compañía de nadie y al llegar, se sentó sobre la enorme piedra donde solía

sentarse a pescar con su padre, el gran cocodrilo, uno de los chamanes más poderosos que los guatei hayan tenido, este animal, en su elemento, el agua, con los espíritus que encerraba, era del mundo de donde su padre provenía, y al empezar a llorar desconsoladamente, pidió al gran cocodrilo que lo lleve de este mundo, al cual estaba irremediablemente ligado y al que amaba profundamente; hasta que se fue sosegando y poco a poco fue entendiendo que no existen eventos aislados, que todos los actos se encuentran relacionados, y que las cosas comienzan a suceder mucho antes que acontezcan, él, al nacer ya había empezado a matar a Neneike, cuando regresó de ese estado de sopor, absorto en sus pensamientos, el sol empezaba a declinar y las criaturas de la noche lo invitaban a regresar.

Dentro de la choza, hecha con arcilla mezclada con paja y cubierta con finos tronquillos de caña, Neneike jugaba apoyando la palma de su mano sobre la cabeza del perro que a cada contacto de la mano de su dueño lanzaba un mordisco que azotaba el aire y producía un ruido seco desatado por el choque de la quijada del animal; el joven sonreía al acelerar sus movimientos y obtener respuestas aún más rápidas del animal que estaba acostumbrado a este tipo de retozos con su amo. De repente, el perro seincorporó y salió tras un rastro que olfateó en el aire, un minuto después Kenai entró y sin saludar a su hermano dejó la lanza de caza recostada en la pared y empezó a desprenderse el collar de huesos que cubría su pecho fuerte y lampiño.

Los cazadores llevaban estos collares con los huesos de las presas casadas, así los más viejos y más hábiles, tenían el pecho cubierto de pequeños huesos y pedazos de pieles, aunque esta costumbre no se relacionaba a un afán de vanidad de los hombres, sino que estaba ligada a una causa mucho más espiritual... era su karma, el peso que debían soportar, una carga por haber matado otro ser vivo, un animal que en algún momento, perdido ya en el tiempo, fue un hombre, un cazador como ellos.

Neneike no hablaba con su hermano, desde hacía varios días estaba extraño, había cambiado su trato hacia él, parecía retraído, triste, por alguna razón Kenai estaba enojado.

Neneike presentía que ese enojo se relacionaba a los periodos de tiempo en que su cuerpo burlaba sus sentidos, momentos en que existía otro Neneike que actuaba en forma misteriosa, ya que no recordaba nada de lo que hacía en esos periodos en que su cuerpo no era gobernado por su mente.

Él conocía los síntomas, primero un entumecimiento casi imperceptible de la lengua, luego la vista nublada, el sudor descendiendo frío por su frente y finalmente el despertar en un tiempo y espacio diferente al cual se encontraba antes.

Varias veces el hilo de sus recuerdos se cortaba abruptamente para ser reatado en situaciones completamente diferentes a la que recordaba como inmediatamente anterior.

En una oportunidad se encontraba cazando en el bosque, e inmediatamente después se veía acostado en la cama, o cuando se dirigía a tomar agua del arroyo y terminaba perdido entre lo más tupido del bosque.

El periodo de transición entre sus recuerdos era un espacio de no tiempo, una gran extensión de vacío que no podía llenar, buscar en su memoria era como observar un pozo oscuro, que no era capaz de reflejar la más mínima luz.

Neneike sentía que el enojo de Kenai y el cambio en el trato que la comunidad tenía con él, estaba relacionado a este hecho fundamental que afectaba su vida, que ahora, a sus veintidós años podía afrontar en forma madura, diferente a cuando era pequeño y no veía la 79diferencia con los demás niños, pensando que esos asaltos eran propios de todos los de su edad, sin la plena conciencia que ahora le señalaba el innegable hecho de su particularidad, él no era igual a los demás.

Tiempo atrás el chamán curandero dijo a su madre que el espíritu del bosque escogió a Neneike como amigo de juegos y cómplice de sus travesuras, por lo que los periodos en que Neneike perdía la conciencia de sus actos se encontraba en compañía de Orebmop, o espíritu del bosque, el más travieso de los espíritus, aunque dotado de cuerpo y de una inteligencia que siempre se concentraba en idear chanzas y molestar a los guatei.

Todavía no terminaban de despuntar los primeros rayos de sol cuando Neneike y Kenai se dirigieron a lo más tupido del bosque, uno con la esperanza de traer una buena presa y el otro con una importante decisión tomada en largas horas de insomnio.

Los chamanes y consejeros vieron cómo los dos hombres se alejaban de la aldea y al cruzar sus miradas la duda sobre el cumplimiento de la sentencia volvió a asaltarlos.

Pasó el día y la noche cayó sobre las chozas sin que la selva expulse a los dos hermanos... todos los cazadores regresaron menos Kenai y su hermano.

Al día siguiente se organizaron grupos de búsqueda que recorrieron cada palmo de los cotos de caza sin dar con los jóvenes.

Y así pasó un día y otro... y otro más, hasta que en la tarde del cuarto día, cuando los últimos rayos del astro arrojaban sombras alargadas que lamían la entrada a las chozas, para retirarse luego presurosas a las entrañas de la oscura selva, cuando ya se daba por muertos a los hombres desaparecidos, las dos figuras se recortaron por el sur, flacos y cansados, caminando lentamente, acercándose a la aldea.

A medida que se aproximaban los murmullos y comentarios se regaron por las chozas desperdigadas, los consejeros y los chamanes salieron a la puerta de sus chozas y volvieron a intercambiar la misma mirada de duda e incredulidad con que despidieran a los cazadores. A unos cien metros distinguieron que Kenai arrastraba un pequeño bulto cubierto de grandes hojas de banano, lo arrastraba con una sola mano, ya que el bulto no era muy grande... ya cuando estaba cerca podía adivinarse bajo las hojas el cuerpo sin vida de algún tipo de animal.

Llegaron a mitad de la aldea y soltaron el bulto que quedó inerte en el suelo, se formó alrededor de los

Mihombres dos círculos concéntricos, uno más retirado en que se abigarraban mujeres, hombres y niños, curiosos por saber qué es lo que el cazador había traído de la selva, otro mucho más próximo a ellos que estaba compuesto por los chamanes y los hombres viejos que querían saber porqué se ausentaron tanto tiempo y por qué la sentencia no fue cumplida.

Maulit se adelantó y cuando se disponía a hablar con los recién llegados, Kenai lo detuvo con un gesto y habló en voz alta:

- Yo estuve muchos años en el bosque, al igual que la mayoría de los hombres que están aquí, y conozco las leyes que nos rigen desde generaciones inmemoriales... yo debía matar a mi hermano, aunque esté enfermo y un espíritu extraño lo gobierne... para mí eso no es justicia... por eso aquí les traigo el cuerpo del verdadero causante de los crímenes realizados por mi hermano.. .

Extendió la mano y retiró las hojas de banano que cubrían el pequeño bulto... y allí, tendido en el suelo, sin vida, toda la aldea contempló el cuerpo inerte de una pequeña criatura cubierta de pelos, sumamente vieja, con pies y orejas grandes y una nariz pequeña que asomaba sobre una boca desprovista de dientes.

Los chamanes irrumpieron en un grito desgarrador, al momento los viejos consejeros comprendieron y en un arranque demencial se tiraron al suelo y empezaron a llorar y gritar estirándose del cabello... el terror los invadió y se extendió al resto de los presentes, sólo los dos hombres, parados al lado del cuerpo no entendían...

¡Orebmop!... ¡Orebmop!... gritaban los chamanes, mientras giraban sus cabezas hacia la selva e imploraban perdón a unas criatura invisibles que solo ellos parecían ver.. .

Antes de caer la noche fueron sacrificados todos los animales de la aldea, tres chamanes, ataviados con vestidos talares se dirigieron al bosque con innumerables obsequios.

Las mujeres y los niños se encerraron en las chozas mientras los hombres se preparaban para una larga vigilia.

Mientras esto sucedía Kenai y Neneike se perdieron en la selva al entender la dimensión de su acto. En su lecho de enfermo el anciano Lesaut oyó los gritos de los guatei y recordó el último enfrentamiento entre chamanes, cuando él era un niño... pero nunca, jamás nadie recordó un enfrentamiento contra los espíritus del bosque.

La noche se tragó la aldea sin devolver a los tres chamanes que entraron a la selva, un silencio anormal envolvía el ambiente... ni pájaros, ni insectos, ni las criaturas de la noche despedían el más mínimo sonido; los hombres podían escuchar su respiración y hasta el latido agitado de sus corazones. Las estrellas se ocultaron tras grandes nubes que sumieron a los mortales en la más profunda de las tinieblas. Nadie hablaba, ni el más mínimo movimiento alteraba esa quietud de muerte y terror... hasta que un murmullo vago se empezó a escuchar en el medio del bosque, un murmullo que crecía cada vez más con unas voces fuertes y desusadas, gritos extraños se desprendían de ese torrente que se acercaba a ellos... y el murmullo fue creciendo cada vez más hasta hacerse insoportable... el anciano Lesaut se levantó de su cama y con pasos vacilantes se dirigió al bosque... abrió los brazos y gritó algo totalmente inteligible en medio de ese torbellino ensordecedor, algunos lo vieron caer como fulminado por un rayo... otros quisieron correr pero los gritos y las voces ya estaban sobre ellos.



 ENLACE INTERNO AL DOCUMENTO FUENTE DE LA NARRACIÓN


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MAMOREI Y OTROS CUENTOS. Cuentos de ROLANDO DUARTE MUSSI

 Editorial SERVILIBRO. Asunción - Paraguay

Abril 2007 (188 páginas)






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