El alba estaba asomando ya en el horizonte, con las primeras claridades de un nuevo día. El músico y poeta Silverio Rojas Vargas -nacido el 20 de junio de 1946 en la compañía Alonso Kue, del distrito de Tebicuarymí, en el Departamento del Guairá-, con Efrén Gómez, artista como él, volvía a pie de la fiesta patronal de La Colmena un 15 de mayo. Habían casi amanecido tocando en una calesita.
Los dos músicos acababan de pasar la Laguna Verá, en la compañía Mbocayaty, ubicada entre La Colmena y Tebicuarymí, ya de regreso a sus casas. Luego de pasar al costado del espejo de agua, se quedaron en un saraty (sara: arbusto de no más de cuatro metros, de ramas que buscan el suelo, propio de lugares húmedos, cuyas fibras se usaban para hacer cuerdas) que recubría un estero de dos leguas.
"Mi compañero quería tomar caña y, a esa hora, no había ningún almacén abierto. Yo no aperitaba aún porque era muy joven. Tenía 17 años apenas. Nos sentamos entonces como pudimos, al amanecer, a cantar Serenata Carmencita-pe, Tupâsy del Campo, Ko'êtî jave y otras composiciones", recuerda Silverio Rojas Vargas en Ciudad del Este -donde vive actualmente-, entrevistado por el generoso amigo Gabriel Chaparro, conductor del programa Paisaje Folklórico Guarani, que se emite por Radio Itapirú los domingos a la mañana. La audición cumplió ayer cuatro años de ininterrumpida emisión.
Ese entusiasta hombre de radio, profundo conocedor de la música paraguaya, entrevistó a Rojas Vargas y nos remitió el material grabado, origen de la historia que aquí se relata. Silverio le cuenta que estando allí, en el ko'êju crecido, él y su dúo empezaron a escuchar una sinfonía de pájaros similar a la que tuvo que haber escuchado Herminio Giménez cruzando el Chirigüelo para escribir luego El canto de mi selva. La naturaleza despertaba de las sombras, recuperaba lentamente su esplendor cotidiano y las aves del entorno se sumaban a esa repetida fiesta. "Oî la hâtâve opurahéiva. Oiméne upéa raka'e la kurukáu mba'e pe estero mbytépe. Oñepyrû peteî orquesta natural de canto de aves. Opuraheipaite la oîmíva guive. Ha pe cerro lado katu, oñombohovái purahéipe mokóî kogoe (Algunos pájaros cantaban más fuerte que otros. Uno de ellos pudo haber sido el kurukáu, en medio del estero. Comenzó a sonar una orquesta de aves. Todos cantaban al mismo tiempo. Desde el lado del cerro se respondían cantando dos kogoe)", le cuenta Silverio a Gabriel, quien indica que la obra poética tuvo que haber sido de 1963-1964.
La percepción del canto de los ynambu kogoe (una de las 14 variedades de perdices que habitan el Paraguay, conocido también como ynambu ka'aguy; vive en pareja siempre; al cantar dice su nombre; puede pesar hasta un kilo) fue fundamental, ya que le impresionó a Silverio. Éste relacionó el canto de esos pájaros con la situación amorosa que entonces vivía: estaba enamorado de Eusebia Torres, una joven del lugar. "Oje grava che akâme upe momento ajapo haguâ le letra upéi (Se quedó en mi mente ese momento, para hacer luego la letra)", comenta el que después escribiría la poesía que, inicialmente, tituló Che mbarakami.
El amor entre Silverio y Eusebia ya no era tan secreto porque antes ya le había llevado una serenata, que fue una pública declaración de amor. Al hacer el poema, sin embargo, se ubicó en un tiempo anterior a ese hecho, cuando el romance permanecía aún oculto, por lo que dice ko che mborayhu oikóva oñemi.
"Traje la poesía para registrar en Autores Paraguayos Asociados (APA), y me dijeron que Gumercindo Ayala Aquino ya había anotado una obra con ese nombre. Pensé y le puse Mokóî kogoe, porque irráro pôrâ, era bien raro", continúa relatando.
Posteriormente, Silverio Rojas Vargas viajó a Buenos Aires. Allí integró y fue director del recordado conjunto Los Guayaquíes. En la capital argentina encontró a su tío Ramón Vargas Colmán, quien le puso la música. "Tuvo que haber sido en 1966, más o menos", conjetura Gabriel Chaparro. "La estrenamos en Villa Martelli y al año siguiente los primeros en grabarlo fueron Los de la Selva, dirigido por Manuel Romero Villasanti, con el dúo Méndez-López", precisa Silverio Rojas Vargas concluyendo su relato.
MOKÓÎ KOGOE
Che mbarakami péina che moirû
ha'e anga avei che jave oñandu
ko che mborayhu oikóva oñemi
nde keguýpe âgâ amosarambi.
Epáy epu'â ha ejapysaka
nde rayhuhami anive opena
ndénteko yvy ári che quebranta
eja ko ovetâme che kamba pôrâ
lucero mimbícha tacheresape
imomorambýva ne ma'ê paje
he'ukánte chéve amanomboyve
irrósa potýva umi ne rembe.
Amo mombyry ahendu oñe'ê
ahy'o joyvýpe mokóî kogoe
ko'êtî omyagê ha oñombohovái
chôchî tataupa ha korochire.