La despedida tuvo que haber sido rápida y triste. Habrán recurrido, sin dudas, a un lugar común para estos casos: se habrán jurado amor eterno. Él tuvo que haberle prometido matrimonio a su regreso; ella, fidelidad inclaudicable hasta su retorno.
Lo conocido y concreto es que el joven CLETO BORDÓN -nacido el 26 de abril de 1923 en la compañía Hugua Ñarô, jurisdicción de Itá, ubicada en el límite con Guarambaré, fallecido en Asunción el 16 de febrero de 1989-, al cumplir sus 18 años, abandonó su tierra para llegar a la capital y cumplir su servicio militar. La Marina fue su destino.
Cleto y su familia se habían mudado a Itá. Allí, en la Escuela Costa Rica -en la que también estudió el poeta ypacaraiense TEODORO SALVADOR MONGELÓS-, hizo sus estudios primarios. Pronto sobresalió por su inteligencia. El padre MANUEL GAMARRA le eligió para ser su secretario-monaguillo. Este sacerdote fue clave en la vida de aquel adolescente ya que le introdujo al mundo de los versos y de la guitarra, que serían sus pasiones esenciales.
A los 14 años, el maestro Blanco, que tenía una orquesta en Itá, le dio la oportunidad de ser cantor de su agrupación. Algún tiempo después pasó a la orquesta de LOS HERMANOS BORDÓN. De a poco, sus horizontes se fueron ampliando. Su éxito era el fruto de su talento cultivado, pero también de su dedicación y disciplina.
En 1941, a los 18 años, ancló en la Marina para su conscripción militar. Fue allí que escribió la letra y compuso la música de CUARTELERO PURAHÉI. Recordaba a aquella novia -tal vez era iteña- que había dejado por imperio de las circunstancias.
El poeta le expresa que el dolor de la ausencia le quema el alma. Sin embargo, tiene la certeza de que dos años serán breves y que regresará junto a ella. Aguarda con ansiedad el tiempo de dejar el uniforme y el fusil para volver a ser partiku, sin obstáculos ya para estar con ella.
Lo que sucedió cuando CLETO BORDÓN salió de la “jaula" -así concibe al lugar donde cumplía su servicio militar, sintiéndose, por lo visto, prisionero-, no se sabe. AGUSTÍN BORDÓN, el menor de sus hijos, gracias a quien es posible escribir la historia de su padre, dice que nunca escuchó nada al respecto. Lo concreto es que, de alguna manera, en algún recodo de la existencia de ambos, el romance acabó. La canción, sin embargo, quedó para expresar no solo el amor de Cleto hacia su novia -quien tuvo que haber sido muy joven, porque en una parte le pedía upe aja nde ne kuñataî, mientras él estuviera en el cuartel, obviamente- sino el de los conscriptos que habían dejado una amada mirando el camino.
La interpretación del DÚO QUINTANA-ESCALANTE fue la que dio popularidad a la obra, convirtiéndose en un repertorio casi obligado de numerosos intérpretes.
Al salir de la Marina, Cleto continuó dedicándose a la música. Con su primo Luis Bordón y otro compañero, formó un trío. Volvió luego a Itá, donde formó parte de la ORQUESTA TÍPICA DE LOS HERMANOS VILLALBA.
Cuando su hijo ANÍBAL BORDÓN tuvo que venir a la capital para jugar por el Olimpia-siendo luego transferido al River Plate de Buenos Aires-, la familia completa se mudó. En Asunción, además de dedicarse a la música, fue sastre. Había aprendido ese oficio de su suegro.
Como creador de letras y músicas, CLETO BORDÓN dejó un largo listado de obras: BLANCA ITEÑITA, TRISTE NAVIDAD, A LA MADRE, SAN BLAS'I FUNCIÓN, KUCHUI, DUEÑA DE MI QUERER, MI LEJANO PARAGUAY, LUIS ALBERTO DE HERRERA FBC y otras.