Nombre real: DIANA ROSA BAÑUELOS DE DURE
DIANA BAÑUELOS : El nacimiento de Diana Rosa Bañuelos se produjo el 21 de diciembre de 1955, el mismísimo día en que se produjera en el Paraguay uno de los cambios políticos más relevantes de comienzos del stronismo: la destitución del poderoso jefe político colorado, Epifanio Méndez Fleitas, a quien incluso se atribuyó con sobradas razones haber sido el principal responsable de la llegada del general Alfredo Stroessner al poder.
Diana nació en el barrio Ciudad Nueva, Asunción, siendo sus padres Domingo Antonio Bañuelos y Juana Pastore. Tuvo un hermano que la precedió, Domingo Antonio, y dos menores que ella: María Celeste y Juan Carlos.
Los padres de Diana eran militantes políticos de alma, ambos en el febrerismo, de donde ella sacaría inclinaciones que después se manifestarían con nitidez. Domingo Bañuelos, su padre, pertenecía al Bloque de Liberación Nacional, un movimiento interno que fue purgado dentro del febrerismo por ser muy de izquierda. Sus miembros fueron expulsados de ese partido, entre los cuales Bañuelos.
Juana Pastore, la madre de Diana, contrajo nupcias por primera vez con otro prominente dirigente febrerista, Eusebio Quintana Franco, quien fuera asesinado en pleno combate en el marco de la revolución de 1947. Viuda en su juventud, Juana apostó a recomponer su vida con Domingo Bañuelos, otro dirigente del febrerismo progresista.
Diana cursó sus estudios primarios en la Escuela República Argentina, ocasión en que ya mostró una clara inclinación por las ciencias humanísticas. Más adelante, hizo sus estudios secundarios en el Colegio Experimental Paraguay-Brasil, pero un poco antes de concluir la carrera se desató una masiva represión política-policial, afectando directamente a Diana, quien se vio forzada a llevar una vida clandestina, para después salir del país.
TEMPRANA MILITANCIA
Los años 70 fueron especialmente propicios para la militancia de izquierda, pues desde la segunda mitad de los años 60 habían surgido los grupos denominados de “la nueva izquierda”. Los primeros pasos de Diana en el campo de la militancia se dieron en el Colegio Experimental Paraguay-Brasil, donde con algunos de sus compañeros fundaron un mural llamado Augusto Roa Bastos.
La actividad era estrictamente cultural, pero ya muchos sospechaban que había algo más. De hecho el mismo nombre provocó represalias de parte de las autoridades, pues los inquietos jóvenes publicaban poemas de Elvio Romero, otro escritor paraguayo prohibidísimo.
“Teatro, teatro/ teatro y compromiso” coreaban en reuniones de estudiantes secundarios durante concentraciones, quedando claro que las posiciones políticas ya enfilaban hacia la causa antidictatorial. Empezaban a moverse los estudiantes con el pretexto de la cultura. Eran los inicios de los años 70 y si bien no en todos los colegios de la capital, en muchos de ellos se pusieron a funcionar “Academias Literarias”, las que por lo general ponían en contacto a los jóvenes con ideas progresistas.
Diana se destacaba en las actividades, mostrándose consecuente y sistemática. En 1973 tuvo la oportunidad de viajar a Italia, al Norte de Italia, donde en el marco del intercambio estudiantil tuvo la oportunidad de vivir allá durante todo un año.
Pero coincidió que ese año 73, en setiembre, por la vía de un violento golpe de Estado se depuso al presidente de Chile, Salvador Allende. Si bien toda Europa fue sacudida por el lamentable episodio, en Italia las jornadas de protesta contra el golpe militar fueron especialmente fuertes, lo que en gran medida se explicaba por la existencia dentro del país de una izquierda muy extendida, masiva.
Diana se sumó con entusiasmo a las repetidas movilizaciones de solidaridad con Chile, militando con italianos y latinoamericanos que allí vivían, que se manifestaban con energía en contra de la implantación de una dictadura militar en el país andino. Poseedora de cualidades musicales, sobre todo para el canto, ayudaba a animar las movilizaciones con cantos que después enseñaría también a los militantes paraguayos: “Avanti Pópulo”, “Bella Ciau”, “Bandera Rosa” y otras canciones de protesta, comprometidas con la suerte y las luchas de los pueblos.
Cuando Diana retornó al Paraguay el ambiente soportaba una situación muy especial, pues fue el período de auge de los movimientos armados en el Cono Sur. En rigor, había signos de reveses y señales de avances, coexistiendo, pero al margen de ello lo que sí existía es lo que popularmente se llamaba “garra”, voluntad inquebrantable.
En setiembre se había derrocado a Salvador Allende en Chile (Negativo) y desde 1972 se soportaba un golpe militar en Uruguay, para combatir a los “Tupamaros” (Negativo), pero en la Argentina los movimientos “Montoneros” y “Ejército Revolucionario del Pueblo”, ERP, estaban en auge, lo que estimulaba a muchos paraguayos a organizarse para desarrollar la lucha armada.
Para la izquierda nueva de ese tiempo, el stronismo solamente podía entender el lenguaje de las balas, por lo que muchos jóvenes se dispusieron a sumarse a las diversas iniciativas. Diana, concretamente, fue invitada a integrarse al Ejército Paraguayo Revolucionario, EPR; aceptó sin reservas, contenta sobre todo porque la organización incorporaba a hombres y mujeres en igualdad de condiciones.
Era jefe de la célula en la que militó Diana un joven que poco después sería protagonista de importantes pasajes en la historia política del Paraguay, Carlos Mancuello, quien juntamente con los hermanos Rodolfo y Benjamín Ramírez, así como con Amílcar Oviedo, iría a “desaparecer” el 21 de setiembre de 1976.
UN RÁPIDO EXILIO
En noviembre de 1974 la represión alcanzó de llevó al Ejército Popular Revolucionario, EPR, organización en la que Diana estaba militando. Evasio Benítez Armoa, uno de los dirigentes fue detenido en el marco de gestiones que venía realizando para la compra de armamentos de la Marina, y tras esa detención se desató la furia policial stronista. Obviamente, Benítez Armoa no sobrevivió al proceso.
Los principales dirigentes del Ejército Popular Revolucionario, EPR, fueron detenidos y brutalmente torturados: Carlos José Mancuello –jefe de la célula en la que militaba Diana– Amílcar Oviedo, “Tato” y Benjamín Ramírez. La Policía se ensañó sobre todo con Rodolfo “Tato” Ramírez, considerado jefe militar de la organización.
Durante el proceso de investigación saltaron informaciones sumamente relevantes, las que explicaban, en última instancia, la furia de la Policía Política de Stroessner:
Los cuadros del EPR habían intentado ya una vez ajusticiar al general Alfredo Stroessner, y pese al fracaso, no se desistía del propósito.
En la casa de Carlos José Mancuello y su esposa, Gladys Ríos, se encontró un sótano, preparado para servir de “Cárcel del Pueblo”; había planes de realizar secuestros.
El EPR manejaba una lista de jerarcas del stronismo que debían ser ajusticiados.
Por supuesto que la Policía Política de Stroessner dejó de dormir durante casi un mes, procediendo a detener y a torturar a todos los que engrosaban las listas de sospechosos de estar involucrados en el caso puntual. Así, por azar los investigadores descubrieron que existía otro movimiento clandestino de izquierda, el Movimiento Paraguayo de Liberación, MOPAL, cuyos dirigentes y activistas resultaron detenidos y torturados.
También la Policía Política detuvo a personas que no estaban relacionadas con el caso puntual, pero que tenía “antecedentes”. Sobre todo resultó ilustrativo el apresamiento de Heriberto Florentín Peña, colorado, quien años antes había ayudado a Agustín Goiburú a fugarse.
Diana, con menos de 19 años de edad, se vio forzada a solicitar asilo político en la Embajada de Venezuela, dirigiéndose a ese país después de que se le otorgara el status correspondiente. Como le faltaba una materia para concluir sus estudios secundarios, era propósito de Diana seguir estudiando en Caracas, la capital venezolana, pero esto no fue posible, pues las autoridades públicas de todas las reparticiones estatales se resistían a cooperar con los familiares de personas con “antecedentes políticos”, como era el caso.
Cuando la calma retornó al país –años después– los padres de Diana realizaron todas las gestiones pertinentes para posibilitar su regreso al país. Recién en esas condiciones pudo regresar y de inmediato rindió la materia de secundaria que le faltaba y se inscribió en el curso universitario de Sociología, en la Universidad Católica de Asunción, UCA.
Insólito. Diana apenas estaba superando la adolescencia y ya cargaba con una trayectoria política importante. Cuando retornó, apenas tenía 22 años.
MILITANCIA CONSECUENTE
Cuando Diana Bañuelos retornó al Paraguay, el contexto histórico dominante en el país y en la arena internacional era muy especial. De lejos, lo más relevante aportó el drástico cambio de política de los Estados Unidos de América, que de sostener regímenes dictatoriales, pasó a cuestionarlos, promoviendo incluso la redemocratización. La dictadura de Stroessner, pese a tener como antecedente favorable ante el coloso del Norte su obsecuencia invariable, también estuvo en la lista de los sistemas a ser removidos.
Por otra parte, localmente un sector de la oposición democrática se “radicalizó”, ensayándose aproximaciones entre diversos partidos para la eventual formación de un frente anti-dictatorial.
Finalmente, la juventud paraguaya estaba estimulada para lanzarse al combate frontal, pese a los duros golpes que se recibieran en 1974, 1975, 1976 y 1977.
De ahí que en el marco de la intensa militancia, Diana fue víctima directa de uno de los prejuicios que en ese entonces predominaba en la izquierda. Los que privilegiaban su carrera profesional antes que la suerte de los compatriotas eran traidores. Eso hizo que Diana, al igual que toda una camada de activistas, dedicase más tiempo a la militancia que a los estudios.
Los jóvenes del período nada perdonaban, pues se mostraban disconformes con casi todo: programas de estudios, “que mantenían a los jóvenes lejos de la realidad económica, política y social del país”, profesores, “que cuando no eran directamente reaccionarios, eran acomodados”,…
Entre los jóvenes circulaban abundantes libros de comercialización prohibida, como las obras de Carlos Marx, Federico Engels, Antonio Gramsci, Marta Harnecker, Althouser,… Se formaban círculos de lectura y discusión. Varios de sus ex compañeros de secundaria se mostraron especialmente solidarios después de su retorno al país, como Ernesto Heisecke, Víctor Báez Mosqueira, Oscar Rivas y Pedro Céspedes Ruffinelli.
Diana acompañó con entusiasmo y coherencia las campañas encaminadas a sacar a todos los prisioneros políticos del Paraguay en libertad. Así, cuando a fines de 1978 la Juventud Paraguaya por los Derechos Humanos, JPDH, organizó la campaña “Por una Navidad sin presos ni desaparecidos”, ella asumió incluso compromisos de dirección.
En ese mismo período se había planteado la formación de una suerte de frente anti-dictatorial, que acompañaron el Partido Liberal Radical Auténtico, el Partido Revolucionario Febrerista, el Partido Demócrata Cristiano y el Movimiento Popular Colorado. A fines de 1978 ya se había constituido lo que dio en llamarse “Acuerdo Nacional”; al año siguiente, los entendimientos se formalizaron.
MILITANCIA Y “DICTABLANDA”
También fue hacia fines de los años 70 que Diana Bañuelos contrajo matrimonio con otro militante febrerista, Víctor Duré. De ese matrimonio nacerían los hijos de Diana: Soledad, Juan Carlos y Víctor.
Cuando la dictadura stronista ingresó a su fase crítica, desde comienzos de 1980, se habló en el Paraguay de “Dictablanda”; una dictadura más blanda, que pese a parecer un contrasentido, explicaba con un único término el perfil del régimen en que se había convertido el stronismo en esa fase crítica.
Dos casos tuvieron, sin embargo, un trato que escapó totalmente a esta caracterización: la represión al “caso Caaguazú”, que arrojó como saldo trágico la muerte de 11 guerrilleros campesinos, en 1980; y la represión al Partido Comunista Paraguayo (pro-chino), en 1982, en cuyo marco sobre todo los policías se ensañaron con la heroína María Margarita Báez.
Las movilizaciones se sucedían casi a diario y variaban en cuanto a su envergadura; los actos en el exterior se tornaron muy frecuentes. También fueron frecuentes –aunque siempre pasajeras– las detenciones.
Templada como combatiente en decenas de luchas, nada más resta sino destacar que esa mujer, que siempre fue “de armas tomar”, se mantuvo fiel a sus posturas democráticas y progresistas a lo largo de su militancia. Queda para su propio testimonio su paso por la militancia feminista.
TESTIMONIOS DIRECTOS
Exilio: “Viví tres años en el exilio. Allí formé parte de agrupaciones solidarias con el pueblo chileno, argentino, uruguayo. Conocí a muchos compañeros exiliados, que venían totalmente destrozados por la atroz represión militar en los países del sur. Luego volví gracias a una gestión familiar-política”.
“Al rato de volver ya me incorporé a la Juventud Febrerista donde conocí a Pelusa Villagra, Víctor Duré, Roberto Paredes, Rodrigo Zelada, Sonia Aquino, Aníbal Carrillo y otros más. Integré con todos ellos también la Juventud Paraguaya por los Derechos Humanos. Luciano Gutiérrez, un compañero concepcionero me invitó a militar nuevamente. Empezamos a retomar lazos internacionales”.
“Viajamos mucho al Uruguay y a la Argentina donde se desarrollaban encuentros juveniles. En el Brasil, concretamente en Foz de Iguazú, realizamos con compañeros/as del lugar varios eventos. Una compañera, Mirta Báez, fue una de las artífices de estos encuentros que se realizaron con la presencia de personalidades regionales, como Pérez Esquivel”.
“En España estaba el PSOE, que nos invitaba a menudo para darnos su apoyo. Viajábamos y al retornar al país surgían problemas de todo tipo: Éramos demorados, coaccionados, a veces detenidos, interrogados en el propio aeropuerto. Una de las detenciones se produjo en la Delegación de Gobierno de Encarnación con la estimada compañera Soraya Saúa, Víctor Duré y otros. Otra de ellas ocurrió frente al edificio Balmoral, donde residía el compañero Aníbal Carrillo. Esa vez estuve con la compañera Graciela Araujo, alojada en Investigaciones y después en la Comisaría 12”.
Periodismo: “Formé parte del plantel de redacción del periódico “El Pueblo” en algún momento de la militancia, bajo la dirección de Humberto Pérez Cáceres, gran periodista y orador. Escribí bajo mi responsabilidad el artículo titulado “Perdí a mi hijo en Investigaciones”, donde se consignaba las penurias sufridas por María Margarita Báez, compañera del Partido Comunista pro-chino, bárbaras torturas. Después de esa publicación me sugirieron esconderme un buen tiempo”.
“Así y muchas veces más me tocó abandonar mi casa; entonces mis hijos se iban a la casa de los abuelos. En esas circunstancias, vivieron mis hijos, como se dice comúnmente a la de Dios es grande. En esa época también había que esconder a los compañeros, o había que hacerle el aguante, porque éramos muy pobres. No podíamos trabajar porque nadie quería comprometerse”.
Febrerismo: “Formé parte del Movimiento Interno del Partido Febrerista, “Unidad y Modernidad Para el Cambio”, con Euclides Acevedo, Enrique Sánchez, Carlos María Lezcano y otros. Fui Secretaria Nacional de la Juventud Revolucionaria Febrerista en un momento clave en la lucha antidictatorial. Formamos un movimiento interno denominado MHAS (Movimiento Hacia el Socialismo) donde militaba también Carlos Martini. Con Enriquito Riera, Felino Amarilla, Martín Saneman, María José Rolón, Luchi Guanes, Hilda Granado, Hugo Lovera, el Ing. Medina y otros formamos la Juventud del Acuerdo Nacional y llevamos a cabo numerosas movilizaciones antidictatoriales, en la capital y en el interior del país”.
“En Encarnación y en Concepción por ejemplo. En esos lugares teníamos permanentemente amenazas, fundamentalmente si salíamos a las calles a marchar. Cuando nos reuníamos, la policía cercaba nuestras casas. La consigna era elevar cada vez más el nivel de la lucha callejera, a través de movilizaciones donde los dirigentes teníamos que ir al frente, para dar el ejemplo. En una de mis detenciones también le apresaron a mi esposo Víctor Duré, quedando mis hijos solos. Las integrantes de la agrupación Mujeres por la Democracia solidariamente les asistieron”.
Feminismo: “El feminismo fue un capítulo aparte dentro de la militancia. Nos marcó a fuego, creo que a todas, porque nos removió cuestiones internas. Esto provocó roces entre varones y mujeres, porque empezamos a reunirnos solas, sin ellos. Además, empezamos a criticarles y a plantear otra forma de relacionamiento. Algunos compañeros no nos perdonan hasta hoy esa rebeldía. Fue dura la lucha, nuestras compañeras fueron a prisión, pero fue una experiencia enriquecedora. Un material que en aquel entonces se leyó mucho fue “NUESTROS CUERPOS, NUESTRAS VIDAS”.
Obs. : Retrato corresponde al artista FEDERICO CABALLERO
Fuente : REBELDES POR LA PATRIA, por ROBERTO PAREDES . SECRETARÍA DE LA MUJER DE LA PRESIDENCIA DE LA REPÚBLICA ( www.mujer.gov.py ). Comité de género de la ITAIPU BINACIONAL. COLECCIÓN KUÑA REKO. Editorial SERVILIBRO. E-mail: servilibro@gmail.com / Web: www.servilibro.com.py. Asunción, Paraguay, 2011.