Invadido por un amor fulminante, a primera vista, decidido a casarse aunque el mundo se partiese en cuatro pedazos, el poeta ALFONSO ROMERO ADORNO -nacido en la compañía Recoleta, de Acahay, departamento de Paraguarí, el 26 de enero de 1938-, trataba de vender su vehículo en Hoenau, Itapúa.
Su Dodge Rural le daría el dinero para contraer matrimonio con su novia, ELOÍSA JOSEFINA SERVÍN, a quien había conocido por una de esas casualidades que la vida proporciona hacía tan solo cuatro meses.
La historia del casamiento, en realidad, no comenzó con quien entonces era la única destinataria de sus afectos. Comenzó con otra mujer a la que después de tres meses de ausencia prometió casamiento.
-Rolegi che rembirekorâ ha ñamenda (te elegí para que seas mi esposa y casémonos)-, le dijo, categórico, al regresar.
-Nde juicio piko oî porâ (¿Estás bien de la cabeza?)-, dudó la otra, que le conocía.
"Cumplí con ella dos meses impecablemente. Llegó la fiesta de Año Nuevo de 1962. Fuimos al Mbiguá. Che chúko che (Era elegante yo): traje de brin de hilo blanco. Al amanecer volvimos. Su familia me invitó a pasar el día. Dije que iría a cambiarme la ropa y que volvería. Mi novia me pidió que le llevara a su casa del barrio San Vicente, con la camioneta, a sus dos primas que habían estado con nosotros en el baile. Cómo no, dije, y las llevé", recuerda Alfonso en el restaurante La Curva donde conversamos ajenos a la música y al ruido del entorno.
Al llegar adonde iban, encontraron que en el vecino aún estaban bailando. Las dos hermanas fueron llevadas por la dueña de casa donde recibían con alborozo a 1963. A él, también, sin muchas palabras. La señora presentó al joven a una chica que estaba barriendo.
-Ha Fina-, le preguntó por su prima hermana.
Le respondió que estaba durmiendo en su casa, al lado del domicilio donde todo era celebración. La vecina sin sueños, entonces, se fue a despertarle a ELOÍSA JOSEFINA -a quien apodaban Fina-y la trajo casi a empellones.
"Apenas la vi, me enamoré de ella. Allí mismo supe que iba a ser mi esposa", rememora Alfonso.
La otra quedó esperando en vano todo el día. El novio estaba iniciando otro romance. Cuando paró la danza y él reaccionó de su deslumbramiento inicial, se fueron a pasar el día en un balneario en San Lorenzo.
Al amor de ayer suplía el de hoy, sin vueltas. Él persistió en su afán de casarse. Para el 8 de mayo se fijó la boda.
"No tenía dinero, por lo que opté por vender mi vehículo", cuenta. Por eso estaba en el sur, en Hoenau. Allí, pensando en quien iba a ser su compañera en la vida, escribió HOY, DESDE LEJOS. Luego, ya en Asunción, MARTÍN ESCALANTE le pondría la música.
La letra dice "morocha divina". Ella, sin embargo, es trigueña. ¿Qué pasó ? "Estaba tan enamorado que no me di cuenta de ese detalle", concluye ALFONSO ROMERO ADORNO.