Portal Guaraní - LA GARRA GUARANÍ - Por LUIS BAREIRO

Ahora que se acabó la parafernalia electoral, las advertencias apocalípticas sobre el avance de la izquierda, las amenazas globalistas que se yerguen sobre la sacrosanta familia paraguaya y el rayo homosexualizador oculto en la bóveda de la Embajada estadounidense, resulta casi aburrido regresar a la rutina criolla, a ese territorio conocido de los villanos de entrecasa que no pretenden destruir al mundo ni acabar con nuestra idiosincrasia, pillos menores que solo buscan sobrevivir lo mejor que se pueda nutriéndose del dinero público o engordando a la sombra generosa del hampa.

No tendrán el glamur de los otros, pero son los chanchos de nuestro chiquero. Hagamos el esfuerzo de volver a poner la atención en ellos, no sea que se nos depriman.

Así pues, de la cruzada nacional contra Soros y Gates, desconcertantes multimillonarios que impulsan el marxismo apátrida, retornemos a las historias con sabor a pueblo, como la del presidente de seccional devenido en consejero del IPS, con su salario de más de treinta palos, su consabido vale de combustible y su heredera política ocupando el cargo que él mismo usufructuó antes por años.

La sucesora, como no podía ser de otra manera, ya metió en la nómina de la previsional al marido, dos hermanas y un hijo. Total, que la tradicional y honrosa familia paraguaya, republicana y creyente, nos cuesta solo en este caso alrededor de ochocientos millones de guaraníes por año, una minucia para una institución a la que le sobran recursos y asegurados satisfechos.

Retomamos también la promoción de la marca país, con la orden internacional de detención de dos ciudadanos libaneses acusados de participar del atentado terrorista contra la mutual israelí en la Argentina. De acuerdo con la investigación, ambos están afincados en la zona de la Triple Frontera y se mueven en toda la región con pasaportes paraguayos. Ya en el pasado hubo especulaciones sobre la protección política en Paraguay a personas vinculadas con la organización terrorista responsable de aquella masacre. La situación llegó a ser tan tensa que la Embajada de Estados Unidos incluso anuló el pasaporte de algunos legisladores paraguayos. Uno de ellos será el ministro de Justicia del nuevo gobierno.

Por supuesto que esta es una cuestión sin mayor relevancia si consideramos que apenas unas horas antes el ministro del Interior nos refregó en la cara las últimas estadísticas de crímenes en la región que, según él, nos convierte en el segundo país más seguro del continente. La sensación de seguridad que nos embargó a partir de esa información fue notable. Nunca sabremos, sin embargo, si el dato le llegó a tiempo a Marcio Sánchez, conocido bajo el alias de Aguacate, líder de una banda de asesinos cuyo cuerpo sin vida apareció un día después del anuncio ministerial a una cuadra del Palacio de Justicia de Pedro Juan Caballero. Tenía 33 disparos de bala.

Aguacate integró alguna vez el equipo de seguridad del poderoso narco Jorge Rafaat, asesinado en 2016 con un arma para derribar aviones. Tras la salida de su jefe, ascendió en el competitivo mercado del hampa hasta convertirse en el líder de una eficiente organización dedicada al asesinato por encargo. Se le atribuyen alrededor de cincuenta crímenes, entre ellos la muerte de la hija del actual intendente de Pedro Juan Caballero, Ronald Acevedo.

Paralelamente a estos hechos menores, seguimos otros igual de irrelevantes como la implicancia de un coronel de Estado Mayor en el intento de meter un teléfono móvil en la celda de Tío Rico, sobrenombre de Miguel Ángel Insfrán, líder de una banda de narcos que enviaba toneladas de cocaína a Europa, una pandilla de lo más heterogénea entre cuyos miembros se encontraban algunos conspicuos pasajeros de la avioneta del diputado Erico Galeano, acusado de lavado de dinero e inmerso en una guerra de chicanas buscando poder jurar como senador por el partido de gobierno.

En fin, una lista de cándidos granujas que apenas suponen algún problema por resolver ahora que ya esquivamos los únicos verdaderos peligros para nuestra patria, todos esos multimillonarios amanerados y satanistas cuya obsesión enfermiza es acabar con nuestra soberanía. Felizmente, no contaban con la garra guaraní.

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