LAS MOCHILAS TRASLÚCIDAS DE PILATOS

Por LUIS BAREIRO

lbareiro@uhora.com.py

Si un problema resulta exageradamente peliagudo, si la salida del berenjenal se presenta esquiva, si la formulación de soluciones excede la capacidad de quien debe proponerlas, no hay nada más sencillo que pasarle al fardo a otro. Es un clásico que abunda en metáforas como esquivar el bulto y esconder el cachete, la jeringa, o en humoradas filosóficas como aquella que afirma que solo es capaz de sonreír ante la adversidad y la tragedia aquel que ya sabe a quién echarle la culpa.

Esto es exactamente lo que está haciendo el gobierno en los estertores de su administración con respecto al drama de la violencia ciudadana que –como era lógico que ocurriera en algún momento– empieza a mostrar su horrible faz en escuelas y colegios. No hace falta repetir la dolorosa lista de sucesos recientes que llegaron incluso a enlutar una escuela, basta con decir que fueron lo suficientemente perturbadores como para desplazar por unos días la preocupación rutinaria, por eso que llamamos la delincuencia urbana, el robo bagatelario destinado a la adquisición de una urgida dosis de droga.

Lo cierto es que tras la ocurrencia de estos hechos la primera reacción del Ministerio de Educación fue la clásica salida de un estado policiaco: proponer mochilas transparentes, cateos a estudiantes e incluso la instalación de detectores de metales. Solo faltó discutir el uso del polígrafo y la oportunidad de la delación premiada para pasar de curso.

Como era fácil de prever en una sociedad como la nuestra que nunca aprendió a resolver problemas en libertad, hubo enseguida hinchada favorable para esa conversión de párvulos y adolescentes en individuos sospechosos. La lógica es simple y contundente: todos son culpables hasta que se demuestre lo contrario, o hasta que los morrales traslúcidos dejen a ojos vista libros, toallas higiénicas, algún preservativo y el celular. Felizmente, también hubo voces que advirtieron que aplicar medidas de control carcelario no es la mejor estrategia para que menores de edad se sientan cómodos y seguros en un espacio educativo. Alguien dijo que lo mismo se hace antes de abordar un avión. Y es cierto, solo que nadie sube a uno para aprender Física, Matemáticas o Educación Cívica.

Ante la polémica, la autoridad estatal decidió recurrir una vez más a las sagradas escrituras, pero no a la doctrina, sino simplemente a la anécdota. Se lavó las manos. Dejó la decisión de cachear mochilas y estudiantes a cargo de una comisión de profesores y padres. Que lo resuelvan las familias y los maestros.

¿Qué le hace suponer al MEC que una mayoría de padres que trabajan entre ocho y doce o más horas al día, que en general no saben cómo administrar sus propias emociones, que soportan terribles situaciones de violencia interna y que en más del setenta por ciento ni siquiera completaron la secundaria están en condiciones de resolver un problema que ellos no pueden hacerlo?

¿De dónde sacan que una legión de maestros mal pagados, con una infinidad de culebrones diarios en el aula, con una formación deficiente –salvo honrosas excepciones– y provenientes de la misma sociedad violenta que provoca estas explosiones de ira, pueden resolver el entuerto?

Lo que vivimos hoy no es novedad en el mundo. No somos una especie diferente, ni biológica ni culturalmente. Somos un país más del montón. Y estos dramas los vienen estudiando desde hace décadas. Si queremos resolverlos necesitamos ciencia y voluntad política. El MEC debería estar trabajando con la academia, con el Ministerio de Salud, con sicólogos y siquiatras; con sociólogos, pedagogos y economistas y con aquellos que tienen la experiencia en el aula.

Las ciencias nos darán las pistas de qué hacer y la política debe gestar los acuerdos para hacerlo. Para eso se crean instituciones que pagamos con nuestros impuestos, para resolver los problemas. Y si no saben ni pueden hacerlo se van, no se lavan las manos y nos tiran el fardo.

Fuente: ULTIMA HORA (ONLINE)

www.ultimahora.com

Sección OPINIÓN

Domingo, 11 de Junio de 2023

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