EL VERSO

Por LUIS BAREIRO

lbareiro@uhora.com.py

¿Qué supone ser de izquierda o de derecha? ¿Qué implica formar parte de progresistas o de conservadores? ¿Qué actitudes o acciones pueden ser consideradas de corte fascista? ¿La propiedad privada tiene más garantías en el Paraguay de Abdo que en el Brasil de Lula o el Chile de Boric?

Nunca antes tanta gente tuvo tanta información al alcance de sus manos; y, sin embargo, jamás hubo tanta confusión en la humanidad como en estos tiempos de las redes sociales y la impunidad discursiva. Como en el tango de Discépolo, hoy ubican en el mismo escaparate ideológico al capitalista que defienda el matrimonio gay, al ecologista convencido de la superioridad de la raza aria o al anarquista que cree en las vacunas, un cambalache retórico en el que Soros y Chico Méndez retozan con Teresa de Calcuta.

En Paraguay, esta promiscuidad retórica es todavía mayor. Aquí, un presidente de seccional que ocupa un cargo en la cementera del Estado y tiene a la esposa ubicada en la destilería pública de alcohol de caña y a los hijos en la monopólica compañía estatal de electricidad advierte a gritos sobre el peligro de que asuma un gobierno socialista y destruya la libre competencia.

El cinismo no tiene límites. El partido al que está afiliado más del 85 por ciento de los funcionarios, que en setenta años en el poder ha creado empresas públicas que monopolizaron las telecomunicaciones y la generación y distribución de la electricidad, entre otras, y que por décadas fijó por ley las tasas de interés o la cotización del dólar, hoy pretende erigirse en la única garantía de la libertad del mercado.

La situación se torna incluso más engorrosa cuando se trata de las libertades individuales, piedra angular de la democracia liberal que dio vida a los dos principales partidos políticos paraguayos. Resulta que, de un tiempo a esta parte, todas las corrientes que defienden los derechos de las minorías o la equidad entre hombres y mujeres, o la necesidad de respetar un Estado laico pasaron a ser, según el antojadizo relato neoconservador, parte de lo que llaman la izquierda cultural.

Si por izquierda se refieren a los regímenes marxistas, conviene recordar que estos se caracterizaron siempre por perseguir e incluso encarcelar a las minorías no heterosexuales, y por encalabozar –no pocas veces– a movimientos feministas.

Imposible en un espacio tan breve repasar las características de cada uno de los diferentes movimientos políticos e ideológicos que existieron y existen; y que seguimos colocando imaginariamente a la izquierda o la derecha de aquella primera asamblea nacional constituyente que nació de la revolución francesa. Les invito a que hagan uso de la tecnología y busquen en su teléfono cuanto menos algún resumen rápido de ese periplo ideológico. Puede que les sorprenda revelarse partidarios de una visión del mundo que hoy condenan solo por desconocimiento.

Como sea, uno descubre con los años que esas ideas son solo principios generales que nos permiten ordenar las propias. No son dogmas o no deberían serlo. La madurez debería permitirnos contrastar la teoría con la contundencia de los hechos.

En la medida en que envejezco tiendo a creer cada vez más en las libertades individuales como principio fundamental para encarar la vida. En todo lo demás, la experiencia del devenir me dice que no hay nada mejor que el pragmatismo.

Creo en el capitalismo como único modelo exitoso conocido para generar riqueza, en la necesidad de un estado de derecho para organizar la vida gregaria y garantizar las libertades; en buscar igualdad de oportunidades para conquistar una paz duradera y en la solidaridad y la empatía con los demás seres vivos como símbolos inequívocos de nuestra evolución.

Y creo en la democracia como la mejor herramienta para lograr esos objetivos… y en la alternancia como ejercicio necesario para fortalecer la democracia. Los demás es verso.

Fuente: ULTIMA HORA (ONLINE)

www.ultimahora.com

Sección OPINIÓN

Domingo, 23 de Abril de 2023

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