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LUIS BAREIRO
  HUMANOS - Por LUIS BAREIRO - Domingo, 30 de Octubre de 2022


HUMANOS - Por LUIS BAREIRO - Domingo, 30 de Octubre de 2022

Acaso lo más complicado de vivir o intentar vivir en democracia es la tolerancia.

Es harto difícil aceptar el derecho del otro a creer en lo que se le ocurra, tanto como para ese otro soportar que mis creencias sean muy distintas e incluso opuestas a las suyas. Mi primer ejercicio data de los tiempos de la adolescencia, con mi padre, para ser más precisos. Lo recuerdo porque aquel debate primigenio no resultó del todo feliz para mí. Papá me echó de la casa. Fin del conflicto.

En la vida adulta, empero, las diferencias ya no se pueden dirimir así. No nos pueden echar del país y no podemos echar a nadie. Mientras nuestras convicciones no afecten los derechos de los demás, mientras las creencias ideológicas, políticas o religiosas no se traduzcan en acciones que se salgan de los límites de la ley, tenemos necesariamente que aceptar que las personas que las tengan poseen el mismo derecho que nosotros de promocionarlas, no importa cuán insufribles nos resulten.

Eso no quita, por supuesto, que el debate sea intenso y a menudo desgastante. Y las redes le han dado una magnitud virtual cuasi demencial, aunque es probable que en la mayoría de los casos no pase de esa engañosa virtualidad. Por decir, es casi seguro que polémicas que se comen cantidades ingentes de gigabytes en los foros de internet le importen poco y nada a la gran mayoría de la población, inmersa en cuestiones más inmediatas como llegar con su magro salario a fin de mes.

Voy a un ejemplo concreto para dibujar el concepto, como dicen en el fútbol. Casi todos los militantes de las teorías de conspiración se me antojan salidos de una mala película. Por decir, me resulta imposible entender que un adulto crea en una confabulación a escala universal que incluya a multimillonarios y organizaciones multilaterales con el objetivo secreto y perverso de promover tendencias sexuales ajenas a la heterosexualidad con el objetivo último de reducir la población mundial.

Sin embargo, para no pocos adultos, esa es una convicción casi religiosa y, por lo tanto, quienes no la compartimos –e incluso la combatimos– pasamos a ser parte de la conspiración, probablemente pagados por los mecenas que están tras ella. Para los partidarios del complot a escala global, la conjura es tan real como para mí la convicción de que se trata de una estupidez. De hecho, entre quienes lean esta columna habrá tantos partidarios de una tesis como de la contraria, y los militantes de cada causa probablemente aportarán sus comentarios al pie del artículo, cargado de los insultos de rutina.

En estas controversias, poco y nada importan los hechos. En mi caso particular, pese a ser un hombre blanco, heterosexual, casado ante el Estado y la Iglesia, con tres hijas, miembro entusiasta de la burguesía acomodada, feliz beneficiario del modelo capitalista y de amplia ideología liberal, termino siempre incluido en presuntas conspiraciones de la izquierda comunista o de los impulsores de la homosexualización del planeta.

Pero no es mi intención debatir sobre este tema ahora. Mi punto es que quienes me adosan determinadas calificaciones (salvo los operadores políticos que responden a otros objetivos) creen realmente que existe tal confabulación, y que soy efectivamente un feligrés más de Soros o Gates o el financista de turno. Por mi parte, estoy convencido de que ellos tienen un serio problema en la azotea. No logro explicarme de otra manera cómo pudieron llegar a semejantes conclusiones.

El punto es que ni ellos ni yo tenemos planes de abandonar el país, y no existe la menor posibilidad de que consigamos que el otro se marche. Esta no es la discusión con mi padre. Somos adultos y estamos obligados a tolerarnos.

El debate apasionado de hoy será sustituido mañana por otro y las alianzas probablemente serán distintas. El punto es aprender a vivir con esa constante de manera civilizada, entendiendo que son precisamente esas visiones tan distintas del mundo las que nos hacen tan humanos, para bien y para mal.


 

Fuente: ULTIMA HORA (ONLINE)

www.ultimahora.com

Sección OPINIÓN

Domingo, 30 de Octubre de 2022



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