LA NIÑEZ NO PUEDE ESPERAR

No pienso colaborar con la campaña de desinformación montada por operadores políticos y alimentada por fundamentalistas religiosos y mentirosos compulsivos, gestores permanentes de teorías de conspiración. Es más práctico y saludable apartarnos por ahora de determinados debates y focalizar la atención en aquello en lo que difícilmente pueda haber controversia. Obviamente, estoy hablando del drama espantoso que supone hoy la educación pública.

Los datos duros no pueden discutirse. La abrumadora mayoría de los estudiantes paraguayos no pueden resolver un problema básico de matemáticas y son incapaces de leer e interpretar un párrafo, ni hablar de redactar coherentemente uno. Los mismos resultados catastróficos se repiten en la evaluación de todas las materias relacionadas con las ciencias en general. Básicamente, estamos lanzando al mercado una generación de analfabetos funcionales.

Semejante estado calamitoso tiene causas que nadie puede poner en duda. La primera y más importante es la pobrísima formación inicial de los docentes (con honradas excepciones, por supuesto). El grueso de las mujeres y los hombres que optan por la carrera de la docencia son estafados con una magra formación académica y una perspectiva salarial incluso peor. Con semejante escenario futuro, es lógico que no sean los mejor calificados quienes elijan ser educadores.

La segunda obviedad es la necesidad de infraestructura. Supongo que no habrá quien disienta con respecto a la urgencia de dotar a los estudiantes de un espacio digno donde estudiar. Desde lo más básico, como agua potable y baños en condiciones, hasta laboratorios, bibliotecas y lugares donde practicar deportes.

Y la tercera cuestión incontrovertible y acaso la más obvia de todas es el financiamiento. Sin recursos no se puede encarar reforma alguna. No es posible crear nuevos institutos de formación docente ni garantizar una carrera con ajustes salariales por resultado si no hay previsibilidad económica. No se puede planificar la construcción de centros educativos ni la conectividad ni el uso de tecnología, ni siquiera la merienda escolar si no hay plata.

El modelo educativo no se detiene, ni los niños y niñas dejan de crecer a la espera de que una sociedad tribal como la nuestra se ponga de acuerdo sobre cuestiones de moral. Al modelo fallido de educación pública se le sumaron ya dos años de parálisis merced a la pandemia. Es imposible estimar siquiera el daño que se le ha infligido a los estudiantes en ese lapso.

Felizmente la situación no es irreversible. Hay muchas cosas que se pueden hacer mientras seguimos debatiendo la transformación educativa. Reforzar las áreas de matemáticas y ciencias. Llevar adelante campañas intensas de lectura. Desarrollar concursos de oratoria y redacción.

Ya lo dije antes: nos urge iniciar un plan de reclutamiento de las mejores mentes. Necesitamos un nuevo ejército de maestros. En los próximos años se jubilará casi la mitad del plantel de docentes del Ministerio de Educación. Serán como veinte mil jubilados. Y habrá que llenar esas vacancias. Deberíamos estar formando ahora a esos sucesores.

Por cierto, la cuestión de la educación no se puede limitar a lo que planifique o vaticine el MEC. Es muy probable que las inversiones privadas previstas en áreas como las de generación de hidrógeno verde, pasta de celulosa o electro-intensivas generen en los próximos años una demanda histórica de recursos humanos de alta calificación técnica. En torno a estos nuevos polos de desarrollo se crearán los puestos de trabajo mejor pagados. Si no empezamos a formarlos ahora, quienes los ocupen serán extranjeros.

Por supuesto que hay mucho más que necesitamos plantearnos cuando hablamos de la educación. ¿Qué tipo de ciudadanos y ciudadanas queremos formar? ¿Qué país queremos construir? ¿Es correcto permitir el adoctrinamiento religioso desde las escuelas públicas? No hay una respuesta única y todas siempre serán pasibles de controversia. Igual tendremos que encararlas; pero, mientras, nos urge empezar con aquello en lo que ya tenemos consenso. El mundo no para y nosotros tampoco podemos hacerlo. La niñez no puede esperar.

Fuente: ULTIMA HORA (ONLINE)

www.ultimahora.com

Sección OPINIÓN

Domingo, 23 de Octubre de 2022

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