YO PIDO PERPETUA

Por LUIS BAREIRO

lbareiro@uhora.com.py

Permítanme hablarles del éxito rotundo de la reforma agraria del partido agrarista que lleva casi un siglo en el poder. Desde los años cincuenta a la fecha, las sucesivas administraciones coloradas (salvo por una pequeña interrupción de cinco años) han repartido entre tres y diez millones de hectáreas de tierras públicas, casi una cuarta parte del territorio nacional. Considerando que hoy apenas pasamos de los siete millones de habitantes, que menos de la mitad vive en el campo, y que de ese grupo solo un tercio se dedica a la producción agroganadera, no debería haber un solo paraguayo o paraguaya sin una propiedad para explotar. No debería, pero hay.

Según la institución encargada de comprar y vender tierras para la reforma agraria, el Indert, de esa repartija salvaje de fincas, apenas el 30% aparece perfectamente identificado con sus características y dimensiones en el catastro nacional, y con un título de propiedad apuntado en la Dirección de los Registros Públicos.

O sea, siete de cada diez adjudicaciones pueden estar apuntadas en cualquier lugar del mapa y poseer varios títulos de propiedad… o ninguno. Un pedazo enorme de la patria habita una tierra mágica donde cualquiera puede especular sobre su propiedad y dimensiones. Y, de hecho, lo hacen.

Igual, esa misma entidad sigue comprando y repartiendo tierras. A la fecha acumula una deuda de 140 millones de dólares por tierras adquiridas o expropiadas que nunca pagó. Y pide más presupuesto para seguir haciéndolo.

En teoría, el Estado tiene otras tierras que podría recuperar. Según el informe Verdad y Justicia emitido hace más de una década, alrededor de ocho millones de hectáreas se adjudicaron a personas que no eran sujetas de la reforma agraria, o les entregaron propiedades que excedían largamente los límites establecidos en la ley.

La mayor parte de los beneficiarios formaban parte de la banda delictiva capitaneada por Alfredo Stroessner, hombre de pocas palabras que ya había acuñada la máxima “Dios, patria y familia” y que respondía al alias de Mi general. Militares, comerciantes y amigos varios se hicieron con cientos de miles de hectáreas públicas.

Allá por el 2008, la Procuraduría General de la República inició una veintena de juicios con la supuesta intención de recuperar esas fincas. Los perdió todos porque, según los jueces, la institución carecía de legitimidad activa para demandar. De acuerdo con estos, debía hacerlo la misma organización que entregó las tierras, o sea el Indert.

Pese a las derrotas en las que el Estado además debió pagar las costas del juicio (solo en un caso, los abogados de la contraparte le regularon al Fisco más de cinco mil millones de guaraníes), nunca se cambió la estrategia. El Indert jamás inició juicio alguno.

El actual procurador dice que está revisando los casos. Explicó que si las adjudicaciones son declaradas nulas de origen las tierras todavía pueden recuperarse; pero, si son consideradas “anulables” ya prescribieron. La definición la debe dar la Justicia, la vieja confiable de siempre.

Mientras, la existencia real de estas tierras adjudicadas ilegalmente (tierras malhabidas) se ha convertido en el argumento principal de organizaciones de campesinos que invaden propiedades asegurando que son estas fincas públicas, o tierras que el Estado entregó a paraguayos y terminaron en manos de colonos extranjeros, terratenientes o grandes empresas mediante ventas fraudulentas.

Contrario al discurso oficialista, estas invasiones han sido orquestadas en la mayoría de los casos por operadores políticos regionales (diputados, intendentes, gobernadores, presidentes de seccional, concejales), y entre los ocupantes hay pillos rentados, agitadores de izquierda y legítimos campesinos desesperados en busca de una tierra.

Desde el mismo partido responsable de este zafarrancho plantean ahora como única solución aumentar las penas para quienes invadan una propiedad. Y eso es todo. Puede que tengan razón. Es más, propongo perpetua para cada uno de los gestores de estos exitosos cien años de agrarismo republicano. El único problema es dónde los metemos a todos.

Fuente:  ULTIMA HORA (ONLINE)

www.ultimahora.com

Sección OPINIÓN

Domingo, 26 de Septiembre de 2021

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