APRENDER A GANAR Y A CEDER

Por LUIS BAREIRO

El paro de los camioneros ratificó la vigencia de dos características comunes en cualquier conflicto económico y social en Paraguay: la informalidad y la hipocresía. Lo primero que hay que decir es que el origen de la controversia nunca fue ideológico, como pretenden convencernos algunos políticos empeñados en construir un enemigo de ficción que nos haga olvidar que en este culebrón de más de 70 años los villanos han sido siempre ellos.

El paro de los camioneros tiene que ver con una discusión económica, la fijación del precio de los fletes. El Estado no debería verse obligado a participar en un debate que tendría que haberse dirimido mediante la oferta y la demanda del mercado.

El problema es la anarquía que reina en ese mercado en el que convergen cientos de camiones que circulan sin ningún control técnico, flotas adquiridas con dinero de origen espurio, intermediarias fantasmas, miles de trabajadores sin seguro social y más oferentes de los que los potenciales contratantes necesitan. Un batiburrillo infernal en el que nadie respeta las reglas del juego.

Así pues, la cuestión de fondo es la de siempre, la informalidad; una informalidad que es consecuencia de la inutilidad del Estado para hacer que las leyes se cumplan. Solo por mencionar uno de los datos que saltaron durante el conflicto: hay más de 60 mil camioneros, pero solo 14 mil aparecen registrados en Tributación. Ni hablar de las empresas intermediarias que subcontratan a los camioneros y que en varios casos son apenas una línea de teléfono.

La segunda cuestión es la hipocresía con respecto al mecanismo de presión que utilizan todos los sectores para forzar la participación del Estado. En Paraguay, cualquiera que tenga un reclamo que hacer cierra una calle o una ruta; desde los estudiantes universitarios y los médicos hasta los vendedores de tomates, los cañicultores y los maestros.

Es un hecho. Ningún sector consigue que le hagan caso hasta que se convierte en un fastidio intolerable para la mayoría. Y es ese malhumor social el que obliga a los burócratas de turno a buscarles una salida.

Por supuesto que está mal. Desde luego que es una clara violación de los derechos de los demás al libre tránsito. Claramente es inconstitucional. Y definitivamente es irritante, injusto para la mayoría e inexorablemente provoca el descrédito y la bronca hacia la causa de quienes se están manifestando.

Pero, parece que es la única herramienta de presión que funciona.

Eso es espantoso. Primero, porque las causas legítimas y con posibilidades de solución deberían tener formas menos traumáticas de ser encauzadas. Y segundo, porque no todos los reclamos pueden tener una respuesta. Algunos son sencillamente imposibles de cumplir.

Todos sabemos cómo funciona esto, pero fingimos demencia. Los líderes de los camioneros simulan sorpresa cuando se denuncia que sus compañeros cierran una ruta, las autoridades ponen cara de guerra y advierten que no tolerarán excesos y los demás protestamos y pedimos la cabeza de los responsables, aunque sabemos que nada pasará… mientras, se desgranan los días.

Al final, quienes reclaman consiguen alguna que otra conquista, varias promesas y la ruta se despeja hasta que venga la siguiente ola de protestas.

El cierre de rutas, la toma del colegio, la regulada de colectivos… son consecuencias. Tenemos una dificultad de origen preocupante; hemos perdido toda capacidad de negociar, de buscar acuerdos. Y lo peor es que esa dificultad es potenciada por el discurso oportunista y miserable de los sectores políticos que necesitan que nos sigamos viendo como enemigos. Como los buenos y los malos. Los zurdos y los fachos, los progres y los gorilas.

La mayoría de los camioneros están afiliados a los partidos Colorado y Liberal. Son microempresarios. Quieren ganar plata. La ideología les importa nada. Su conflicto es económico.

Nos urge aprender a negociar. A ganar y a ceder. Si no, perdemos todos. Solo ganan los de siempre, los pescadores políticos de río revuelto.

Fuente:  ULTIMA HORA (ONLINE)

www.ultimahora.com

Sección OPINIÓN

Domingo, 15 de Agosto de 2021

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