EL APRIETE ORGANIZADO
Por LUIS BAREIRO
lbareiro@uhora.com.py
Para quien tuviera dudas sobre la efectividad de la presión ciudadana, en menos de 48 horas tumbó a un contralor y forzó el desbloqueo de listas para el Congreso, proyecto que llevaba más de una década encajonado. El grueso de los legisladores actuó por miedo a esa masa a la que ya no puede ningunear sin riesgo de escrache, desafuero, pérdida de investidura e incluso prisión. De muestra aleccionadora tienen a un ex colega acomodándose el bisoñé en una celda, y a otro desaforado y aguardando turno con su consorte en los pasillos de la justicia.
Es cierto que el nuevo contralor llegó a vice y ahora a titular por acuerdo político, no por su fulgurante carrera; y que el desbloqueo es apenas un tímido primer paso para depurar las listas de candidatos; y que hasta ahora ninguno de los próceres imputados ligó una condena. Pero también es cierto que un lustro atrás nadie que se jactara de realista supondría siquiera que se podrían dar estos pasos.
Son avances importantes, no hay que dudarlo, sobre todo, porque implican que una ciudadanía hastiada terminó por forzarle la mano a esa clase política a la que le gusta convertir en sinónimos fueros e impunidad. Conviene hacer la salvedad, sin embargo, de que la presión civil y mediática logró resultados porque cuenta con valiosos aliados, incluso, entre la clase política. No todos son lo mismo y hay individualidades que vienen trabajando desde hace años buscando forzar los cambios.
Igual, con esa minoría aliada no basta. Al decir del joven Peter Parker (Spiderman, para los neófitos en materia comiquera), con grandes poderes vienen grandes responsabilidades. Y con este nuevo poder –la capacidad de forzar cambios mediante la presión– la sociedad tiene la responsabilidad de dar el siguiente paso; organizarse.
Hasta ahora hemos presenciado gratamente sorprendidos a un puñado de ciudadanos dotados de una tenacidad implacable que han organizado maratónicas manifestaciones y sesiones de escrache.
A ese núcleo se le suman los demás, dependiendo del grado de pasión que despierte cada tema. Es un grupo pequeño de mujeres y hombres (en ese orden, porque hay más féminas que caballeros) que han demostrado una capacidad de resiliencia notable, pero es imposible que carguen solos con la responsabilidad de organizar toda resistencia civil.
Esta situación se hará más evidente cuando los temas que encare el Congreso o el Ejecutivo sean de mayor complejidad, o presenten menos elementos que permitan una conexión emotiva con la opinión pública, aunque a la larga tengan una mayor trascendencia para nuestras vidas.
Por ejemplo, cuando se discuta la redacción de una nueva ley de la función pública que acabe con la anarquía salarial de un Estado que hoy permite a senadores pagarle más de 17 millones de guaraníes al director de mozos, mientras el Ministerio de Salud no puede remunerar con más de cinco millones a un médico especializado. Fíjense que hasta ahora no hubo la más mínima presión para que Diputados trate el proyecto de modificación del presupuesto para anular los aumentos salariales descabellados que se repartieron en la Cámara.
Es el tipo de presión que se necesitará cuando se analicen, por ejemplo, los impuestos que gravan la comercialización del tabaco, el alcohol y las bebidas azucaradas. Un dato para entender la relevancia de estos temas: Salud reveló que lo que recauda el Estado con el negocio del tabaco cubre solo el 20% de lo que gasta en tratar a personas con enfermedades vinculadas con su consumo.
Es la presión que necesitaremos cuando se estudie el financiamiento para la educación y la salud públicas, el crecimiento monstruoso del déficit de la caja de jubilados del Estado o la reforma del sistema judicial.
No hay dudas de que la presión ciudadana funciona. El desafío será que reaccionemos y apliquemos esa presión de manera organizada y efectiva cuando los temas sean más complejos, aunque sus consecuencias infinitamente mayores.
Fuente: ULTIMA HORA (ONLINE)
Sección OPINIÓN
Domingo, 28 de Abril de 2019
