PATRIOTAS
Por LUIS BAREIRO
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Hasta el siglo pasado, las hipótesis de guerra por disputas territoriales estaban a la orden del día en toda la región. Hubo conflictos entre países vecinos a lo largo del continente, guerras que se ganaban o perdían con soldados, mejor o peor armados y con mayor o menor inteligencia en su conducción; pero la base era siempre la misma: hombres dispuestos a defender a su patria. Patriotas.
Así pues, todas las políticas de defensa de la época tuvieron como eje central la constitución de ejércitos. Ningún Estado pobre podía pagar un ejército permanente, por eso adoptaron el servicio militar obligatorio. Su fin era preparar reservistas, ciudadanos con una instrucción militar básica que pudieran ser convocados en el caso extremo de una guerra. El combo se completó con políticas educativas que exaltaban el heroísmo bélico. El patriota por excelencia era aquel que daba la vida en combate. Los países se llenaron de héroes soldados.
Los tiempos cambiaron radicalmente en la región y en el mundo. Las guerras del siglo XXI son principalmente comerciales, y los conflictos bélicos convencionales se ganan con armas y tecnología, no con ejércitos. Las políticas de defensa tienen ahora como objetivos principales la protección de recursos estratégicos (como el petróleo, los acuíferos, las reservas naturales o las hidroeléctricas) y el combate al crimen transnacional.
Un país de milenaria tradición guerrera como China, por ejemplo, hoy destina el 70 por ciento del presupuesto público a su guerra comercial con Estados Unidos, y lo hace construyendo universidades y destinando miles de millones de dólares a la investigación científica y la innovación tecnológica. Con esa estrategia, China sacó de la pobreza a 850 millones de personas en solo tres décadas. No hay proeza guerrera que se le acerque.
Paraguay, por su parte, no ha cambiado ninguna de las viejas consignas. Aunque de nuestros 207 años de independencia solo en nueve estuvimos en guerra, el sistema educativo apenas recoge casos de patriotas en tiempos de paz. Científicos como Moisés Bertoni o estadistas de la talla de Eligio Ayala solo merecen algunos párrafos contra los ríos de tinta que insumen los López y Estigarribia.
Seguimos anclados en el pasado. El papelón del presidente Mario Abdo Benítez de los últimos días haciendo público el enrolamiento de su hijo (menor de edad) en el servicio militar como presunta muestra de patriotismo, es un claro ejemplo de ello. Marito no hizo sino reforzar la idea arcaica de que solo se hace patria aprendiendo a usar un arma de fuego para defenderla.
Por supuesto que necesitamos patriotas, pero de nuevo cuño; patriotas que apliquen el rigor académico, apelen a la creatividad y hagan de la honestidad una forma de vida para poder enfrentar con alguna posibilidad de éxito a los verdaderos enemigos de la patria: la ignorancia, la corrupción, la desidia y la mediocridad.
Nuestros abuelos tuvieron que practicar un patriotismo simple y brutal, el de vencer o morir, y estuvieron a la altura; nuestros hijos están obligados a ejercer un patriotismo infinitamente más complejo, que además de coraje requiere de inteligencia, integridad y conocimientos. Facilitémosles las armas y estoy seguro de que honrarán el legado, démosles la oportunidad de ser patriotas.
Fuente: ULTIMA HORA (ONLINE)
Sección OPINIÓN
Domingo, 30 de Diciembre de 2018
