ACERCA DEL VÓLEY DE LOS DOMINGOS
Por LUIS BAREIRO
lbareiro@uhora.com.py
Aproximadamente, siete de cada diez trabajadores paraguayos ganan menos de dos millones de guaraníes por mes, carecen de seguro médico y jamás se jubilarán. Un suboficial de Policía asignado al Norte para combatir a la organización criminal EPP obtiene con viáticos y adicionales por peligrosidad menos de seis millones de guaraníes al mes.
Un director de eventos deportivos de Diputados, que acude a la Cámara, de lunes a viernes, en horario de oficina y con un seguro médico privado vip, se embolsa unos 19 millones de guaraníes por mes, sin contar con extras.
El trabajador paraguayo promedio es mayoritariamente cuentapropista, vale decir, es un vendedor que depende de sus ventas para el ingreso diario. El suboficial mencionado es un hombre que acampa todas las noches en los alrededores de la zona roja de la organización terrorista. En cuanto al funcionario de la Cámara, es alguien cuyas funciones específicas se desconocen. Se presume que organiza los torneos de vóley de los domingos.
Un cajero de supermercado, que gana sueldo mínimo, debe esperar que la inflación registrada por el Banco Central alcance un 5% para conseguir un ajuste salarial de 50.000 guaraníes. Un miembro de la Fuerza de Tarea Conjunta (FTC) solo necesita recibir un balazo en una pierna para cobrar una bonificación de casi un millón de guaraníes.
Un director de audiencias de Diputados, encargado de comunicar a quién atenderá el presidente de la Cámara –salvo que haya torneo de vóley– consigue un aumento de ocho millones de guaraníes en menos de un año. Para pasar de 19 millones a casi 27 millones de guaraníes solo necesitó ser un correligionario de confianza del presidente de Diputados y de su partido político, el generoso Pedro Alliana.
Estos absurdos son la consecuencia de la arbitrariedad absoluta con la que se manejan los salarios públicos. No existe la menor relación entre el tipo de actividad que realiza un funcionario, su importancia para el ciudadano que paga su salario, su nivel de formación, los resultados que obtiene y los ingresos que percibe.
Hay solo una forma de corregir este descomunal entuerto y es bajando ese mundo fantástico de la Administración Pública a la realidad del trabajador privado. Esto es: mismas reglas para todos, públicos y privados.
Un solo Código Laboral y un mismo seguro social. Por citar: Los contribuyentes destinamos 60 millones de dólares anuales para cubrir el seguro médico privado de los funcionarios públicos, una contradicción absurda. Que vayan pues esos fondos al IPS.
Todos queremos ver a senadores, funcionarios del BCP y ministros de la Corte haciendo cola con nosotros para pedir turno en Previsión. Estoy seguro de que con su digna presencia mejorará significativamente el servicio. Y quien quiera la comodidad de lo privado, que se lo pague de su bolsillo.
Se viene una Constituyente. Metamos pues un artículo unificando los mundos. Convirtamos al Estado en lo que debe ser, una herramienta para proteger al ciudadano, no un arma para desplumarlo... y organizar un vóley para diputados cada domingo.
Fuente: ULTIMA HORA (ONLINE)
Sección OPINIÓN
Domingo, 15 de Abril de 2018
