SE BUSCA VILLANO
Por LUIS BAREIRO
lbareiro@uhora.com.py
En dos semanas más estaremos eligiendo presidente, vice, gobernadores, parlamentarios y esos cachivaches costosos a los que llamamos parlasurianos. Sin embargo, casi no hay bochinche electoral en las calles ni calcomanías en los autos ni saturación en televisión y radio con esos jingles horrorosos que parecen compuestos por los detractores de cada candidato.
El extranjero que nos visite en estos días pensará que somos noruegos. Por supuesto, se estará equivocando.
La aparente apatía tiene una explicación sencilla y es que la principal motivación de los comicios desapareció anticipadamente, el señor Horacio Manuel Cartes Jara. Mal que le pese a muchos, el único que logró despertar un sentimiento movilizador en estas elecciones fue el presidente de la República. Fue una pasión en contra suya, ciertamente, pero pasión al fin.
Todo lo que ocurrió en los últimos dos años tiene que ver con eso. Marito Abdo Benítez, el candidato presidencial colorado, se convirtió en figura y ganó las internas por oposición a Cartes. En contrapartida, Santiago Peña, el precandidato oficialista, fracasó justamente porque nunca logró despegarse de su mentor. Así las cosas, las primarias coloradas básicamente se redujeron a eso; el electorado republicano eligió entre una proyección de Cartes y quien aglutinó las fuerzas en su contra.
Fuera de la dicotomía cartista, ninguno de los precandidatos logró meter una idea original. Mismo proyecto económico, mismo discurso sobre educación, salud y seguridad, mismas figuras aterradoras en el entorno. Podrían ser gemelos siameses si no tuvieran padres distintos, uno con un padre biológico de pasado perturbador y el otro con un padre político de... ¡caramba, qué coincidencia!
Buscar las raíces del anticartismo requiere de un comentario aparte. Podemos intentar resumir el fenómeno diciendo que es una mezcla de operadores políticos molestos porque no les repartieron la torta pública, magros resultados sociales, fundadas sospechas de corrupción y, principalmente, la absoluta falta de empatía del tabacalero. A esto se sumó la grosera atropellada contra la Constitución en busca de la reelección presidencial, una salvajada que solo provocó un mártir entre sus detractores y elevó al presidente al estatus de villano.
Pero volvamos a la cuestión de la apatía electoral. El problema con estas elecciones es el mismo de los filmes en los que el villano se muere antes del último tramo de la película y se desinfla el final. El héroe palidece sin su némesis y ya no parece tan héroe. Y es todavía más difícil que otros protagonistas cobren fuerza pateando el cadáver del malo.
Obviamente, HC no está física ni políticamente muerto. Como en las cintas de terror, el cuco abrirá los ojos al final solo para recordarnos que habrá secuela, esta vez desde el Congreso.
Pero esa es ya otra película.
Lo importante de esta es el aburrimiento del final. Se quedó sin pasión y sus protagonistas llegan al duelo último sin un discurso que entusiasme. La conexión con el espectador se limitó a combatir al malo y el malo ya no está...y, por ende, la conexión tampoco.
Para la próxima deberían contratar a Tana y Juan Carlos.
Fuente: ULTIMA HORA (ONLINE)
Sección OPINIÓN
Domingo, 08 de Abril de 2018
