DESIRÉE O LILIAN, CARA O CRUZ...
Por LUIS BAREIRO
lbareiro@uhora.com.py
Con la senadora Desirée Masi es fácil pasar del amor al odio y de allí nuevamente al amor, y todo incluso en una misma sesión y debatiendo sobre el mismo tema. Es frontal, a menudo extremista y se prende fácil a las teorías de conspiración, pero no hay un solo caso en el que no haya defendido su posición con argumentos sólidos y racionales, coincidamos o no con las conclusiones a las que arribe luego. Es de esas figuras que me parecen imprescindibles en una democracia. La quiero seguir viendo en el Senado.
Lilian Soto es una mujer brutalmente honesta que no busca morigerar la exposición de sus ideas para agradar a potenciales votantes. Es orgullosamente feminista y defiende sus causas como una leona. Baja línea sobre los más urticantes temas con solidez académica, pero además con la autoridad moral de quien vive lo que predica. Para una patria dolorosamente machista, Soto es una necesidad. Sueño con verla en el Parlamento.
Eduardo Viedma es un ingeniero químico con unas ideas fantásticas sobre cómo revolucionar la matriz energética del país. Goza de esa particularidad que tienen muy pocos de poder encarar los viejos problemas desde ángulos diferentes. Creo que sería un desperdicio no tenerlo en el Congreso.
Cito solo tres de los muchos casos que encontré revisando la oferta electoral para la Cámara Alta. Pienso que no podemos perder al senador Arnaldo Giuzzio, que sería más que interesante sumar a Fidel Zavala, que la senadora Esperanza Martínez deba seguir ocupando una banca. Y así hay muchos más.
El problema es que todos ellos están en listas diferentes. La oferta de los partidos nuevos se atomizó. Hay no menos de diez muy buenos candidatos liderando propuestas distintas. Y esto, contrario a lo que se pueda pensar, es una excelente noticia para los partidos hegemónicos, esos que, entre uno que otro candidato saludable, te meten a los Óscar González Daher, Zulma Gómez o Carlos Portillo.
De acuerdo con quien más sabe de la cuestión electoral en el país, Carlos María Ljubetic, se necesitan no menos de 60.000 votos para meter un senador. Si ocho listas de partidos nuevos consiguen, por decir, 50.000 votos, se desperdiciarán 400.000 votos que en una sola lista independiente habrían significado casi siete senadores.
El sistema D'Hondt, que se aplica para facilitar gobernabilidad, permite que las primeras minorías concentren la mayor cantidad de bancas. Esto alienta de paso el bipartidismo, lo que no sería un problema si ambos partidos no fueran ideológicamente la misma cosa (ambos conservadores) ni sus listas cerradas.
La única forma de que una tercera fuerza irrumpa en el escenario político es que los partidos nuevos concierten alianzas. Caso contrario, muchos de sus potenciales votantes –como este servidor–, tendremos que seguir recurriendo a una moneda, sabiendo de antemano que puede ser otra vez un voto perdido.
Fuente: ULTIMA HORA (ONLINE)
Sección OPINIÓN
Domingo, 25 de Febrero de 2018
