¡SOCORRO, UN POLICÍA!
Por LUIS BAREIRO
lbareiro@uhora.com.py
La luz del semáforo da rojo y se ve obligado a frenar. Está oscuro, no se observa a nadie. Le sudan las manos; hace calor y el aire no funciona, pero no se anima a bajar los vidrios. El tiempo parece haberse congelado; los segundos se dilatan como si fueran horas. El universo se curva a su alrededor alterando las leyes de la física. El reloj de pulsera dejó de marcar su avance acompasado e inexorable; solo el flujo de sangre agolpándose en esa vena que palpita en su frente le recuerda que sigue vivo. Eso y el miedo, el miedo a punto de convertirse en pánico.
Su visión periférica detecta una sombra que se desprende de un árbol, un viejo lapacho que se aferra obstinadamente a la tierra rompiendo vereda y asfalto.
Dos golpes secos en el cristal estallan como bombas de estruendo. La vena palpitante es un gong impiadoso que lo aturde. Su mano confundida no reacciona a las órdenes racionales del cerebro y un dedo irresponsable presiona torpemente el botón en la puerta. El vidrio baja lo suficiente y asoma aterrador el cañón de una beretta. El hombre acerca su rostro macilento y le habla con voz fría imitando el parlamento trillado de una teleserie.
-Esto es un asalto... dame tu celu.
El conductor se toma un segundo para aspirar una larga bocanada de aire y lo expulsa en un prolongado suspiro en el que parece que se le escapara el alma. Se seca las manos húmedas en el pantalón, toma el teléfono móvil y se lo pasa al hombre con una enorme sonrisa.
-Tomá, cuate. Qué susto me diste; creí que era un policía.
Sería un buen chiste si no fuera porque encierra una altísima cuota de realidad. Si te asalta un motochorro puede que te dispare y te mate o te hiera de gravedad, o que simplemente se lleve tu billetera o tu celular; si es un policía como algunos de los que hicieron noticia en las últimas semanas, puede que te dispare y te mate o te deje parapléjico, o puede que te plante droga y te exija dinero para no detenerte, o puede que te detenga igual y la Fiscalía te procese y la Justicia arruine tu reputación y el sistema te joda la vida con varios años tras las rejas.
Los motochorros dan miedo, pero la posibilidad de que en la policía estén operando bandas de extorsionadores es sencillamente aterradora. Porque con ellos sí no tenés cómo defenderte. Es un golpe que nunca verás venir. Es como tener al asesino en casa.
Escuché a varios intentar justificar esta barbaridad con la cantinela de que corrupción hay en todas partes. De ninguna manera es comparable. Estos no son corruptos del montón, estos tienen las armas y el derecho constitucional de usarlas.
Y más vale que empecemos a hacer algo al respecto, o la próxima vez que se nos acerque un uniformado saldremos aterrados a pedir ayuda al primer delincuente que se nos acerque.
Fuente: ULTIMA HORA (ONLINE)
Sección OPINIÓN
Domingo, 16 de Octubre de 2016
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