MÁS ALLÁ DEL ASADO Y LA CERVEZA

Por LUIS BAREIRO

lbareiro@uhora.com.py

Este fue un fin de semana largo perfumado con el aroma inconfundible de la carne a las brasas y regado con abundante cerveza, y en medio de esa bacanal proletaria se perdió una vez más el sentido original de ese día establecido en el calendario como recordatorio de los mártires de Chicago, un grupo de trabajadores que cometieron el sacrilegio de exigir una jornada laboral máxima de ocho horas y que pagaron ese crimen en la horca.

Pocos trabajadores de los que hoy gozan de derechos tan básicos como las vacaciones pagas, las ocho horas de trabajo o un salario justo saben que esas conquistas fueron logradas gracias al sacrificio de cientos de miles de trabajadores organizados, acusados en su tiempo de poco menos que terroristas.

Todavía estamos lejos de que esos derechos sean de aplicación universal, en especial en países institucional y educativamente tan pobres como el nuestro. Esa no es razón, sin embargo, para que olvidemos las ideas que dieron vida a esas grandes movilizaciones sindicales que crearon las condiciones jurídicas para garantizar una vida digna para cada trabajador.

Esas ideas nacieron de una condición que algunos pretenden a menudo minimizar, la dignidad del trabajo honesto, el orgullo implícito en cualquier actividad humana que genere un bien material o intangible, desde ajustar un tornillo hasta escribir un libro.

Lo que sacó a esos hombres y mujeres a las calles fue la convicción de que su condición de trabajadores los colocaba en igualdad de condiciones de todos los demás integrantes de la sociedad y de la economía; desde los empleadores y las autoridades del Gobierno hasta los propietarios de las tierras y los financistas.

Hoy nadie puede discutir esa verdad. La dignidad del trabajador, del empleado es la misma que la del accionista mayoritario de la empresa o que la del gerente general de la compañía. Tienen roles distintos y los ingresos son diferentes, pero deben gozar de los mismos derechos.

Esto es tan básico como hablar del derecho a la vida.

Por alguna razón, sin embargo, en Paraguay hablamos poco y nada de esos temas. El sindicalismo (salvo el estatal, que es otra cosa) está casi muerto porque sin apoyo desde el Estado y desde las leyes tiene mínimas posibilidades de crecer.

Si los trabajadores no pueden organizarse, tampoco les será posible negociar con la patronal condiciones salariales racionales, e incluso recortes si son necesarios en periodos de crisis.

Esta no es una cuestión ideológica, sino una necesidad si se pretende la construcción de una democracia verdadera.

Es bueno recordarlo en estos días, más allá del asado y la cerveza.

Fuente:  ULTIMA HORA (ONLINE)

Sección OPINIÓN

Domingo, 03 de Mayo de 2015

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