LOS COLMILLOS DEL INTENDENTE

Por LUIS BAREIRO

lbareiro@uhora.com.py

A veces una simple revisión numérica es suficiente para dimensionar la magnitud de una metida de pata de rango constitucional. Permítanme acercarles algunos números que dibujan con aterradora precisión el ejército de vampiros a los que dimos origen, con las mejores intenciones.

De 1991 a la fecha, Itaipú transfirió a Paraguay más de 7.000 millones de dólares por el uso de las aguas del Paraná, lo que se denomina royalties. De ese dineral, alrededor del 40 por ciento fue a parar a los más de 240 municipios que hay en el país.

Así, en poco más de dos décadas las intendencias tuvieron en conjunto más de 4.000 millones de dólares. La ley dice que ese dinero lo debían emplear "preferentemente" en gastos de capital, vale decir, en obras públicas, obras que no se ven porque nunca se hicieron.

Esa maldita palabra, "preferentemente", abrió el grifo para que los fondos cubrieran en la práctica otros gastos. Pero vayamos primero a otros números.

De acuerdo con la Contraloría, que es la única institución que recibe cuanto menos una copia del presupuesto que elaboran cada año los municipios, el dinero que reciben de Itaipú representa entre el 70 y el 95 por ciento de todos los ingresos municipales. Vale decir, viven de ese dinero que les cae de arriba, no de su recaudación.

El aparato de recaudación es el corazón de cualquier institución pública. La organización generada para cobrar impuestos es la matriz sobre la que se construye la burocracia pública. Sin el desarrollo de ese músculo tributario sencillamente no hay institución funcional.

Eso pasó con el grueso de los municipios. Como no necesitaban organizarse para recaudar (porque el dinero les cae de arriba) nunca construyeron una organización. No funcionan. No necesitan funcionar.

Según sus presupuestos, entre el 60 y el 80 por ciento del dinero que reciben los municipios se destina a salarios. Y Alrededor del 95 por ciento del personal, cuyos sueldos se comen ese presupuesto, ingresó sin concurso, por vinculación política. Son operadores con una asignación que paga Itaipú.

El resultado de este esquema es sencillamente aterrador. Hemos montado cientos de oficinas político-partidarias, cuyo único fin es hoy distribuir entre los operadores de turno el dinero que fluye dulcemente desde Itaipú.

No sirven siquiera para recaudar, por lo que mucho menos tienen capacidad para desarrollar políticas públicas y ni hablar de la capacidad para aplicarlas si es que tuvieran alguna política pública.

La pretendida descentralización de la administración pública se convirtió apenas en una descentralización de la prebenda política.

La única salida es sacarles el dinero que les cae de arriba y obligarles a desarrollar un aparato recaudador. Y les puedo asegurar que los electores ya no serán tan benévolos si la persona a la que votaron no les soluciona nada, pero los atosiga para cobrarles los impuestos.

Fuente:  ULTIMA HORA (ONLINE)

Sección OPINIÓN

Domingo, 15 de Marzo de 2015, 01:00

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