EL MUNDO MÁGICO DE MURAKAMI

Por LUIS BAREIRO

lbareiro@uhora.com.py

En la novela 1Q84 del japonés Murakami, los personajes entran a un mundo paralelo, una tierra idéntica a la verdadera pero circundada por dos lunas y regida por leyes de aplicación imposible en la realidad.

En Paraguay, Murakami sería apenas un cronista, un apuntador de hechos rutinarios que confirman sin aspavientos la existencia de esos dos mundos, parecidos pero opuestos a la vez, que convergen inexplicablemente en un mismo espacio.

En el mundo real viven los trabajadores paraguayos cuyos ingresos mensuales no pasan de los dos millones de guaraníes. Son la absoluta mayoría. Para ser rigurosos, el 33 por ciento gana hasta el millón y medio de guaraníes y el 60 por ciento hasta dos millones.

Es un mundo crudo y tangible donde la gente vive de lo que produce. En él, solo tres de cada diez trabajadores tienen seguro social, lo que significa que siete de cada diez carecen de cobertura médica y jamás podrán acogerse a la jubilación.

Como en la novela de Murakami, existe, sin embargo, un mundo mágico habitado por menos del diez por ciento de los trabajadores, una minoría para la que no rigen las reglas de la lógica.

Allí se registran fenómenos inexplicables como un director administrativo en Diputados, Alfredo Mongelós, que gana 34 millones de guaraníes por mes; o como su jefe de Gabinete, Richard Balbuena, sobrino del presidente de la Cámara, que percibe más de 24 millones de guaraníes mensuales.

Como ven, es un mundo ajeno a la razón donde Mongelós gana diez millones de guaraníes más que un ministro y 17 veces lo que cualquiera de los paraguayos que habita el mundo real.

Quienes habitan este paraíso desconocen los rigores de la realidad. El 99 por ciento de ellos no ingresó por mérito; no concursó para llegar y no necesita obtener resultados para quedarse. Que sus dietas mejoren no depende de su productividad ni de su capacidad ni de la realidad económica del país, solo del manejo arbitrario de diputados y senadores que viven con ellos en la misma burbuja.

Este mundo mágico oculta además un secreto atroz. Como sus habitantes no generan riqueza necesitan alimentarse del mundo real, del nuestro. Así, de todos los impuestos que pagamos quienes vivimos en el mundo real, el 85 por ciento se usa para pagar los salarios de Mongelós, Balbuena y los otros.

Por eso no hay medicamentos en los hospitales, ni libros en las escuelas, ni puentes, ni rutas.

Por último, lo más grave; ambos mundos son gobernados por la misma gente, gente que vive en ese mundo mágico, que nunca desciende al mundo real, y que gobierna como si todos estuviéramos en ese paraíso.

Al lado de esto, lo de Murakami es apenas un cuento para niños.

Fuente:  ULTIMA HORA (ONLINE)

Sección OPINIÓN

Domingo, 22 de Marzo de 2015, 01:00

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