REFLEXIONES INGENUAS DE UN OPTIMISTA

 Por LUIS BAREIRO

lbareiro@uhora.com.py

Ya mencioné antes que por alguna razón inexplicable soy un optimista irredimible. Creo casi cándidamente que las situaciones pueden culminar positivamente aunque haya un malón de razonables pronosticadores advirtiéndome de lo contrario.

Me está pasando otra vez. Gente muy inteligente y de probada honestidad intelectual me asegura que las movidas en la Corte Suprema de Justicia terminarán con un reparto grosero de cupos entre Horacio Cartes y el senador Blas llano, líder de facto del partido liberal.

Esas mismas voces me aseguran que la maniobra del presidente tiene por objetivo último garantizar que una justicia amiga acepte, llegado el momento, una enmienda constitucional que le permita la reelección; un cambio que, según la letra de la ley suprema, requiere de una reforma por la vía de la convención constituyente.

No dudo de que Cartes esté coqueteando ya con la idea de un periodo más. Como dijo alguien, el poder es como la miel, el que mete la mano no resiste la tentación de chuparse los dedos. Tampoco tengo dudas sobre los deseos que puedan albergar él y el senador Llano de tener a sus propios ministros en la Corte.

Lo que no creo es que esos deseos puedan convertirse en realidad tan fácilmente.

Y acá vienen mis reflexiones cándidamente optimistas.

Primero que todo, creo que el escenario cambió y que ese monstruo casi siempre imprevisible llamado opinión pública está mucho más avispado y es capaz de reaccionar ante la menor señal de manipulación en la elaboración de las ternas de las que se deberán elegir a los nuevos ministros (siempre y cuando destituyan a los que están ahora).

Segundo, confío en la buena gente. Creo que si finalmente los ungidos son juristas de la talla de Daniel Mendonca o de Jorge Bogarín o del juez Pedro Mayor Martínez, ni Cartes ni Llano tendrán influencia en las decisiones que estos tomen aunque ellos hayan cristalizado su elección.

Admito que el sistema tiene problemas de fondo que requieren de cambios constitucionales. Es más, apoyo firmemente la idea de establecer la inamovilidad de los ministros en el cargo desde su elección y por periodos determinados de entre diez y doce años, y sin ninguna posibilidad de reelección. Pero, no soy de los que suponen que las personas no marcan una diferencia.

Jamás será lo mismo Víctor Núñez que Osvaldo Granada Salaverry, por ejemplo. Más allá del sistema, los hombres y las mujeres sí hacen la diferencia y sí pueden producir revoluciones, incluso en instituciones tan putrefactas como la justicia.

En definitiva, creo que aún a pesar de todas las malas e inconfesables intenciones que puedan tener sus promotores, este proceso de cambio en la Corte puede terminar bien si estamos lo suficientemente atentos durante el proceso, y listos para hacer quilombo ante la menor señal de desvío.

Y ahora le escribo mi cartita a Papá Noel.

Fuente:  ULTIMA HORA (ONLINE)

Sección OPINIÓN

Domingo, 14 de Diciembre de 2014, 02:00

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