¿EXISTE DIOS?

 Por LUIS BAREIRO

lbareiro@uhora.com.py

¿Cómo se puede creer en un ser si no hay pruebas físicas de su existencia? ¿Es una mera cuestión de fe? ¿Y qué es la fe? ¿Es simplemente creer en algo que no se puede probar a la luz de la razón? ¿Entonces, mediante la fe, puedo creer en cualquier cosa? ¿En duendes? ¿En brujas? ¿En fantasmas? ¿En ovnis?

Si usted es creyente no desespere ni se irrite; en realidad no pretendo ensayar respuestas para estas preguntas tan urticantes como antiguas, y menos aún en un espacio tan reducido como este y con mis pobres conocimientos sobre teología.

No tengo respuestas para estas preguntas. Solo quería formularlas —como lo hice días pasados en las redes sociales— para observar cómo reaccionamos ante ellas.

Son apenas preguntas, pero su sola formulación implica asumir una actitud crítica ante cuestiones que se nos presentan como verdades absolutas. Cuestionarnos sobre ellas supone hacer uso de la libertad de pensamiento, del libre albedrío, implica confiar en la capacidad de nuestra inteligencia para juzgar cualquier afirmación antes de adherir a ella... o de rechazarla.

Las verdades presuntamente irrefutables no son patrimonio exclusivo de la religión, ni mucho menos. A lo largo de la historia, hombres y mujeres se han visto expuestos a estas afirmaciones aparentemente incontrovertibles en todos los campos, en las ciencias, en la política y hasta en el arte.

La evolución de la sociedad humana —aún con todas sus contradicciones— no hubiera sido posible si a lo largo de esa misma historia no hubiéramos contado con hombres y mujeres dispuestos a poner en duda los paradigmas, hombres y mujeres con la audacia necesaria como para ir un poco más allá de lo que la cultura y las creencias de su sociedad y su tiempo le permitían.

Hoy, esa capacidad de cuestionar marca la diferencia entre el atraso y el desarrollo. Cuestionar no es desechar todo lo anterior; es aceptarlo solo si nos convence, si responde a nuestras preguntas, no exclusivamente porque otros dicen que es la verdad.

La pregunta, la crítica deben ser el fundamento de la educación. Hemos arruinado generaciones completas enseñándoles a memorizar fórmulas e historias y a repetirlas sin haber aportado nada en el proceso. Fuimos instruidos para recibir información, pero no para cuestionarla, procesarla, enriquecerla y convertirla en conocimiento.

¿Existe Dios? ¿Cómo sé que existe? La pregunta no debería molestar, sino ser un feliz desafío para quienes creen. Nadie tiene todas las respuestas. La vastedad infinita del universo tiene espacio suficiente para ensayar todas las respuestas, encontrarlas y probar que son las correctas en la gran aventura del hombre.

No privemos a nuestros niños de participar de ella. Empapémosles del espíritu crítico. Que todo lo cuestionen y que su mundo sea el producto de sus propias decisiones. Hemos pasado demasiado tiempo rumiando pretendidas verdades impuestas por otros.

Fuente:  ULTIMA HORA (ONLINE)

Sección OPINIÓN

Domingo, 15 de Junio de 2014, 01:00

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