LA MUGRE, LA CUMBRE Y LOS TOC
Por LUIS BAREIRO
lbareiro@uhora.com.py
Hoy se conocen como trastornos obsesivos compulsivos (TOC), pero cuando era niño nadie sospechaba que fuese una alteración mental, sino apenas un rasgo excéntrico de la personalidad.
Permítanme mencionar algún ejemplo y de seguro podrán identificar de inmediato casos conocidos.
La mujer salió de la casa, está en el cine con el marido y de pronto se le ocurre que dejaron abierto el paso del gas. O enchufada la plancha. Se desespera y le repite al esposo una y otra vez que está casi segura de que olvidaron desconectar el hornillo eléctrico o que quedó abierta la heladera. En el peor de los casos dejan la sala y regresan al hogar solo para comprobar que todo está en regla.
La mujer no es una pesada, padece de un trastorno de ansiedad; son ideas que se le meten en la cabeza de manera recurrente y persistente y que a menudo se traducen en conductas repetitivas, como la gente que necesita lavarse las manos todo el tiempo porque nunca pierde la sensación de que están sucias.
Estoy casi convencido de que mi padre padecía un tipo de TOC. Tenía una obsesión insoportable con el orden y la limpieza. Mantenía en su escritorio las carpetas, los libros y los lápices alineados como si fueran escuadrones de asalto. Y bastaba con mover un bolígrafo para que estallara la guerra.
Una alteración de unos pocos grados era suficiente para que descubriera que alguien había estado hurgando entre sus cosas. Y, obviamente, siendo siete hermanos siempre había quien cometiera la estupidez de despertar la furia paterna.
El trastorno no es hereditario. Lo descubrí en la adolescencia. La pieza que compartía con mis hermanos era prueba irrefutable de ello.
Sin embargo, fue inevitable que desarrolláramos cierta escala de valores en la que la higiene, principalmente, pasó a ocupar uno de los primeros lugares.
Es una asociación que hacemos ahora de manera casi inconsciente. Una buena persona, una buena casa deben ser necesariamente limpias.
Por el contrario, la mugre es sinónimo de malo, es una degradación, una adulteración del estado natural de las cosas, un bolígrafo fuera de lugar.
Pensaba en eso en estos días cuando iba de camino de mi casa al canal.
Voy desde la zona del aeropuerto hasta Villa Morra. La autopista está destrozada, el paseo central es una selva. Todo está cubierto de papeles y mugre.
Es el trayecto que realizarán los representantes de más de 60 países que asistirán la próxima semana a la cumbre de la OEA en Asunción. Para la gran mayoría, será la primera impresión que tengan de nosotros.
Ruego que ninguno padezca los trastornos de mi padre.
O alguno nos declarará la guerra.
Fuente: ULTIMA HORA (ONLINE)
Sección OPINIÓN
Domingo, 25 de Mayo de 2014, 01:00
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