LA TORPEZA DE UN PRESIDENTE PATRÓN

 Por LUIS BAREIRO

lbareiro@uhora.com.py

Las huelgas son parte del ritual de la democracia. Nadie debería espantarse porque existan. Una huelga es básicamente una pulseada entre trabajadores organizados y patronales o entre trabajadores organizados y el Gobierno.

Una huelga conjuga reclamos laborales genuinos, naturales e inevitables posiciones ideológicas y, en ocasiones, oscuros intereses político-partidarios.

La huelga prevista para el miércoles incluye un elemento más, un intento de las centrales obreras por recuperar el espacio de poder que deberían tener en cualquier democracia madura, y que perdieron vergonzosamente por corrupción interna y una suma dolorosa de torpezas.

Si logran paralizar parte del país, las centrales volverán a tener fuerza para negociar con el Gobierno y las patronales. Ese es su objetivo, es un objetivo lógico y diría que casi saludable para la construcción de una democracia.

El Gobierno está en lo suyo. Intenta minimizar el impacto de la medida, aunque hasta ahora con notable ineptitud. Apelar a la guerra sucia solo fortaleció la sensación de que la huelga tendrá un éxito mayor de lo que esperaban sus propios organizadores inicialmente.

La Administración de Cartes se limitó por de pronto a designar al encargado de esa guerra sucia, el siempre predispuesto senador Juan Carlos Galaverna. Lo que el Gobierno no tiene es un operador político que podría haber negociado antes de la huelga, o que pueda hacerlo después de ella.

Los dos principales reclamos de las centrales son fáciles de negociar. El miedo a la ley de alianzas público-privadas hace foco en determinadas empresas públicas y sectores como educación y salud. Ninguna de esas áreas aparece en el interés del Gobierno, cuanto menos en la primera fase de aplicación de la ley. Perfectamente podría suscribir un acuerdo político con las centrales comprometiéndose a restringir por ahora las áreas pasibles de explotación.

Y con relación al pedido de aumento del salario mínimo del 25 por ciento, hay mucho por discutir. Se pueden acordar ajustes graduales en el tiempo, en tanto se conversa sobre otras aristas más complejas como la necesidad de formalizar al sector laboral paraguayo que hoy se encuentra al margen de las leyes de protección en una relación de 7 a 3, donde siete de cada diez trabajadores ni siquiera ganan el mínimo, carecen de seguro médico y jamás podrán jubilarse.

Resulta casi insultante que el Gobierno ponga a discutir estos temas a un encargado de despacho de un Ministerio del Trabajo que ni siquiera está constituido, y a un ministro del Interior que hasta ahora opera más bien como un jefe de policía.

No sé si es su esencia de patrón, pero hasta ahora lo único que mostró Cartes con relación a la huelga es irritación y una notable torpeza.

Fuente:  ULTIMA HORA (ONLINE)

Sección OPINIÓN

Domingo, 23 de Marzo de 2014, 01:00

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