AUTOFLAGELACIÓN COLECTIVA

 Por LUIS BAREIRO

lbareiro@uhora.com.py

Algunos grupos religiosos creen que infligiéndose un castigo físico lograrán depurar el cuerpo de sus humanas debilidades. Azotando sus espaldas, privándole de alimentos o ajustando el cilicio para que penetre en la carne.

En algún momento de nuestra historia, una variante sicológica de esa autoflagelación se convirtió en práctica común con un número notable de paraguayos y paraguayas que parecen sentir algún placer masoquista colocándonos como colectivo humano en el último lugar de cualquier ránking, sea este económico, social, deportivo o moral.

Me explico. Hay gente que cree o quiere creer que somos los peores en todo. Que todo lo que hacemos lo hacemos mal. Que todos los funcionarios públicos son inexorablemente corruptos, que todos los jueces son inevitablemente venales, que todos los periodistas son vendidos, que todos los parlamentarios tienen a su madre en un burdel, que todos los campesinos son haraganes, que todos los sojeros son envenenadores y genocidas, que toda la derecha es fascista y que toda la izquierda es terrorista.

Es más, conozco paraguayas y paraguayos autoconvencidos de que somos una raza genéticamente inferior, como si nos faltara un gen, o nos sobrara un hueso que nos obligara a bajar la cabeza, como presumía el dictador Francia, presunción que inmortalizara Helio Vera en su monumental tratado de paraguayología.

Esta visión gris de nuestra realidad se torna aún más oscura cuando la mirada del observador se posa sobre las acciones de los grupos que le son política o ideológicamente contrarios. Así, los cartistas no ven una sola acción de la administración de Lugo que haya sido buena. Los del Frente Guasu no encuentran una sola medida de la administración de Cartes que pueda rescatarse.

Con esa misma actitud, cada nuevo gobierno se instala con una misión fundacional, como si todo se fuera a hacer siempre desde foja cero, porque todo lo que se hizo antes estuvo mal. Y hay que refundar el país, y refundarlo otra vez y otra vez y otra vez.

Se llama autoflagelación. Azotamos nuestras espaldas y le repetimos al mundo que no somos viables como país. Y buscamos convencernos a nosotros mismos de que es así.

Pero no es así. No somos distintos de la gran mayoría de las naciones del mundo que se encuentran en el mismo engorroso proceso de construcción de una sociedad desarrollada y racionalmente justa. Es más, en ese mismo grupo estamos entre los aventajados, los que cuentan con mayores recursos y oportunidades para lograrlo.

Me dirán que la prensa es la principal promotora de esta visión negativa. Y puede que algo de eso haya, pero, convengamos en que apuntar lo que está mal es la principal función de la prensa en todo el mundo.

Como sea, sería interesante que la próxima vez que vaya a protestar porque tenemos luego el peor lo que sea del mundo, piénselo nuevamente, no porque haya que perdonar los errores, sino porque a menudo cuando calificamos algo de incorregible esa misma calificación se convierte en la mejor excusa para no corregirlo.

Fuente:  ULTIMA HORA (ONLINE)

Sección OPINIÓN

Domingo, 02 de Marzo de 2014, 01:00

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