PADRES A FEBRERO

Va con onda

Por LUIS BAREIRO

lbareiro@uhora.com.py

Hace unas semanas me enteré de la existencia del UPD, el último primer día de clases.

Es una farra que hacen los estudiantes del tercer año de la media la noche antes del primer día de su último año de colegio.

Es la precuela de la fiesta de colación; el origen.

En algún momento esta fiesta de piyamas de nuevo cuño pasó a formar parte de la liturgia adolescente. Y como tal es un acto sagrado, cuya realización ningún padre puede poner en discusión, so pena de ganarse la bronca de sus vástagos.

La farra en sí no es muy original. Contratan batucadas, asisten disfrazados al colegio y, en general, la pasan ¡bomba!

Hasta acá todo bien. Me parece innecesario para todas las farras que se pegarán a lo largo del año, pero, tampoco es una barbaridad, la barbaridad viene de otra parte.

Antes de la cuchipanda, padres y madres se reúnen para organizar el ágape. Los detalles; dónde se hace, qué se come, quién los busca, etc. Y acá viene la barbaridad.

Resulta que entre los etcéteras hay un ítem referido al alcohol. Y el debate que se genera en torno al ítem no es si se debe permitir o no que en una fiesta de menores de edad circule el alcohol (lo que siempre creí que ni siquiera debía discutirse), sino hasta qué hora sería prudente dejarles beber, ¿hasta las dos, las tres o las cuatro de la mañana?

No vivo en un termo. Admito que siempre hubo farras de secundaria donde a escondidas de los padres se metía el alcohol.

Pero de allí a que los propios padres nos sentemos a debatir hasta qué horas de la madrugada sería prudente (¡prudente!) dejar que beban una jauría de adolescentes hormonalmente inestables, ¡la víspera de su primer día de clases!

Cuando pregunté cómo habíamos llegado a semejante situación, la respuesta que recibí de la mayoría de los padres y madres me aterró: Ellos tienen miedo de perder la amistad de sus hijos. "Somos compinches, lo que nunca pude con mi papá".

No sé quién le metió en la cabeza a mi generación que los padres somos compinches, cómplices o amigotes de los hijos.

Los padres somos padres.

El establecimiento absolutamente necesario de los límites que nos permiten vivir en sociedad es responsabilidad nuestra, no del colegio ni del Estado.

Un par de tragos no los va a matar, me dijo un padre.

Esa frase debería estar al inicio de todas las cientos de miles de crónicas policiales de accidentes y crímenes que el alcohol aporta a diario.

Como decía Mafalda, si para ser padre se necesitara título hay que ver quiénes eran los corajudos que se presentaban al examen.

Fuente:  ULTIMA HORA (ONLINE)

Sección OPINIÓN

Domingo, 23 de Febrero de 2014, 01:00

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