ESE NEFASTO AICHINJARANGISMO

Va con onda

Por LUIS BAREIRO

lbareiro@uhora.com.py

Pocos males afectan tanto la vida ciudadana como el aichinjarangismo, un compadecimiento mal entendido que nos lleva a permitir o tolerar que determinados ciudadanos menos favorecidos actúen al margen  de la ley o de las más elementales reglas de convivencia.

El aichejáranga (pobrecito) se aplica a cualquier persona que sea o se declare pobre, marginada o desempleada, o que soporte alguna capacidad diferenciada como se define hoy a quien no ve, no oye o le falta algún miembro, siguiendo los rígidos cánones semánticos impuestos por algunas organizaciones más preocupadas por cómo se le llama al problema antes que en cómo enfrentarlo exitosamente.

El hecho es que por alguna razón en algún momento pasamos a considerar que cualquiera de esas desventajas físicas o económicas dotaba inmediatamente a quien las padeciera del derecho de hacer cosas que para los demás no está permitido, una suerte de compensación de facto.

Así se permitió que las veredas de los hospitales públicos se convirtieran en verdaderas romerías, que las conexiones clandestinas del servicio eléctrico pasaran a ser parte rutinaria del paisaje, que los raudales fueran el medio adecuado para deshacerse de la basura y que la única medida preventiva para evitar un incendio fuera un rosario bendecido, colgado convenientemente sobre la pila de aparatos pirotécnicos en venta.

Cualquier acción temeraria, irresponsable, ilegal o absolutamente ajena a las reglas más elementales de la higiene se minimiza, se relativiza o, en el peor de los casos, se justifica con el argumento de la pobreza, la ignorancia o la marginalidad.

Y así vamos cediendo los espacios públicos con el convencimiento de que quienes se los apropian son dignos de nuestra compasión colectiva, un aichinjarangismo irreflexivo que amortigua nuestras culpas ciudadanas por permitirnos gobiernos mediocres que no encuentran o no quieren encontrar las soluciones de fondo al culebrón insoportable de la pobreza.

El próximo escenario para un nuevo espectáculo del aichinjarangismo ya está casi listo: la Costanera de Asunción.

Ahí están ya las primeras casillitas improvisadas y un primer borrador hecho a lápiz en una arrugada hoja de papel con los reclamos presentados formalmente a la Municipalidad de Asunción por la Asociación de Vendedores de la Costanera (Aveco).

No se reduce la pobreza flexibilizando la ley para quienes la padecen.

El aichinjarangismo no es una solución, es un pretexto para no hacer nada. Quien padece de pobreza no necesita de conmiseración ni de limosnas, sino de oportunidades.

Las personas no son pobres; están pobres, que no es lo mismo.

Fuente:  ULTIMA HORA (ONLINE)

Sección OPINIÓN

Domingo, 02 de Febrero de 2014, 01:00

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