ESA GENTE

Va con onda

Por LUIS BAREIRO

lbareiro@uhora.com.py

Como soy un optimista irredimible (ya lo confesé alguna vez)  vuelvo a cerrar el año con suficientes razones para celebrar. Y todas tienen que ver con la gente, con alguna gente, gente que me permite mantener la fe en el ser humano, gente que obra el milagro de que —a pesar de ser periodista— siga siendo un optimista irredimible.

Y no me refiero a las cuestiones particulares en las que la gente, empezando por mi familia, es, de hecho, no solo la causa de mi optimismo, sino la razón de ser de mi existencia. Me refiero más bien a la experiencia colectiva, a esa aventura impredecible que supone vivir en sociedad. Es allí donde me sigo llevando grandes y gratas sorpresas. Y quiero compartir algunas.

Hace como dos años, un grupo de profesionales de distintas áreas y los más entusiastas jóvenes que me haya tocado en suerte conocer, planteamos una quimera: Arrancar de las fauces voraces de la burocracia pública un dinero que se destinara exclusivamente a educación e investigación científica, convencidos de que solo una educación pública de calidad puede reducir la vergonzosa brecha que separa a ricos de pobres.

La quimera se convirtió en el Fondo para la Excelencia de la Educación administrado por la Agencia Financiera de Desarrollo, que recibe parte de los recursos que obtiene el país por la cesión de energía en Itaipú, y que solo se puede gastar en proyectos para educación e investigación.

Lamentablemente, aterrizar la ley en proyectos concretos fue un parto.

La administración Franco intentó por todos los medios gastar más de 40 millones de dólares en comprar computadoras para repartirlas como caramelos, sin ningún plan. Era un negociado, de acá a la Luna.

Los proyectos de este tipo fueron abortados por los representantes del sector privado que están en el consejo del fondo, que son minoría, que tienen voz, pero no voto, y que no cobran un peso por estar ahí, pero que supieron hacer el lío suficiente como para evitar la sangría.

Esas mismas personas trabajaron denodadamente en todos estos meses para que por fin se aprobaran casi 100 millones de dólares para la investigación científica (lo que no ocurría desde los tiempos de López) y un programa de primera infancia que beneficiará a cientos de miles de niños desde los 3 años.

Son personas como estas, como Miguel Brunotte, como Margarita Kelly y como Beltrán Macchi, personas cuyos negocios nada tienen que ver con estos proyectos de educación y cuyos hijos no serán los beneficiarios directos, pero que, sin embargo, les han dedicado meses de su tiempo porque sencillamente sienten que es su obligación, porque acá viven y porque esta es su gente.

Esa clase de gente es la razón de mi optimismo y de que espere entusiasta el 2014.

Fuente:  ULTIMA HORA (ONLINE)

Sección OPINIÓN

Domingo, 29 de Diciembre de 2013, 03:00

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