UN OPTIMISTA A PRUEBA DE BALAS

Por LUIS BAREIRO

lbareiro@uhora.com.py

Es curioso, pero pese a que llevo como dos décadas escribiendo y denostando contra la administración pública y sus prácticas corruptas y sus ineptitudes y sus negligencias (todas en connivencia o propiciadas por un sector privado tan o más execrable aún), sigo siendo un optimista con relación al Estado.

Y es que, al contrario de lo que opina la mayoría de mis colegas, creo que la administración de la cosa pública viene mejorando desde hace un buen tiempo, aunque todavía nos falte un montón para alcanzar los niveles aceptables del Uruguay o de Chile, cuanto menos.

No caigo en esas generalizaciones que tienen más de bronca y de fanatismo político que de información objetiva. Quien dice que los gobiernos de Duarte Frutos, de Lugo y de Franco fueron peores que los anteriores mienten. Los números lo demuestran.

Pese a toda su irritante verborragia, Nicanor inició un proceso de disciplina económica cuyos logros solo son perceptibles para quienes carecen de ellos. Es solo preguntar a cualquier argentino qué opina de la estabilidad de la moneda paraguaya, del nivel de precios de nuestra economía y de las libertades cambiarias.

Lugo, con toda su parsimonia obispal y su desordenada vida privada, consolidó esa disciplina y dejó las decisiones económicas en manos de su principal arquitecto, Dionisio Borda. No hubo en todos los gobiernos anteriores mayor inversión en obras públicas; y los 230 millones de dólares adicionales que se consiguieron de Itaipú hoy permiten destinar la mayor parte de ese dinero a proyectos de educación, salud y obras de infraestructura.

Y, por último, los pocos meses de Franco han supuesto la reactivación de obras públicas y una actitud económica mucho más agresiva como la exitosa colocación de bonos externos que permitirán al próximo gobierno arrancar con oxígeno financiero suficiente.

No fueron gobiernos idílicos, ni mucho menos, por supuesto. Las grandes reformas, las absolutamente necesarias siguen varadas. Astrea sigue siendo una meretriz impresentable y buena parte de los cargos públicos son apenas el botín no solo de los partidos sino de los movimientos internos que se lo reparten según su nivel de influencia.

La alternancia en el poder, sin embargo, fue más que saludable. Gane quien gane este año, los resultados obtenidos en los últimos dos lustros obligarán al gobierno electo a presentar nuevos éxitos. Siempre puede haber una regresión, por supuesto, pero quien incurra en ella sabrá que la consecuencia será su desalojo del poder en la siguiente elección.

El Paraguay de hoy sigue teniendo una montaña de problemas por resolver, pero es infinitamente superior al que vio aquel primer amanecer democrático del 89. La democracia es un camino tortuoso, largo, pero, definitivamente, es el mejor y el único que vale la pena transitar.

Y sí, soy un optimista irredimible.

Fuente:  ULTIMA HORA (ONLINE)

Sección OPINIÓN

Domingo, 17 de Febrero de 2013, 00:00

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