EL MOSQUITO, EL CURA Y LA PELOTA

Por LUIS BAREIRO

lbareiro@uhora.com.py

Se acaba otro periodo con el que los seres humanos medimos arbitrariamente el paso del tiempo, como parte de nuestra obsesión por contabilizar, enumerar y etiquetar las cosas.

Tengo la sospecha de que en el caso del tiempo, la fijación de periodos responde más bien a una urgencia sicológica; a la necesidad de establecer claramente el fin de un periodo y el inicio de otro solo para poder dar de baja las barbaridades que cometimos y nos cometieron y hacernos la firme promesa de que no las volveremos a cometer ni a tolerar que nos las cometan.

Como sea, esta celebración arbitraria y humana del fin de un año hace casi necesaria una evaluación de lo que nos dejaron estos 365 días, de forma a poder enfrentar agoreros o con entusiasmo los siguientes 365 días, dependiendo, obviamente, del resultado de la misma evaluación.

Con ese fin pregunté en las calles reales y en las virtuales qué fue lo peor que nos legó este agonizante 2012.

Un año en el que nuestro pretendido y ancestral infortunio hizo de las suyas con saña morbosa, año en el que tuvimos un rebrote de la aftosa, la interrupción traumática de un periodo presidencial, los efectos de la sequía del año anterior, la suspensión en el Mercosur, la recesión económica, ataques del Ejército del Pueblo Paraguayo (EPP) y la instalación definitiva del insufrible mosquito transmisor del dengue.

Ante semejante rosario de calamidades, la respuesta del ciudadano común, del que padece estoicamente todos estos males sin tener mayor participación en sus causas y mucho menos posibilidad alguna de resolverlas, fue irrefutable: lo peor del 2012 es que prácticamente estamos fuera del mundial.

Ni las vacas afiebradas ni Lugo ni el Aedes aegypti, el pesar colectivo tiene como motivación principal una pelota, o la imposibilidad casi definitiva de que once aguerridos compatriotas suden una casaca bicolor intentando estrellarla contra las redes del arco rival.

Menudo tema para sociólogos y siquiatras.

Podría ensayar una atrevida reflexión sobre este fenómeno desde mi humilde calidad de mero espectador del devenir nacional, pero no lo voy a hacer.

Prefiero dejarles el fardo a los políticos responsables de generar algún entusiasmo en la gente.

Por mi parte, mañana a la medianoche me sumaré irreflexivamente a la mayoría de mis compatriotas: levantaré mi copa y brindaré porque nuestras vidas cambien para siempre, porque se obre el milagro, porque aunque parezca hoy un imposible... clasifiquemos.

¡Y feliz 2013!

Fuente:  ULTIMA HORA (ONLINE)

Sección OPINIÓN

Domingo, 30 de Diciembre de 2012, 00:00

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