SIETE CAJAS Y UN MONTÓN DE RESENTIDOS
Por LUIS BAREIRO
lbareiro@uhora.com.py
Al momento de escribir este comentario no se sabía aún la suerte de la película paraguaya 7 Cajas en la premiación del Festival de San Sebastián, en España, pero no me extrañaría que se haya alzado con el premio al Mejor Filme en la categoría de Nuevos Directores, ni siquiera con el de la de Mejor Película de todo el Festival. Lo que leí hasta ahora de la crítica internacional no ha hecho sino confirmarme la impresión que tuve cuando asistí a verla. Se trata de una de esas películas que te reconcilian con el cine, una película para emocionarse, asustarse, reír a carcajadas y pararse a aplaudir con ganas cuando los créditos anuncian el final. Es una película universal, disfrutable en cualquier lugar del planeta, pero absolutamente nuestra. Somos nosotros en pantalla; con nuestro jopara, nuestros modismos y nuestras caricaturas urbanas. Es la chipa y la sopa paraguaya acondicionadas de tal forma que componen un menú internacional capaz de contentar al más exigente y universal de los comensales. Los críticos han dicho que la película es comparable a la oscarizada ¿Quieres ser millonario?, del inglés Danny Boyle, que es una versión latina de lo mejor de Tarantino, que es un logrado homenaje a varios de los clásicos del cine. Y todo eso con 500.000 dólares. Cualquier sociedad medianamente inteligente se rinde encantada ante un éxito tan arrollador. Cualquier sociedad sana encumbra a sus protagonistas y los convierte en inspiración para el resto de sus miembros. Pero esta no es cualquier sociedad. En medio de esta catarata de críticas elogiosas apareció un grupo acusando a los directores de haber orquestado el filme con la intención de reivindicar la pasada dictadura insertando un artero mensaje subliminal: una placa con el nombre del padre de la directora que –según los acusadores– fue un comisario stronista. No vi la placa y desconozco el oficio que ejerciera el progenitor de la directora. No me queda claro, pues, cómo habrán hecho para instalar en mi subconsciente la idea de que Alfredo fue un buen tipo que gobernó 35 años. No sé cómo lo habrán hecho con toda la pendejada que vio la película y que difícilmente sepa siquiera quién fue el general. Como sea, la curiosa acusación no hizo sino ratificar la plena vigencia de una vieja costumbre criolla: al que levanta cabeza hay que bajarle a cascotazos. Es una realidad con la que hay que vivir. Para cualquier éxito hay un lote vigoroso de resentidos preparados para tirar barro. Sin ir más lejos, al pie de este comentario podrá encontrar desde el lunes a varios de ellos.
Fuente: ULTIMA HORA (ONLINE)
Sección OPINIÓN
Domingo, 30 de Septiembre de 2012, 00:00
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