RATAS

Por LUIS BAREIRO

lbareiro@uhora.com.py

Un roedor consumista y snob desató el pánico esta semana, al posar orondo para la posteridad en la vitrina de los quesos en un supermercado. El vilipendiado animal fue retratado por un avispado parroquiano, que lo inmortalizó con su celular y subió luego la imagen a las redes sociales.

Hay que celebrar el escándalo. Es saludable (nunca la palabra fue más precisa) que reaccionemos espantados ante la prueba irrefutable de una grosera desprolijidad higiénica, por decir lo menos.

Quiero hacer notar, sin embargo, que a la hora de comprar muchos de los que condenaron el bochornoso incidente suelen con frecuencia hacer gala de ciertas costumbres que de alguna manera les hermana con el impresentable roedor, razón ignominiosa y justificada de tanto alboroto.

Lo sé porque soy un comprador dominguero que, lista en mano, me presento religiosamente cada inicio de semana en algún supermercado para cumplir con mi rol de proveedor.

Admito que tengo cierta obsesión con la limpieza y que, por lo tanto, pongo especial atención a la hora de comprar alimentos, por ejemplo.

Pero lo que suelo observar puede hacer reaccionar incluso al más indolente de los lectores.

Todos los supermercados tienen un espacio especial para el pan. Por lo general, hay como diez pinzas y cuatro o cinco carteles que piden por favor que no se toque la mercadería con las manos.

El analfabetismo debe ser más grave de lo que se reconoce oficialmente, porque cada domingo hay tres o cuatro desubicados que no solo manosean los panificados, los sopesan y los huelen; sino también los aprietan antes de decidir meterlos en la bolsa o soltarlos nuevamente entre el montón, de forma que le puedan tocar luego a cualquier otro, dependiendo apenas del azar.

He visto incluso a varios hurgarse la nariz, acomodarse la ropa interior y luego seleccionar galletas. Lo peor es que ante cualquier reclamo se revuelven ofendidos como si fuera un sacrilegio pedir un mínimo de respeto para los demás compradores potenciales.

Esto que se puede considerar una nimiedad es en realidad una muestra más de dos actitudes muy nuestras: El absoluto desprecio hacia los derechos del otro, y nuestra notable reticencia para aplicar reglas básicas de higiene.

Son actitudes que cortan trasversalmente a las clases sociales. He pescado a más de un gerente saliendo de un baño público pasando por alto un detalle tan básico como lavarse las manos, por ejemplo. Y los vi estrechar la diestra del primero que se les cruzó en el camino sin el menor pudor.

Alguien me dijo que son costumbres ancestrales que nos trajimos de la selva. Puede ser, pero lo cierto es que nosotros sí podemos cambiarlas. La rata es rata por instinto, nosotros no tenemos excusa.

Fuente:  ULTIMA HORA (ONLINE)

Sección OPINIÓN

Domingo, 16 de Septiembre de 2012, 00:00

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