LOS 46

  Por LUIS BAREIRO

lbareiro@uhora.com.py

El genial Jorge Luis Borges incluye en su Historia Universal de la Infamia la gesta provocada por el incivil maestro de ceremonias Kotsuké no Suké, aciago funcionario que motivó la degradación y la muerte del señor de la Torre de Ako y no se quiso eliminar como un caballero cuando la apropiada venganza le conminó a hacerlo.

Cuenta Borges que hacia el año 1702, el ilustre señor de la Torre de Ako debió recibir a un enviado imperial, que no era el emperador, pero sí su representante, lo que complicaba tremendamente el grado de pleitesía con el que debía ser tratado, sin exagerar ni desmerecer, lo que suponía un error con frecuencia fatal, en cualquiera de los casos.

Para instruirlo en la etiqueta imperial, le fue asignado un funcionario de la corte, un maestro de ceremonias que, siendo obligado a abandonar la comodidad cortesana, impartía sus clases dilatando hasta la insolencia el tono magistral de estas.

Una mañana, Kotsuké no Suké cruzó el límite de la tolerancia. Ordenó a su obligado discípulo que le anudara la cinta del zapato, lo que el noble realizó con humildad, pero con indignación interior. Cuando el infame de esta historia le insultó por la presunta mala calidad del nudo, el señor de la Torre de Ako sacó la espada y rubricó con ella la frente del insolente funcionario.

La corte le condenó al suicidio. Ante la mirada de sus 46 capitanes, el noble, siguiendo la tradición samurái, se atravesó el vientre con su espada.

Esta escena es en realidad el disparador de la mejor parte de la historia, la de la meditada venganza de los capitanes. Borges cuenta las peripecias de estos hombres de una fidelidad inquebrantable, que debieron aguardar a que el infame causante de la desgracia de su señor bajara la guardia (despidiendo a la mitad del abigarrado ejército que custodiaba su palanquín) para finalmente decidir un ataque.

Con pocas palabras, apenas las necesarias, Borges nos ubica en aquel conmovido palacio en el que la muerte levanta una generosa cosecha. Cubiertos de sangre, los capitanes sobrevivientes encuentran a Kotsuké, le recuerdan que es el causante de la desgracia de su señor y le ruegan que se suicide, como un samurái debe hacerlo. El intento fue inútil. Era hombre inaccesible al honor. Le degollaron en la madrugada.

Los capitanes recorren el país con la cabeza de su enemigo en una caldera y llegan hasta la tumba de su señor para ofrendarla. Luego, esperan con ardiente serenidad la condena imperial y se suicidan.

Es la historia más conocida del Japón imperial, la historia de los 46 capitanes, cuya empresa inmortal nunca hubiera ocurrido sin la colaboración inconsciente del infame Kotsuké.

Es una historia que cada cierto tiempo se repite, aunque con algunas alteraciones. Tengo la leve sospecha de que estamos por escribir una nueva versión.

Se inició la semana pasada con 46 infames. En vano pediremos que practiquen suicidio. Son hombres y mujeres inaccesibles al honor. En la madrugada de abril de 2013 tendremos que degollarlos.

Sin katanas, bastará con el voto.

Fuente:  ULTIMA HORA (ONLINE)

Sección OPINIÓN

Domingo, 27 de Mayo de 2012, 00:00

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