EL SECRETO DE LA CUCHARA

  Por LUIS BAREIRO

lbareiro@uhora.com.py

 Hace unas semanas, un grupo de vecinos de Ñemby capturaron a un hombre que intentó robar una de las casas del barrio. La propietaria regresó de pasar unos días fuera de la ciudad y se encontró con el sujeto que intentaba forzar uno de los ventanales de su cocina.

La mujer llamó desesperada a la comisaría más cercana y luego de varias horas de angustiosa espera, pidió auxilio a sus vecinos, quienes en masa y de inmediato entraron a la casa y maniataron al delincuente.

El hombre no tuvo tiempo de reaccionar. Fue desarmado y reducido rápidamente.

Tenía una pistola, un cuchillo y un frondoso prontuario policial; y se encontraba con prisión domiciliaria y a 60 kilómetros de su casa.

La policía llegó media hora después de la captura. Los vecinos entregaron al frustrado ladrón, atado de pies y manos, y convenientemente ablandado.

A la mañana siguiente, los orgullosos vecinos de Ñemby llamaron a la comisaría para saber cómo pasó la noche su preso y se enteraron de que el muchacho ya no estaba ahí. Nadie sabía decirles qué pasó con él.

La indignación vecinal llegó a la prensa.

Cuando en la mañana se le preguntó al subcomisario qué sucedió con el detenido, dijo, sin inmutarse, que en su comisaría nunca estuvo, que no había registros de la mentada captura y que jamás escuchó hablar del caso.

Ya en la tarde, y como si se tratara de mundos paralelos, el comisario cambió por completo la versión del subalterno.

Aclaró que el hombre sí fue detenido, pero que se escapó rompiendo el candado de su celda con una cuchara.

Con una cuchara. Una cuchara mágica.

La historia acababa de dar un giro espectacular. Del canal enviamos a una de las cronistas más incisivas de la televisión, Gaby León, para testar la teoría del cubierto liberador. Cuando la vieron llegar, decidieron cambiar nuevamente la hipótesis oficial.

Así, en la celda y ante cámaras, la policía desarrolló su nueva versión.

Explicaron que el hábil ladrón desclavó una pieza de madera de la puerta del baño, desarmó el montaje de un tubo fluorescente y con una de sus partes de metal y el trozo de madera, improvisó un sistema de palanca que le permitió romper el candado.

Esta vez le tocó al bueno de Víctor Pesoa intentar probar en televisión que el escape milagroso era posible. Y Pesoa no dejó dudas sobre cuál es y debe ser siempre su lugar en cuanto al crimen, de este lado de las rejas; del otro es un bochorno.

Por más que lo intentó, una y otra vez, no logró hacerle siquiera un rasguño al sólido candado.

La historia tuvo un epílogo inesperado en la mañana del viernes. El hombre fue capturado en las cercanías de Ciudad del Este.

Pesoa era el más interesado en encontrarle para preguntarle cómo hizo para quebrar el tozudo candado. Grande fue su decepción cuando el astuto ladrón confesó, con un dejo de orgullo, que en realidad no fue muy complicado: "Pagué 400 mil guaraníes y me dejaron ir"

Ese era el secreto de la cuchara.

Fuente:  ULTIMA HORA (ONLINE)

Sección OPINIÓN

Domingo, 13 de Mayo de 2012, 00:00

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