GARCÍA MÁRQUEZ, AQUILES BÁEZ Y UNA RONDA DE CERVEZA

 Por LUIS BAREIRO

lbareiro@uhora.com.py

Alguien dijo alguna vez que si Gabriel García Márquez nacía en Paraguay sería apenas un costumbrista, un mero cronista de la realidad, suficientemente inverosímil como para hacer innecesario cualquier aporte mágico del Nobel.

Dos acontecimientos sucedidos la semana pasada dan cuenta de ello.

El primero tuvo por protagonistas a un par de guardiacárceles a quienes se encomendó la tediosa tarea de trasladar a un preso de una cárcel del interior a la Agrupación Especializada de la Policía en Asunción. Fueron más de cien kilómetros para que al llegar a destino les dijeran que no había lugar, y que antes de hacer el viaje bien podían haber preguntado por teléfono.

Lo cierto es que debieron volver por donde vinieron, cansados y víctimas del frío inusual con que arrancó el otoño. A mitad de camino decidieron que más les valía darles algún calor a sus agotados cuerpos, así que hicieron alto en una arriesgada despensa a la vera de la ruta.

Y fueron como media docena de cervezas, inútil para mitigar el frío, pero suficiente para que a alguno se le ocurriera abrir las esposas del preso de forma que pudiera entrar al comercio por otra botella.

Cuando le volvieron a ver, el hombre estaba haciendo la parada a un colectivo con el dinero de la cerveza en el bolsillo. Les pareció que levantó una mano en señal de despedida en el momento en el que el destartalado bus giró en un recodo del camino y desapareció de su vista, concluyendo con éxito aparente el escape más pintoresco del que se tenga registro.

El convicto cayó en un control rutero unos kilómetros más arriba. Intentó escabullirse, pero no pudo burlar los efectos desequilibrantes del alcohol.

Esa misma tarde, el preso y sus guardiacárceles volvieron a la prisión de la que habían salido, solo que esta vez, los tres lo hicieron en calidad de detenidos.

El siguiente hecho notable se desarrolló en el virtual mundo de las redes sociales. Siguiendo una investigación que se publicó en el diario comenté que, de acuerdo con documentos oficiales, el Indert ha estado regalando el Chaco paraguayo al valor de un plato de comida por hectárea, unos 30 mil guaraníes por cada pedazo de ese suelo rescatado con sangre.

Minutos después del comentario aparecieron como veinte personas en la red que hicieron pública su indignación.

El concepto de patria no está muerto, pensé.

Pretendí seguir aguijoneando nuestros adormecidos músculos nacionalistas con el tema, cuando un hincha de fútbol se coló repentinamente en la discusión asegurando que yo me había burlado de Aquiles Báez y su pintata cerrista esa misma tarde en el Noticiero.

Pensé que era broma, pero fui el único, porque casi inmediatamente cerca de medio millar de hinchas no solo hicieron pública su indignación sino también su predisposición de lavar la honra mancillada del club a como diera lugar.

La reacción no se hizo esperar. cientos de olimpistas se sumaron al debate aclarando que mis palabras habían sido tergiversadas y dispuestos a defender con lo que fuere necesario a otro olimpista, víctima de la perfidia cerrista.

La polémica siguió creciendo y terminó siendo tapa del Popular del día siguiente.

Por supuesto, nadie volvió a mencionar la venta del Chaco.

Y el tonto de García Márquez se deshizo los sesos para inventar a Macondo.

Fuente:  ULTIMA HORA (ONLINE)

Sección OPINIÓN

Domingo, 01 de Abril de 2012, 00:00

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