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LUIS BAREIRO
  EMPANADA DE GUISO - Por LUIS BAREIRO - Domingo, 17 de Abril de 2011


EMPANADA DE GUISO - Por LUIS BAREIRO - Domingo, 17 de Abril de 2011

EMPANADA DE GUISO


  Por LUIS BAREIRO


lbareiro@uhora.com.py


Entre las muchas desventuras que nos tocó padecer como familia, pocas fueron tan perturbadoras como cierto periodo de verano durante el cual una de mis hermanas tomó las riendas de la cocina.

Lo hizo por descarte, porque era la única con suficiente tiempo libre como para perpetrar los almuerzos y las cenas. Debo reconocer, en su descargo, que intentó honestamente incursionar con alguna suerte en la rutinaria, pero exigente, gastronomía casera.

También debo decir que fracasó miserablemente.

Como sea, era tal su buena voluntad, que nunca hubo quien se atreviera a presentar abiertamente una queja, aunque las cantidades ingentes de pan con las que acompañábamos cada bocado debería haber despertado sus sospechas.

Una tarde nos convocó a la cocina y anunció que nos concedería el derecho de elegir democráticamente un plato que ella se comprometía a preparar, una vez a la semana.

Para su sorpresa, la propuesta despertó un inusitado entusiasmo entre sus obligados comensales. Para garantizar la mayor trasparencia en la selección del menú, nos proveyó de papel y lápiz para que apuntáramos nuestra preferencia en una hoja, que una vez doblada debíamos meter en un tarro vacío de café que hizo las veces de urna.

Minutos después se procedió al escrutinio, bajo una rigurosa fiscalización paterna. Uno a uno, mi hermana fue leyendo el contenido de las papeletas. El resultado fue unánime: el plato elegido para ser degustado religiosamente, una vez a la semana, fue guiso de arroz.

Mi hermana no lograba explicarse el resultado.

"Pero, si preparo guiso de arroz prácticamente todos los días", se quejó. "Por eso, le respondí, queremos guiso de arroz una vez a la semana, y no más que eso".

Fue un golpe bajo, lo admito.

La pobre se vio obligada a recurrir a un desportillado libro de cocina que nos legó la abuela. Lamentablemente, el respaldo literario no sirvió de mucho. Tras un par de fallidos intentos, mi hermana se arrojó de nuevo a su vieja inercia culinaria.

Y el guiso regresó, solapadamente, subrepticiamente, pero volvió; y se repitió hasta el hartazgo, y bajo los más absurdos camuflajes.

Así, el guiso del mediodía se convertía a la noche en arroz a la napolitana, arropado apenas con un par de fetas de queso y unas cuantas rodajas de tomate, suficientes, según su autora, para alcanzar una mutación gastronómica.

El guiso del lunes a la noche reaparecía el martes mezclado con huevo y un poco de leche, y rebautizado pomposamente como suflé. Los restos mortales del guiso del jueves se convertían para la noche del viernes en unas groseras tortillitas de arroz.

La clonación del piscolabis había alcanzando ya niveles escandalosos cuando decidimos acabar con ella. Nos llamamos a una huelga de hambre, literalmente. Fue duro, pero la situación requería de medidas extremas. Así, el crepúsculo de un miércoles encontró a mi hermana suspirando junto a una cacerola intocada de abundante guisado de arroz.

La pobre acusó recibo. Pidió disculpas y nos recibió el jueves con una verdadera sorpresa. Acomodadas en disciplinada fila, en dos generosas bandejas, unas doradas y regordetas empanadas esperaban ansiosas a que les claváramos el diente.

Hubo aplausos, vítores y hurras. Felicitamos la madurez con la que asumió la crítica, brindamos a su salud con jugo de pomelo y nos sentamos a disfrutar de aquella singularidad culinaria.

Apenas le dimos el primer mordisco, la magia se esfumó, y vimos aterrados la mirada triunfal de mi vengativa hermana mientras la boca se nos llenaba con aquel sabor inconfundible a guiso de arroz.

Lo recordé en estos días en los que el presidente se nos ofertó como un cambio radical en el menú político, sorprendió a todos con una degustación de platos que pensábamos que eran la especialidad exclusiva de sus antecesores.

Vamos descubriendo que tras la dorada cáscara obispal y cierto engañoso condimento progresista, el relleno es el mismo.

Hay quien todavía cree que esta cocina puede mejorar. Ojalá. Yo, por las dudas, voy reservando mi Alka-Seltzer.


Fuente:  ULTIMA HORA (ONLINE)

Sección OPINIÓN

Domingo, 17 de Abril de 2011, 01:00



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