LA ÚLTIMA BANDERA DE LUGO
Por LUIS BAREIRO
lbareiro@uhora.com.py
Un ex presidente le confesó hace unos años a un colega y amigo que estando aún en el cargo echó mano de los recursos financieros de una empresa pública para solventar la campaña de su partido. "Todos los hacen -le dijo- desde Lula en Brasil hasta Obama en EEUU; yo prefiero ser cínico y asumirlo, cuanto menos en privado, antes que un hipócrita, como la mayoría, fungiendo de virgencita en este lupanar que es la política".
Mi amigo estuvo pensando varios días en publicar el desliz, pero, finalmente desechó la idea, seguro de que apenas lo hiciera, el hombre saldría a desmentirle, sin el menor empacho.
Sin pruebas, solo le quedó el consuelo de haber confirmado, apenas para su satisfacción íntima, que tantas denuncias periodísticas -en las que la Justicia curiosamente nunca supo descubrir elementos suficientemente probatorios- estaban en lo cierto.
Como sea, aquel arranque de sinceridad, me impulsó a explorar esa corriente en charlas ocasionales con otros políticos.
Les induje a conversar extraoficialmente sobre el tema y me llevé ingratas sorpresas. Terminé por escuchar el mismo discurso -siempre en privado- en boca de personas que, en teoría, eran la contra-cara del ex mandatario, y siempre como un justificativo para el latrocinio público. "No es robar -me corrigió uno ellos- es garantizar la continuidad de las políticas sociales que este país necesita". Ante mi mirada de espanto siguió: "Es absolutamente necesario mantener las riendas del poder; hay que ganar elecciones, y para ganar elecciones se necesita dinero, mucho dinero; esa es la secuencia correcta del razonamiento de quien ejerce responsablemente el poder; no es un robo en sí, es recaudar para financiar, a la postre, el bien común".
No le pegué porque el hombre estaba ligeramente borracho, porque era el marido de una amiga y porque en realidad era apenas un pinche repitiendo lo que obviamente escuchó de sus jefes.
Creo, sin embargo, que esa es la lógica que termina por instalarse en el razonamiento de quienes administran el poder.
Es un justificativo necesario para acallar sus conciencias, si es que la tienen.
De acuerdo con ella, no son delincuentes comunes cuando meten la mano en la lata social; son apenas una mutación, una suerte de Robin Hood, una banda que roba por necesidad para financiar su continuidad en el poder, para, desde allí, seguir beneficiando con su buena gestión a los mismos a los que están robando.
Por supuesto, los pretendidos benefactores que roban a la colectividad con el supuesto objetivo de garantizar el bienestar de sus víctimas se quedan con una parte del botín.
También encuentran justificativos para ello. La culpa, alegan, es del sistema, que no permite que personas sin un importante colchón financiero puedan permanecer en la política.
De acuerdo con esto, ellos necesitan resolver sus problemas económicos con dinero público para poder luego concentrarse exclusivamente en la resolución de los problemas públicos.
No estoy descubriendo la pólvora, por supuesto.
Esa necesidad de justificar el robo endulzándolo con alguna presunta causa altruista ha sido utilizada por el hombre desde siempre; y seguirá siendo utilizada, sobre todo en sociedades que, como la nuestra, no consiguen depurar su clase política.
Creo que el Gobierno de Fernando Lugo está entrando groseramente en esta fase de descomposición.
La intención de destituir al actual director de Aduanas, Javier Contreras, y sustituirlo por un allegado a Miguel Ángel López Perito y Pompeyo Lugo responde exclusivamente a un proyecto de recaudación con miras al 2013.
Aduanas es el mejor lugar para aplicar la lógica del robo altruista. El ex fiscal Contreras se ha mantenido aséptico a cualquier grupo político y ha conseguido la mayor recaudación de la historia. O sea, le sirve al país, pero no a los planes de continuidad del Gobierno. Su único respaldo, el ministro Borda, se niega a refrendar la destitución.
Hay una guerra entre el equipo técnico y los políticos que creen que llegó el momento de "recaudar".
De la definición de este caso sabremos si Lugo perdió su última bandera: la presunción de honestidad.
Fuente: ULTIMA HORA (ONLINE)
Sección OPINIÓN
Domingo, 10 de Abril de 2011, 01:00
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