TAN LEJOS DE JAPÓN

  Por LUIS BAREIRO

Cuando ocurrió la tragedia del Ycuá Bolaños me pasó algo muy extraño. Unos meses antes habíamos estado publicando las andanzas de un par de pillos de las oficinas de recaudación que había incurrido en casi todas las formas posibles de fraude.

Tras la publicación les despidieron.

En la fatídica mañana del incendio volví a ver a uno de ellos, pero en un rol absolutamente inesperado.

Las cámaras de televisión lo captaron en plena actividad de rescate, en medio del caos y el humo. El hombre estaba a unas cuadras del supermercado y, cuando escuchó del incendio, enfiló directo hacia allí. Así, fue uno de los primeros en llegar.

Por colegas que cubrieron el siniestro supe que estuvo allí hasta bien entrada la noche. Solo se marchó cuando ya nada había que hacer.

Nunca más le volví a ver.

Su historia, sin embargo, fue motivo obligado de debate en ronda de amigos y colegas.

Yo preguntaba cómo era posible que un hombre capaz de robarle al contribuyente sin el menor remordimiento arriesgara luego tan generosamente su vida para salvar la vida de otros.

Había allí una doble moral que me resultaba imposible de entender. Alguien me respondió que la anécdota demostraba una vez más que la verdadera esencia de un pueblo solo aflora en los momentos de crisis.

La mayoría coincidió con la sentencia. La conclusión general fue que esa actitud ante la tragedia es lo que hace grande a los países.

Aunque poética, la conclusión no terminaba por convencerme. Entonces no sabía bien por qué.

Rememoré aquella historia y aquel debate en estos días en los que la televisión nos acercó las dramáticas escenas vividas en Japón tras el devastador maremoto.

Ninguna imagen me causó, sin embargo, tanta impresión como la de cientos de japoneses abandonando en ordenada fila los trenes de Tokio, horas después de la tragedia, cuando ya todos sabían de la magnitud del cataclismo.

Esas personas debían estar aterradas, pero, de alguna forma, el pánico no logró convertirles en turba.

En los días siguientes hubo más información sorprendente. En ese país sacudido desde sus cimientos y arrojado a la incertidumbre nuclear no hubo un solo desmán.

A ningún comerciante se le ocurrió especular con los precios. Hay tecnología de punta abandonada en los centros comerciales y, sin embargo, no hubo saqueos ni soldados haciendo guardia en las calles.

Era inevitable que alguien terminara haciendo comparaciones odiosas, recordando, por ejemplo, las dolorosas escenas vividas en la costa oeste de los EEUU cuando el huracán Katrina asoló los estados de Luisiana y Mississippi.

Allí sí hubo marines patrullando los barrios. Y multitudes abalanzándose sobre los camiones con provistas. Y saqueos.

Dos reacciones absolutamente diferentes ante la tragedia. Me pregunté entonces si eso hace de Japón un gran país y de los EEUU uno menor.

Tuve la suerte de conocer ambas naciones y creo que no es así. Creo que, por el contrario, reacciones tan disímiles prueban que aquella premisa original de mis amigos estaba errada.

Creo que lo que realmente hace grande a un país es la actitud de su pueblo ante el día a día y no ante lo excepcional.

Me explico. Japoneses y norteamericanos tienen algo en común en situaciones ordinarias. El respeto irrestricto por el otro. Es la base de la convivencia civilizada. Una fila en Nueva York se respeta tanto como en Tokio.

La diferencia estriba quizás en que los japoneses son capaces de mantener esa cordura colectiva incluso en condiciones excepcionales.

Y aquí quiero regresar a nosotros y al bribón con el que comencé esta historia.

Como él, los paraguayos somos capaces de actitudes de heroísmo y generosidad extraordinarias en situaciones extraordinarias, pero, lamentablemente, en el día a día también podemos robarle al contribuyente, quemar basura en el patio y mandar al diablo la fila, y todo eso sin el menor remordimiento.

Y esto es así porque para nosotros el derecho del otro sencillamente no existe.

Es lo que nos diferencia de los japoneses y nos impide hacer como ellos una gran nación.

Fuente:  ULTIMA HORA (ONLINE)

Sección OPINIÓN

Domingo, 20 de Marzo de 2011, 01:00

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