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LUIS BAREIRO
  O POR QUÉ CARMELO NO PUEDE SER MINISTRO - Por LUIS BAREIRO - Domingo, 23 de Enero de 2011


O POR QUÉ CARMELO NO PUEDE SER MINISTRO - Por LUIS BAREIRO - Domingo, 23 de Enero de 2011

O POR QUÉ CARMELO NO PUEDE SER MINISTRO


  Por LUIS BAREIRO


Carmelo González Doldán es uno de los mejores clínicos que ha tenido el país en su historia. Se graduó con honores en los Estados Unidos. En sus tiempos de residente, llegó a dirigir el equipo de urgencias de uno de los hospitales públicos de mayor prestigio en Norteamérica.

La sala de recepción de su clínica en Asunción parece el estudio de la revista Hola.

Por allí pasan los desabridos miembros de la aristocracia paraguaya, la vieja y apolillada cúpula empresarial, el aventajado club de ejecutivos, toda la diplomacia extranjera residente en el país y el cada vez más exiguo y menos auténtico círculo de intelectuales.

Pese a ser hijo de uno de los fundadores del febrerismo, Carmelo nunca incursionó en política.

Está tan metido en su profesión que ni siquiera supo a quién tenía enfrente cuando en un paso fugaz por estas tierras visitó su clínica un empalagoso, pero más que conocido, artista mexicano.

Como parte de su ritual médico, Carmelo le preguntó a qué se dedicaba. El charro le dijo que era cantante. Y qué tipo de música canta, le consultó interesado. Baladas, respondió el muchacho. Mire qué bien, añadió Carmelo, a mí también me gusta cantar baladas, si tiene tiempo le invito uno de estos días a mi casa y probamos suerte con el equipo de karaoke.

El paciente se rió con ganas y le dijo que si estaba por acá le buscaría para hacerlo.

Afuera había un centenar de enfermeras histéricas esperándolo. Solo entonces se enteró Carmelo de que el petiso a quien asistió era Cristian Castro, y de que él acababa de protagonizar lo que hoy se conoce como un blooper.

Carmelo ha sido también el médico de casi todos los presidentes paraguayos posgolpe.

En cierta ocasión, cuando auscultaba a Nicanor, el todavía presidente le ofreció el Ministerio de Salud.

Carmelo lo pensó unos segundos, luego le preguntó cuánto ganaba un ministro. Tras la respuesta, estalló en una carcajada, luego agradeció el ofrecimiento y se excusó de aceptar. Lo siento, señor presidente, pero estoy pagando el crédito de mi clínica y tengo dos hijos en la universidad; y con eso ni siquiera cubro la cuenta de la luz.

Y punto.

El país se privó de quien pudo ser un brillante ministro.

Recordé la anécdota tras la polémica desatada por la bonificación que recibió la ministra de Salud, Esperanza Martínez: unos 31 millones de guaraníes, poco más de dos millones de guaraníes por mes trabajado.

Hubo parlamentarios que se rasgaron las vestiduras ante lo que calificaron de bochornoso derroche.

Contrastaron el dato con la carencia endémica de médicos, remedios e insumos en los hospitales públicos.

Dijeron que un país pobre no se puede pegar esos lujos.

Disiento.

Es exactamente al revés.

Paraguay es un país tan pobre que no se puede privar de esos lujos.

Martínez se especializó en Salud Pública en la Universidad Católica de Lovaina, en Bélgica; y en Política de Recursos Humanos en Salud en la Escuela Nacional de Salud Pública del Brasil.

Antes era gerente general de uno de los seguros privados más caros del país, y ganaba cuatro veces su actual sueldo público.

Carmelo es un lujo que no pudimos tener. Martínez es un lujo que no podemos perder.

En un país que funciona, tener el mejor ministro posible es opcional, en uno que intenta funcionar es inexorable.

Es un lujo imprescindible. Y los lujos se pagan.

El problema no es con la bonificación de la ministra. El problema es con el Estado que no ha sabido crear una reglamentación clara y objetiva que permita evaluar los resultados de sus funcionarios y pagarles por lo que vale su trabajo.

Fue la ministra la que calificó su trabajo y aprobó su bonificación porque la ley establece que sea ella quien lo haga. Debería hacerlo la Secretaría de la Función Pública.

Es un problema de la ley, la misma ley que hicieron los parlamentarios que se escandalizaron con su aplicación.

Los mismos parlamentarios que asignaron 112 millones de dólares para pagar los sueldos de sus operadores políticos en la Justicia Electoral, y que hoy se escandalizan por los 31 millones de guaraníes que cobró la ministra.



Fuente:  ULTIMA HORA (ONLINE)

Sección OPINIÓN

Domingo, 23 de Enero de 2011, 01:00



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