CAMARADA DEL TECLADO

 Va Con Onda

Por LUIS BAREIRO

Déjeme decirle, camarada, que usted y yo formamos parte de una revolución más efectiva y duradera que las que pretendieron Lenin, Mao o los estudiantes franceses del 68.

Usted y yo, camarada, somos miembros de una célula infinitamente más agresiva que los entusiastas seguidores del Che y con una capacidad de metástasis que pondría verde de envidia al mismísimo Bin Laden.

Usted y yo, camarada, somos parte de una revolución silenciosa de insospechadas consecuencias, una revolución imparable y quizás la más revolucionaria de todas.

Pero no se mande la parte. No es la primera vez que pasa. La historia revela que las mayores revoluciones del hombre fueron silenciosas y sus protagonistas ni siquiera fueron conscientes de que sucedían.

Jamás, en los 10 mil años que llevamos en el planeta, hubo un cambio social tan radical y en tan breve lapso como el que se registró entre los años 50 y 70.

En esos 20 años, la población mundial pasó de ser mayoritariamente rural a ser mayoritariamente urbana. En los países de mayor desarrollo, como el Japón, el cambio fue tan vertiginoso que, de tener al 70 por ciento de su gente en el campo para fines de la Segunda Guerra Mundial, cerró la década del ochenta con menos del 10 por ciento de sus más de cien millones de habitantes trabajando la tierra.

La ciencia disparó la capacidad de producir a límites inimaginables. Maravillas a las que solo podían acceder las minorías opulentas pasaron a ser comunes en cualquier familia, como una heladera, un televisor o una plancha.

La irrupción de los electrodomésticos en la vida de la mujer fue el primer paso hacia la toma de conciencia de su discriminación. Tuvo tiempo libre para pensar. Esto no ocurría desde la caza del mamut.

En ese periodo ocurrió otro fenómeno. La demanda por educación universitaria explotó. De pronto, las facultades reservadas a unos pocos privilegiados debían dar cuenta de millones de jóvenes que descubrieron la importancia de una educación superior.

Hoy estamos ante una revolución acaso mayor. De acuerdo con un primer estudio que se realizó en Paraguay, siete de cada diez jóvenes paraguayos que viven en las ciudades pasan hasta tres horas navegando en internet. Todos tienen Facebook y reciben información del Twitter. Ellos saben antes que yo, que soy periodista, cualquier suceso ocurrido en el país.

Y no solo son ellos. Hace una semana, una mujer me escribió al Facebook quejándose contra una compañía telefónica que le negó una línea sin límite por su edad: tiene 82 años; ¡82 años, y utilizó el Facebook para presentar su queja en la red!

La cantidad de información y contactos posibles que hay en el ciberespacio son infinitos. ¿Adónde nos llevará todo esto? No tengo la menor idea, pero, ajuste su netbook, camarada, porque esta revolución apenas está comenzando.

Fuente:  ULTIMA HORA (ONLINE)

Sección OPINIÓN

Domingo, 18 de Septiembre de 2011, 01:00

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