Una y otra vez, con sus alas desplegadas, la mariposa vuela en el territorio de la poesía popular. Baste recordar dos botones espléndidos de su presencia en los versos de nuestros poetas: PANAMBI VERA, con letra de MANUEL ORTIZ GUERRERO y música de JOSÉ ASUNCIÓN FLORES y PANAMBI HOVY, de Lorenzo JUSTINIANO DELVALLE.
Otra, sin que se agote el listado obviamente, es la polca que tradicionalmente se la conoce como MARIPOSA PARAMI, en español y guaraní, o directamente españolizado por la intervención popular: MARIPOSA PARA MÍ. En realidad, su verdadero título -según un original de puño y letra de su autor- es MARIPOSAMI.
El maestro rural, poeta y músico ANDRÉS R. (RAMÓN) PEREIRA, maestro rural, poeta y músico, nacido el 4 de febrero de 1903 en la compañía Cerro Guy de Yaguarón y fallecido el 7 de enero de 1986, es el autor de la poesía a la que FÉLIX PÉREZ CARDOZO le puso música.
Desde 1920 se dedicó a la docencia. Fue profesor y director de escuelas en Pirayú, Itá y Yaguarón. Se lo conocía como servidor social, idealista y con alto espíritu de justicia, según los datos recogidos por el profesor RICARDO AQUINO BOLAÑOS -de Yaguarón-, gracias a quien es posible escribir este documentado relato. Tan grande era su afán de enseñar que aun después de jubilado siguió dando clases en su casa del barrio San Miguel, de Yaguarón, en un mango guy, a alumnos con problemas en el aprendizaje.
Sus ratos libres eran ocupados por la escritura y la guitarra. De su pluma nacieron también obras como MI MADRESELVA, KAYSA POTY, INDEPENDENCIA NACIONAL y TORTOLAMI. Sus vivencias, su entorno y sus afectos eran la fuente de su inspiración.
"Arranca de las Musas épicas canciones para la patria como dulces versos de amor para las mujeres. No estudió las reglas de la métrica literaria: su vocación poética ha sido modelada bajo el efluvio perfumado de las urdimbres serranas, el fluir cadencioso del arroyo y los melódicos gorgeos de las aves lugareñas", dice la revista Ysoindy al referirse al poeta yaguaronino (1).
En 1929, siendo director de la Escuela Inferior N° 459 de Potrero Avendaño -donde ejerció el cargo entre 1927 y 1931-, Pirayú, residiendo en la compañía Tava'i, ANDRÉS R. PEREIRA estuvo muy enfermo. Lo acostaron debajo de una planta de naranjo, a orillas de un bosquecillo para que dialogara con la naturaleza buscando alivio a su dolor.
De pronto, en la tarde, según el mismo relata en un texto que lleva su firma y está fechado el 15 de febrero de 1929 en Tava'i, vio que pasaba a su lado una mariposa de multiplicados colores. Voló hasta que no la pudo ver más, perdiéndose en la fronda. Un rato después, mientras el poeta seguía impresionado por aquella fugaz visión, el insecto volvió a recorrer el mismo itinerario, alejándose definitivamente.
Esa escena fue suficiente para que el maestro-poeta quedara prendado de aquella mágica mariposa. Le inventó una vida, le expresó su amor como si fuera una mujer -pe nde lája ipõrãgui che korasõ nde rayhu- compitiendo con el viento. Le pide luego que abandone el monte y salga a disfrutar de la libertad del espacio abierto. En realidad era para que él gozara de su presencia. Por eso dice: esêna ka'aruete torohecha, mi querida.
El poeta, sin embargo, se encuentra con la evidencia de que su amada habita el tupido reino de los árboles, acaso sin retornar a la claridad. Y se despide habitado por la congoja de la ausencia.
Más allá de la narración de ANDRÉS R. PEREIRA, su poesía es también una metáfora de esos amores que nacen y desaparecen como un relámpago dejando una ancha herida en el corazón.