Ud. habrá escuchado hablar de los hermanos Arroyo, del trío de los Hermanos Arroyo, para ser más precisos. ¿Viven aún? ¿Alguien sobrevive?. Sí. Uno de ellos está radicado en Villa Elisa: se trata de GERARDO ARROYO RAMÍREZ nacido el 8 de diciembre de 1924 en la compañía Yvy Pohýi, a orillas del Lago Ypoá.
«Allí vinimos al mundo Esteban, el mayor de mis hermanos; yo y Ramón que con el tiempo formaríamos un trío. Como nuestra madre era de YEGROS nos mudamos a Isla Saká. Por una de esas casualidades de la vida, tuvimos nuestra casa cerca de las de SANTIAGO CORTESI y los hermanos LARRAMENDIA», cuenta Gerardo -cuyas coordenadas me había dado la colega MARLENE SOSA LUGO-, en la humilde casa que habita en la más completa soledad. Su esposa y sus dos hijos -pequeños aún-, empujados por la necesidad, emigraron a España en busca de un porvenir menos dramático que el que imaginan les espera en nuestro país.
Cuando Gerardo, sus hermanos y sus padres vivían en Villa Oliva -Departamento de Ñeembucú-, antes de mudarse a la comarcayegreña, ocurrió un episodio que dejaría un rastro indeleble en la vida de los que después entregarían su vida a la música. «Un día escuchamos la víctrola. Allí cantaba SAMUEL AGUAYO CHE PYKASUMI. Che mandu'a kuehe ramo guáicha (recuerdo como si fuera ayer). Tanto me gustó a mí que después, mirando a papá porque ha'e niko ombopu gua'u va'ekue mbaraka (era un guitarrista aficionado) y con las indicaciones de un vecino de apellido Grance, fui aprendiendo a tocar la guitarra», rememora.
Luego llegó el tiempo de Isla Saká y el cuartel, en Asunción. «Al salir, con Esteban, formamos un dúo y nos fuimos al sur: Encarnación, Posadas, Montevideo. Cantábamos en los lugares por donde pasábamos. Allí se incorporó a nosotros ANÍBAL SAMPAIO, que luego llegaría a ser un gran músico y compositor. En ese entonces no era nadie. Era guitarrista y vino al Paraguay alguna vez solo para aprender el arpa con CRISTINO BÁEZ MONGES y volver, para enseñar. Después del Uruguay pasamos a la Argentina, siempre actuando», sigue relatando.
En 1947 Ramón -el menor de los Arroyo músicos-, cayó preso en Buenos Aires. Hubo una revuelta y a él lo encontraron en una cañonera por lo que creyeron que estaba metido en el entuerto. No era así. Comprobada su inocencia, el gobierno argentino, como reparación, le pagó su sueldo caído y le otorgó cédula argentina. «Al salir de ese problema, él vino junto a nosotros, lo incorporamos para formar el trío. Nos quedamos algún tiempo. Volvimos a Paraguay en 1949 y en 1965, 66, más o menos nos fuimos a Venezuela. Desde ahí íbamos a Centroamérica o veníamos a algunos países sudamericanos. Ramón se casó y se quedó allá. Murió en Venezuela. Esteban -también ya fallecido-, había regresado antes y yo, con el tiempo, también volví al Paraguay en 1988. Desde entonces, vivo en nuestro país. Trabajaba como mecánico dental -profesión que aprendí en Buenos Aires-, pero al tener disminuida la visión por cataratas lo abandoné», cuenta.
Como compositor, su obra más conocida es Ensueòo de claro lunar. «Vivíamos en Yegros. Habíamos vuelto de Buenos Aires. Esto haba^ ocurrido entre 1955 y 1960, no puedo precisar la fecha. Cerca de nuestra casa estaba la de los DIETRICH, familia alemana muy buena. Teresa, la hija de la pareja, era muy hermosa. Che tavyete hese ha katu ndaikatúi che añe’ẽ chupe de amor porque ndafallaséi hendive. Che upe ramo naiméi apyta haguãicha porque ahase en pos del arte. Ha'e ndoikuaái che ahayhuha ichupe (Me volví loco por ella, mas no le podía hablar de amor porque no le quería fallar. No estaba como para asumir un compromiso porque mi afán era la música. Ella no sabía que yo le amaba)», menciona.
Así como en los mares los navegantes pedían a los dioses vientos favorables para su travesía, Gerardo solicitó al dador de melodías una música para la que amaba en silencio. «Ha'e che la naturaleza-pe, no sé a quién, que aipotaha peteĩ melodía ojoguáva pe kuñataĩme (Le dije a la naturaleza, a quien quiera que fuese, que quería una melodía parecida a aquella mujer). A los tres días escuché la música ... porque chéngo ndajapói la música, che ahendúnte la música ha opyta che akãme lo mismo que peteĩ grabadora. Che nañesentíri autor de ninguna de mis músicas (porque yo no soy el autor de la música, sólo escucho la música y se me graba en la mente. No me siento autor de ninguna de mis músicas)», dice.
«Cuando ya tuve la melodía, vine junto a CIRILO R. ZAYAS para que le pusiera la letra. Le expliqué el motivo de mi inspiración. El comprendió al instante y escribió los versos. RICARDO ZAYAS, el hermano de Cirilo, fue el primero en cantar nuestra obra grabada luego por LUIS ALBERTO DEL PARANÁ, LOS TRES SUDAMERICANOS, MARTÍN LEGUIZAMÓN y otros tantos», concluye GERARDO ARROYO.