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JOSÉ MARÍA AMARILLA
  TIERRA. PODER Y PREBENDAS 1870-1970: GÉNESIS DEL EMPRESARIADO TRADICIONAL DEL PARAGUAY (JOSÉ MARÍA AMARILLA)


TIERRA. PODER Y PREBENDAS 1870-1970: GÉNESIS DEL EMPRESARIADO TRADICIONAL DEL PARAGUAY (JOSÉ MARÍA AMARILLA)

TIERRA. PODER Y PREBENDAS 1870-1970:

GÉNESIS DEL EMPRESARIADO TRADICIONALn DEL PARAGUAY
 
JOSÉ MARÍA AMARILLA



"El fin político es ocupar un puesto en la administración pública y la única preocupación es conservarse en él; aumentar el sueldo y disminuir el trabajo. Todo se subordina al interés propio; el interés personal es el supremo criterio del bien y del mal... Todos desconfían unos de otros; se maldicen, se calumnian, traicionan y espían... se consideran como obstáculos e instrumentos. No se soportan sino cuando uno es instrumento del otro. Son enemigos o cómplices... Los partidos políticos en vez de ser útiles a la patria, utilizan a la patria; en vez de servir a sanos intereses en el gobierno, hacen que el gobierno les sirva a ellos. Los gobernantes los compran, los oposicionistas se venden. Así se cree asegurar la tranquilidad de todos: con prostituir los partidos políticos".

ELIGIO AYALA, 1922
 

 

Las desgracias del Paraguay vienen de lejos. Un rápido examen a la historia económica paraguaya, permite ver que, con algunas variantes, el que pudiéramos denominar Empresariado Tradicional del país ha tenido un origen con tres denominadores comunes: el acceso (generalmente ilegítimo) a grandes extensiones de tierra, el manejo de grandes cuotas de prebendas y el control del poder estatal.

Si -como puede leerse seguido en los medios de comunicación de propiedad de grandes empresarios-existen los "autodenominados sin tierras", por antonomasia también existieron y existen los "autodenominados empresarios".

Casi sin excepción, la burguesía y la oligarquía terrateniente paraguayas se originan y dependen absolutamente de su cuota en el manejo de los estamentos de poder. Para acabar con las tierras fiscales tras la debacle de 1870, para endeudar al país con créditos que se evaporaron a mitad de camino, para medrar a la sombra de las grandes empresas transnacionales, o para contratarse a rienda suelta en Itaipú, los adinerados paraguayos tuvieron como mérito principal el estar al mando del aparato estatal, umbilicalmente unidos a éste.

Por eso, un resumen de la historia paraguaya entre la guerra de la Triple Alianza acabada en 1870 y la construcción de la Hidroeléctrica Itaipú en la década de 1970 resulta imprescindible para la comprensión global de que la piratería en el poder no es una serie de casos aislados, sino un proceso solidificado en el tiempo.

A partir de su independencia en 1811, con el régimen de José Gaspar Rodríguez de Francia -un indefinido modelo de tendencias despóticas- el país inició un proceso que sería muy diferente al de los grandes vecinos.

Mientras Argentina y Brasil aceleradamente deformaban sus economías para acomodarse a un mercado mundial que exigía exportadores de materia prima para las industrias inglesas, francesas y alemanas, de la mano de Rodríguez de Francia primero, y de los López después, Paraguay anduvo descarriado del rumbo de los países del "Nuevo Mundo", intentando un desarrollo independiente, en parte facilitado por el hecho de haber estado políticamente lejos de la Metrópoli durante la Colonia.

Gracias a no conocer de grandes yacimientos de oro, plata y otros atractivos para las metrópolis, cincuenta años de experiencia independiente permiten la incorporación del primer ferrocarril de la región, fundiciones y astilleros, el autoabastecimiento de toda la necesidad alimentaria de la población y el establecimiento de una flota mercante estatal que desde 1855 estaría mayormente fabricada en casa.

Para agravar el "pecado", toda la obra era financiada localmente, mientras la tecnología era incorporada contratando técnicos extranjeros pero no permitiendo la inversión de terceros países en el territorio. Las crónicas de la época dan cuenta de que la flota constaba de once buques de vapor y cincuenta veleros.

La sociedad paraguaya aislada del mundo -para algunos una sociedad feudal, para otros un estado protosocialista por su tendencia a una clase social única- era en cualquiera de los casos un pésimo ejemplo para los vecinos sudamericanos, e incluso para las colonias en otros continentes.

La Triple Alianza (1864-70) fue la respuesta de un indignado imperio británico a la intolerable "barbarie", cuyo mayor pecado era no comprar bombachas o sillas de montar hechas en Manchester. El capitalismo inglés, escudado en soldados argentinos, uruguayos y brasileños y dirigido desde 12.000 kilómetros al norte, entró al Paraguay a sangre y fuego, destruyendo todo lo que había. Ochenta por ciento de la población masculina murió en las escaramuzas, y la población de más de un millón de habitantes se redujo a una quinta parte.

De paso, la guerra sirvió como consolidación del desembarco económico británico en los "vencedores". Según autores brasileños, los préstamos ingleses al Brasil pasan de 3,8 a 6,3 millones de libras esterlinas en los cinco años de confrontación en concepto de "apoyo bélico", y el pago de este financiamiento tomó no menos de 50 años./P>

Siete meses antes de la exterminación física del ejército de fantasmas que hacía frente a los aliados, el que sería el gobierno provisorio "de la transición hacia la democracia" integrado por los legionarios captados por argentinos y brasileños, se hizo cargo del poder en agosto de 1866. Antes, pronunció las palabras mágicas al jurar lealtad a la libre competencia, la reconstrucción económica del país, del fomento de la inversión extranjera, y de la desregulación total de los mercados.

"Que la que fuera tierra clásica de la tiranía (Francia-López), del monopolio y la restricción, lo sea de la expansión... que la esfera de acción del individuo sea tan ensanchada como restringida la del poder que el pueblo delegue", dice el manifiesto del primer gobierno provisorio.

Cualquier coincidencia con la actualidad, no es mera casualidad.

 

EL PROGRESO

 

El gobierno post - lopista, liberal por donde se lo mire (todavía no liberal de partido, sino liberal de ideología) estaba resuelto a llevar definitivamente al país a la modernidad y al siglo venidero. Tras el primer gobierno provisorio, el nuevo presidente, Cirilo Antonio Rivarola, antes convenientemente bendecido por las tropas de ocupación, decidió que era tiempo de dar paso a la iniciativa privada, y procedió de inmediato a la iniciación del progreso: antes del final de 1870, el ferrocarril era puesto a la venta.

Relevo de Rivarola -sorpresivamente renunciante antes de completar su primera obra de progreso- el segundo mandatario, Salvador Jovellanos, inicia la segunda ronda de las obras de modernización del país: Paraguay gestiona su primera deuda externa ante el Reino Unido de Gran Bretaña.

En febrero de 1872, el Estado paraguayo suscribe un compromiso por un millón de libras esterlinas para obras de modernización e inversiones. Descontadas las comisiones de intermediación y negociación, del préstamo llegan poco más de 403.000 libras.

Un mes más tarde, un segundo préstamo es solicitado. Esta vez, dos millones de libras más, porque la primera partida no alcanzó para gran cosa. Nuevamente descontadas las comisiones, 125.000 libras llegan al país, pero en medio de otras sorpresas gubernamentales y crisis de gabinete, y el dinero va a parar nadie sabe a dónde.

Los empréstitos pesaron en los presupuestos paraguayos hasta 1960, y según el investigador Aníbal Miranda, para 1927 se había pagado ya ocho veces lo efectivamente llegado de los préstamos, y tres veces su valor nominal. Jovellanos, entonces, añade un nuevo eslabón a la modernización: inicia en 1873 una masiva venta de tierras fiscales, para facilitar la explotación de las riquezas, según los dictados de la iniciativa privada.

Por entonces debutarían en política los clásicos paraguayos: en febrero de 1874, aliado al general Bernardino Caballero, hombre fuerte del momento, asume la presidencia paraguaya Juan Bautista Gill, dando un golpe de Estado, e inaugurando la tradición más extendida por casi dos siglos.

Desde noviembre de 1875, Gill y Caballero deciden que la venta de tierras debía seguir a un ritmo aún mayor que con Jovellanos, y asumen una novedosa modalidad: vender toda propiedad pública hasta sumar seis millones de pesos fuertes, y no limitar el remate en las extensiones sino en el monto a cobrar. Naturalmente, cuanto más barata fuese la tierra, más cabría en precio, mayor sería el progreso y la civilización.

Debido a la rapacidad económica, las ambiciones propias y ajenas, o simplemente destituidos por mandato de las potencias vecinas, el puesto presidencial paraguayo cambia de manos unas seis veces en los catorce años siguientes a la conflagración, en coincidencia con las rencillas por las mayores tajadas y comisiones en el reparto del botín

En setiembre de 1880, muere el presidente Cándido Bareiro, y de golpe (de Estado, se entiende), el general Bernardino Caballero toma las riendas y encara lo que los historiadores acólitos calificarían posteriormente como la "Primera Reconstrucción": el 53,5 por ciento del territorio paraguayo es vendido entre 1883 y 1890, los últimos tres años bajo el mando del general Patricio Escobar, compañero de armas de Caballero, y principal beneficiario local con concesiones territoriales baratas durante el mandato del "Centauro".

Para fomentar la libre competencia, se establece que el pago por las fincas menos extensas, de hasta 1.800 hectáreas, ocupadas por el sector campesino más necesitado de tierra, deben ser pagadas al contado. Los propietarios, cuando no extranjeros, son casi exclusivamente funcionarios de gobierno, o de la oposición política, nacida de cuestiones de negocios, pero de la misma capa social.

La inversión extranjera estaba finalmente en el país. La empresa Carlos Casado detentaba nada menos que 5,6 millones de hectáreas, incluyendo una decena de pueblos y una veintena de aldeas indígenas asentados en el territorio desde tiempos de la colonia española. Las firmas radicadas, naturalmente, tienen toda la libertad de enviar toda ganancia a sus matrices, y a dejar apenas las migajas del lado interno de las fronteras.

Diez años después de haberlo vendido, el gobierno prepara otro brillante negocio: la recompra del ferrocarril... a un precio cuatro veces superior al cobrado cuando fue vendido, sin mejora alguna y con el lógico desgaste de la maquinaria.

La privatización de la tierra (con sus pobladores incluidos), no fue mejor: a fines de 1897, el liberal Alón estimaba 280.000 campesinos sin tierras, obligados a pagar tributo en dinero o producción a los "propietarios" nacidos de la Primera Reconstrucción.

 

INFIERNOS

 

Con la venida de las empresas extranjeras, la prosperidad llegó... para los funcionarios de gobierno y para los nunca mal ubicados opositores: en las listas fundacionales de La Industrial Paraguaya, una de las mayores yerbateras de que se tenga memoria en el mundo, figuraban personajes como Bernardino Caballero, Agustín Cañete, Adolfo Saguier, Guillermo De Los Ríos y toda la flor y nata de la prosperidad empresaria.

El negocio era fácil: La Industrial Paraguaya había sido adjudicataria de 2,6 millones de hectáreas en territorio paraguayo, con más del 30 por ciento de su propiedad constituida por yerbales. Desde 1871, los peones tenían prohibido por decreto presidencial alejarse de los yerbales sin permiso del patrón. Las propiedades de los peones quedaban en medio de las grandes concesiones ganaderas y era obligatorio alambrarlos. Para acondicionar sus viviendas se endeudaban con La Industrial, la que les cobraba además por los vestidos y el alimento, con intereses. Un número incalculable de campesinos quedaron pegados a los yerbales, en aras del progreso y la acumulación de riquezas. La civilización había llegado.

De La Industrial Paraguaya saldrían los presidentes y ministros por décadas.

Carlos Casado Limitada, Quebrachales Puerto Galileo, Quebrachales Puerto Sastre, Quebrachales Fusionados, The American Quebracho Company, NewYork and Paraguay Company y otras joyas del librecomercio, se encargaban de expoliar el suelo con sus explotaciones de tanino y ganaderas en el Chaco. Les llevó un siglo y muchas vidas matar el quebracho, pero lo consiguieron.

Al final de la fiebre de los remates de tierras, se instalaron en el país las grandes ganaderas como la Liebig´s, que compraba campos y haciendas con pueblos enteros dentro, asegurando mano de obra barata para los trabajos de ganadería. La explotación ganadera era, para los empresarios paraguayos, de un carácter netamente extensivo, sin l a más mínima intención de industrialización ni de mejoramiento del ganado.

Al contrario, sin ocuparse de agradecer el regalo de los precios, la Liebig´s contaba a diez años de estar en el país con 323.000 hectáreas de pastoreo de una calidad impensable en Europa, una subsidiaria con 228.000 hectáreas, la South American Cattle Farms y otras como la Compañía Rosarina de Campos y Bosques. El progreso había llegado: en 1927, los 52 mayores propietarios de tierras poseían 9,5 millones de hectáreas, y los 600 mayores (en gran número pertenecientes a los mismos clanes y familias), 25 millones de hectáreas. Las proporciones siguen, en menor escala, en nuestros días.

Los paraguayos con autoridad fundaron también por entones un negocio tradicional: el cuatrerismo masivo, y el periódico enjuiciamiento de un par de campesinos acusados de abigeato de pequeña escala. Ya por entonces, la ambición delictiva de poca monta era severamente castigada.

Con las firmas extranjeras vinieron sus bancos y financistas, encargados de conseguir todo tipo de privilegios financieros en el país, y convertidos en entes descontrolados pero garantizados y respaldados por el gobierno. Los bancos eran la cabeza de las operaciones en la capital, y el punto de contacto directo con el poder.

El presidente del Banco Mercantil del comienzo del siglo XX, sin ir más lejos, era Juan B. Gaona, presidente de La Industrial Paraguaya, la yerbatera esclavista, y presidente del Paraguay desde 1904.

Más del 90 por ciento de la carne procesada pasaba por las faenadoras de la Liebig´s y la International Products Corporation (IPC), que además era la mayor planta taninera del Chaco. El presidente de IPC era otro connotado ciudadano: Eusebio Ayala, dos veces presidente, candidatado por las facciones liberales.

En todos los casos, y en bien de las empresas extranjeras "que trajeron la prosperidad al Paraguay", las firmas afincadas en sus enclaves estaban prácticamente exentas de impuestos, operaban con sus puertos privados y estaban en total libertad de enviar el total de sus ganancias a sus casas matrices. Una vez más, cualquier semejanza con la actualidad, es perfectamente explicable.

Los negocios conexos, por supuesto, jamás pasaron desapercibidos: los fletes fluviales correspondían en un 90 por ciento a empresas argentinas, uruguayas y brasileñas asociadas con políticos y militares paraguayos, y cobraban las tarifas más altas del mundo. Transportar aguas abajo entre Asunción y Buenos Aires, costaba tanto como el transporte hasta Londres, ida y vuelta, según algunas crónicas de la época.

Hacia fin del siglo pasado, como se ve, los antecesores directos del modelo de empresario exitoso estaba asentado. La receta de acumulación de capital, hace más de un siglo, fue básicamente la misma que hoy se emplea: privatización y endeudamiento. En todos los casos, al igual que hoy, el elemento fundamental del "éxito" era estar en el poder, o muy, muy cerca de él.

Esta dependencia directa de terceros actores, aunque favoreció el fortalecimiento de una burguesía rapaz y una oligarquía insaciable, era también el sino de su debilidad. Así, las transnacionales que parieron a los burgueses locales, se los devoró a los hijos malcriados o rebeldes todas las veces que quiso o le resultó conveniente.

En 1904 el sector de Bernardino Caballero en el poder, descubrió que resultaba más conveniente incrementar los salarios locales a fin de colocar sus productos (carne, madera, muebles). Esto, sin embargo, sería inconveniente para las empresas inglesas, por lo cual éstas no dudaron en acabar políticamente con sus peones rebeldes y en dar la ocasión de mandar y devorar al Partido Liberal que, después de todo, llevaba más de una década esperando ser el comensal principal.

El objetivo no era más que asegurar un abaratamiento mayor de la extracción de recursos naturales a las firmas inglesas, pero todo el entuerto fue presentado como una "revolución", cuyas consecuencias finales fueron la reducción del salario real y mayores liberaciones para las empresas extranjeras. Con posterioridad, las sucesivas crisis de producción en Europa y la guerra comercial entre ingleses y norteamericanos financiarían otros alzamientos, golpes y "revoluciones" en 1911/12, 1922/23, etc.

Una medida grandemente significativa de los liberales en el poder es la creación del Banco de la República, una especie de banco central pero de capital mixto y con gerencia de los accionistas privados. El Banco de la República podía emitir billetes y obligaciones, ser agente financiero y administrador del tesoro del Estado, depositario de los fondos oficiales, creador de cajas de ahorros y administrador de hipotecas y depositario de toda recaudación impositiva o aduanera. De los pasivos se hacía cargo el Estado, y de la mayor parte de las ganancias, el sector privado, mientras la empresa estaba libre de todo impuesto o tasa vigente o por crearse.

Otra de las maravillas de la época, abortada gracias a una movilización general fue el proyecto de concesión del puerto de Asunción por 99 años a una empresa norteamericana, y sus correspondientes directores paraguayos. Pese a este pequeño traspié, la doctrina liberal hacía lo suyo y la economía era competitiva y floreciente: la ganancia no era gravada, los empresarios disfrutaban con la exclusividad correspondiente de las rentas y el poder, y la mano de obra era casi gratuita y abundaba en los infiernos verdes de los yerbales, y en los infiernos rojos de los mataderos...

 

LA DELICIA DE ESPECULAR

 

Vale notar a estas alturas la mención casi nula sobre la existencia de una burguesía industrial local. Esto es debido a que todo proyecto industrial había quedado trunco con la guerra, y las clases acaudaladas posteriores hallaba mucho más cómodo dedicar fondos y esfuerzos (esto último es un decir) a la especulación, la usura y la importación de bienes de uso y de cambio cuyo precio podía ser fácilmente controlable.

Salvo las pequeñas industrias artesanales, carpinteras, alfareras y la azucarera a gran escala, no fueron desarrollados rubros dignos de mención, dado que representaban riesgos que la burguesía local era incapaz de enfrentar. La industria, más bien, jugó el rol de actividad alternativa de los especuladores para los tiempos de crisis.

Los mismos industriales que en tiempos de magro intercambio internacional hacían las veces de extractores y procesadores de madera, en tiempos de salud comercial se dedicaban al acopio, la intermediación, y la exportación de productos agrícolas, rubros complementados con la importación de productos terminados desde las metrópolis, y la importación de granos que no eran habitualmente producidos en la campiña. Tanto en uno como en otro caso, la especulación era solventada por el agricultor y por el peón de campo, o por los escasos obreros.

Este proceder persiste hoy día en Paraguay: salvo excepciones, la Unión Industrial Paraguaya está formada por una serie de pequeños procesadores parciales de la materia prima local, y en su mayoría la sobrevivencia de las empresas depende casi exclusivamente del crédito blando estatal. Durante años, en la década de 1990 el presidente de la UIP era Arturo Jara Avelli, quien tenía por todo capital una fábrica de trapos de piso con una veintena de operarios. Otro de los dirigentes industriales, José Manuel Abreu, había perdido su fábrica muchos años antes de dejar de ser directivo del gremio. Ambos, sin embargo, eran respetadas voces para el gobierno, y Jara era consejero del Banco Nacional de Fomento del que salen os créditos blandos para la agricultura y la industria.

Otro de los principales sectores especulativos es el de la banca y os servicios, cuyo negocio tampoco es descubrimiento reciente. En la primera década del siglo existían varios bancos extranjeros: el Banco de la República ya mencionado antes, el Banco Francés que formó el consorcio privado con el gobierno, el Banco de España y Paraguay, el Banco Germánico y otros.

Las fuentes de rentabilidad de los bancos provenían de tres esferas fundamentales: la especulación con las tasas de interés (18% anual en los créditos bancarios directos), la especulación inmobiliaria y la especulación con el oro.

Las similitudes con estas alturas del siglo son obvias: los bancos colocan sus créditos a tasas nominales que duplican las tasas de aquellos períodos, los bancos invierten en inmuebles, tierras, ganadería y comercio relacionados con sus accionistas casi exclusivamente, y el oro se ha trastocado por el mercado de divisas donde el dólar es manejado por los bancos y sus casas de cambio a costas del erario público (el Banco Central debe intervenir constantemente los mercados para mantener el precio del dólar, a costos inestimables para las finanzas del país).

Las altas tasas rompen todos los esquemas para llegar al pequeño productor a intereses que en casos superan el 100 por ciento anual, los propios mecanismos de acopio y distribución del crédito usurario están estrechamente ligados a los bancos, y la consecuencia directa es l pauperización total del mercado interno.

Desde el gobierno, directores y accionistas de bancos y financieras que fungen de mandatarios o ministros, se encargan de mantener valores artificiales para el guaraní, encareciendo toda la producción local y cariando de modo irreversible a todo intento de industrialización. Los bancos y sus empresas importadoras se ven favorecidos por la cotización del oro. El gobierno, incluso, retira papel moneda circulante para decaer las cotizaciones, alterando las reglas básicas de mercado. Cambiando la palabra oro por dólar, esto es válido, ochenta años después.

 

TRAIDORES PERO VIVOS

 

Es fácil percibir en el relato la incidencia de las Fuerzas Armadas desde la etapa posterior a la guerra de la Triple Alianza. El país militarmente destruido, sometido por las armas, se convierte en un país sojuzgado por sus soldados vencidos y sus traidores armados. El centro del poder en las décadas posteriores a 1870 era el ministerio del Interior. La fuerza de las armas eran el mando y el voto en las primeras décadas del 1900.

La convulsión política era constante y a todas luces poco rentable. Los constantes cambios de gobierno terminaban siempre por mover las estructuras económicas y eso era altamente inconveniente. Faltaba el equilibrio permanente.

En Europa, las corrientes nacionalistas ponían en vereda a todo lo indeseable: los sindicatos, los comunistas y socialistas, los desposeídos, los marginados, y sobre todo, los disconformes eran adecuadamente "ablandados" o eliminados dado el caso.

En otros países de América Latina, las mismas corrientes eran implantadas con éxito y alentadas por las grandes potencias occidentales.

Ya a fines de la década del 30, el Mariscal José Félix Estigarribia, con el apoyo de una importante facción del Partido Liberal, había experimentado las mieles del poder y la imposición de la autoritaria Constitución de 1940.

En el mismo año, fallece en un accidente de aviación y asume la presidencia de la República el Gral. Higinio Morínigo, que se rodea de una élite con pensamientos corporativos (el denominado "tiempismo") que le otorga a las FF.AA. un rol desconocido hasta entonces. El proyecto autoritario se fortalece en la misma medida en que las fuerzas nazi-fascistas triunfan en la Segunda Guerra Mundial (1939-45). A su término, ante el previsible fracaso del nazifascismo, la dictadura de Morínigo tambalea, pero el modelo de Estado es abandonado apenas unos meses.

Así, en junio de 1946 sobreviene una apertura política que apenas dura hasta enero de 1947, cuando estalla la peor guerra civil que recuerda la historia independiente del Paraguay. Los privilegiados lanzaron unos contra otros sus respectivos peones por el monopolio del reparto de prebendas. Morínigo, con el respaldo del Partido Colorado (o Asociación Nacional Republicana, ANR) y el apoyo del gobierno peronista argentino, triunfa definitivamente en agosto.

 

LA TRILOGÍA

 

Esta cruenta guerra civil (enero-agosto 1947) termina por dar los últimos retoques a un modelo de gobierno totalitario (basado en la unidad de las FF.AA., el Partido Colorado y el Gobierno), vigente hasta hoy.

Poco después de la guerra civil, Morínigo es desplazado del poder (1948) y, desde ese momento, comienza el gobierno ininterrumpido del coloradismo. Los intentos de los grupos civilistas de la ANR por la hegemonía del poder pronto pierden fuerza. Primero en forma indirecta, a través de presidentes civiles fuertemente respaldados por caudillos militares y luego directamente, con Stroessner, las FF.AA. son el factor preponderante de poder.

Éstas, desde el fin de la guerra civil, fueron inmediatamente "coloradizadas". Todo aquel que deseaba continuar como militar en actividad debía afiliarse al partido gobernante. Los que quisieran estudiar y hacer carrera dentro de las FF.AA. debían ser colorados y, además, contar con el respaldo de un dirigente colorado, que garantizara su fidelidad al Partido. Una facción voraz de la oligarquía acababa de desplazar a la otra, igualmente voraz.

 

CÍRCULO CERRADO

 

La influencia militar, traducida en el empleo de la fuerza para controlar el aparto de negociados oficiales, que no había cesado de crecer desde 1940, llega a su máxima importancia con Stroessner. Las constantes peleas e inestabilidades, habían resultado sumamente inconvenientes a los negocios de gran escala. El "rubio" fue al fin de cuentas, el factor de estabilidad de las élites.

Demostrando quién era el que realmente mandaba, Stroessner encabeza un golpe de estado el 4 de mayo de 1954, exigiendo se le entregue el poder. El ala civilista del Partido Colorado era, para ese entonces, minoría absoluta.

El modelo del nuevo dictador es, en lo político, muy simple. Se basa en la construcción de un partido cuasi-único y la admisión de un partido opositor cuyo único papel político se remite a responder que sí a todo proyecto o a abstenerse de "votar" cuando la participación resultase insuficiente.

Así, para integrar las fuerzas armadas y la policía, o para acceder a cargos públicos, el postulante debía de afiliarse al Partido Colorado, al igual que en la Italia fascista. El partido actuaba no sólo como órgano oficial paralelo en la adjudicación de cargos y favores públicos (en una suerte de Ministerio de Empleo y Bienestar Social), sino como brazo largo de la delación y la represión directa, en centros de estudio y de trabajo; en el barrio y en la actividad política, social y religiosa.

En lo económico, mandaban Stroessner, el hombre fuerte de la oligarquía, los dirigentes más obsecuentes del Partido Colorado y los altos funcionarios del Gobierno. Este reducido grupo -por sobre todo el dictador y su círculo áulico- manejó el país a gusto durante casi 35 años y acabó y en sus momentos de esplendor incorporó nuevos miembros a los círculos de poder, o remplazó a los decrépitos, siempre bajo el esquema de instrumentación del poder político como elemento de negocio.

La ley vigente, "para los amigos, todo; para los indiferentes, la ley; y para los opositores, palos". En realidad, para los últimos, muchas veces era bastante más que meros palos. Miles fueron muertos, torturados, encarcelados y exiliados por interminables décadas.

Dice Javier Cosp en su tesis económica: "(En 1927) Un fuerte porcentaje de los gastos públicos estaban destinados a la defensa. En los primeros años del siglo, los gastos militares no pueden ser llamados de defensa, en la medida en que eran producto de luchas internas entre las distintas clases y sectores".

Pues durante la era de Stroessner, mucho más del 20 por ciento del presupuesto oficial es destinado a la defensa, que no puede ser calificada de tal, porque las fuerzas armadas son simplemente el violento "sedante" para los disconformes. Hoy día, cuatro años antes del fin de siglo, las fuerzas armadas siguen absorbiendo gran parte del presupuesto estatal, pese a que no serían capaces de resistir en combate a ninguna de las fuerzas de los países limítrofes. Ni existe amenaza alguna de acción bélica por parte de estos.

Las armas, hoy igual que ayer, garantizan la perpetuidad de un empresariado timorato e incapaz, conspicuamente fraudulento y crecientemente necesitado de créditos baratos de remates de bienes públicos, de dilapidación de créditos, de usura, de salarios paupérrimos, de especulación y monopolios. Las armas son la caparazón o, dado el caso, el desahogo del mísero mercado paraguayo.

 

ÚLTIMO MODELO

 

Con todos los grandes latifundios, fundos y empresas en manos extranjeras, y habida cuenta de la escasa participación de los empresarios locales en aquellos negocios, no quedaba un negocio rápido que diera grandes ganancias en poco tiempo. La principal actividad, hasta 1940, era la permanente extracción de las riquezas naturales (principalmente la madera, el quebracho, la yerba) y una sobreexplotación de la mano de obra. Este negocio, sin embargo, estaba condicionado a las cotizaciones internacionales y regionales de la madera, lo cual impedía que se forjaran grandes fortunas aceleradamente.

El contrabando, que existía desde tiempo inmemorial en el Paraguay, adquiriría otro ritmo. De igual forma, las obras públicas, de muy escasa importancia hasta la década del 50, darían fuertes dividendos en favor de las empresas contratistas y forjarían un nuevo empresariado, ya asumido en su papel: comerciantes del fraude.

 

AL ESTE, EL EDÉN

 

Stroessner -apenas tomó las riendas del poder- adoptó medidas que habrían de cambiar radicalmente la estructura productiva del país. Es probable que, aún con otro gobierno, el avance tecnológico y la expansión del capitalismo en el Brasil y la Argentina hubieran conseguido efectos similares, pero fueron fundamentales los grandes cambios que fueron impulsados por la dictadura stronista.

El Paraguay, en efecto, había dependido secularmente de la Argentina. Todo el comercio exterior debía canalizarse por Buenos Aires. El comercio con el Brasil era casi nulo, pues no existían vías de comunicación. No era de extrañar, por ello, que era la Argentina --más que el Brasil-- el país que imponía o quitaba gobiernos en el Paraguay.

Así ocurrió en 1904, cuando el Partido Liberal subió al poder gracias al apoyo porteño. Igualmente, en 1947, el Partido Colorado se impuso sobre las fuerzas liberales del desplazado Partido Liberal, a los socialdemócratas febreristas y a comunistas gracias al apoyo que le brindara el Gral. Perón.

La dependencia comercial y política de la Argentina era una traba real a un proceso de desarrollo del Paraguay. De ahí que "la marcha hacia el Este", que implementó Stroessner, ocasionó revolucionarios cambios que hicieron crecer la economía, por un lado, y fortalecieron la corrupción por el otro.

El Brasil, con una acabada concepción geopolítica de futuro, pagó enteramente la construcción del denominado "Puente de la Amistad", entre la recientemente fundada Ciudad Presidente Stroessner (hoy Ciudad del Este) y Foz de Yguazú. Posteriormente apoyó la construcción de la ruta 2 y 7, hasta la frontera brasileña, y los estudios de factibilidad para la usina de Acaray, en los años 50 y comienzos de la década del 60.

 

CRECIENDO

 

Antes de Stroessner, el negocio del contrabando se circunscribía a la clásica imagen de las "paseras" con bultos traídos a hombro. Con el nuevo hombre fuerte, los funcionarios aduaneros y militares requisaban hasta las últimas bolsas de harina de las paseras, mientras cerrados camiones de remolque pasaban sin más contraseña que algún apellido.

El empresariado fraudulento tomaba las "iniciativas" de mayor escala. En comparación con lo que vendría posteriormente, sin embargo, la actividad podría hasta considerarse inocente. Se trataba de un tráfico de bolsas de papa y cebolla; bolsas de harina y cajas de leche en polvo.

A la vera del río, con protección armada, toneladas de productos argentinos abordaban a camiones o camionetas. Pronto, se descubre el gran negocio que significaban el tráfico de whisky, cigarrillos y similares. En estos casos, de Miami o Panamá, por medio de avionetas, se traían grandes cantidades artículos suntuarios, cuya importación estaba fuertemente gravada en el Brasil y la Argentina, reexportándolos también en forma ilegal hacia sus principales centros de consumo. En la década del 60, nuevo burgueses y alicaídas familias "tradicionales" hacían ya gala de sus grandes fortunas forjadas gracias al contrabando.

 

DROGAS Y ARMAS

 

Al momento de fundar Puerto Presidente Stroessner, en 1959, el dictador tuvo que obligar al empresariado fraudulento a comprar los primeros terrenos de la inhóspita ciudad. Muchos lo hicieron a disgusto. En menos de 15 años, el valor de los terrenos multiplicado por mil, fruto del crecimiento del tráfico de todo tipo de mercaderías en la frontera brasileña y de la construcción del negocio del siglo: Itaipú.

El contrabando que tuviera su auge inicialmente en la frontera argentina, se desplazó rápidamente hacia la frontera brasileña, incluyendo Pedro Juan Caballero, frontera seca con el Brasil, donde se inició el tráfico más "pesado". Al comienzo eran rollos de madera, luego sería la marihuana, los automóviles robados, además de mercaderías de todo tipo.

Las selvas del Norte y el Este de la región oriental se redujeron a una décima parte en veinte años para permitir recónditas pistas clandestinas que inicialmente se utilizaran para el contrabando de bebidas alcohólicas, cigarrillos americanos, perfumes, seda, electrónica y otros productos de lujo. Pronto serían espacio para el tránsito de mercancía más rentable: heroína, primero, y luego cocaína.

De acuerdo con la nada progresista revista norteamericana "Selecciones del Readers Digest", altos mandos militares, entre ellos el hombre fuerte de la caballería y posteriormente Presidente de la República, el Gral. Andrés Rodríguez Pedotti, protegían y las pistas clandestinas y abrían nuevos sitios del negocio de estupefacientes a comienzos de 1970. Según el gobierno de los EE.UU., este tráfico no ha cesado de crecer desde entonces.

Pero no todo el tráfico pasaba necesariamente por Paraguay. Con la apertura hacia el Este, el Brasil concedió varios puertos francos al Paraguay sobre el Océano Atlántico, entre ellos el de Paranaguá, en el sureño estado brasileño e Paraná. Uno de los negocios más rentables del empresariado fraudulento fue el tráfico de armas, las que, como máximo, apenas llegaba a Paranaguá.

Desde allí, se reexportaban a países con embargo. Sudáfrica, que poseía excelentes vínculos con Stroessner, fue uno de los principales destinos de decenas de miles de armas automáticas cortas, decenas de aviones y tanques brasileños y alemanes, que jamás llegaron a Paraguay.

 

ASUNTO DE ESTADO

 

La administración del Estado, incluyendo sus empresas y entes, es hasta hoy el método preferido para el enriquecimiento ilícito acelerado. Stroessner consideraba que cuando ponía a un "hombre de confianza" en algún puesto público, era para darle "una oportunidad".

Los múltiples y fuertes robos perpetrados desde el gobierno con total impunidad en los primeros años del stronismo (1954-73), serían juego de niños, si se los compara con la posibilidad de aceleradísimo enriquecimiento que aparecido en el horizonte, con la firma del Tratado de Itaipú en 1973.

Para ese entonces, el empresariado fraudulento había crecido suficientemente y estaba en condiciones de continuar escalando posiciones. Stroessner, por otra parte, había forjado un clima de confianza con militares y empresarios brasileños, quienes le brindaban la oportunidad de dar un salto cuantitativo y cualitativo en sus negocios.

Con toda razón, los más prestigiosos analistas económicos del Paraguay toman a la fecha de la firma del Tratado de Itaipú e inicio de su construcción como el hito que marca el antes y el después en la vida y las riquezas de los traficantes de poder.

El denominado "boom" de Itaipú, marca la época del crecimiento desenfrenado, el negocio del siglo de un empresariado fraudulento definitivamente establecido como poder sempiterno, gobierne quien gobierne.

Fuente: http://www.novapolis.pyglobal.com 

(Registro: Agosto 2011)





Bibliotecas Virtuales donde se incluyó el Documento:
NOVAPOLIS,
NOVAPOLIS, REVISTA PARAGUAYA DE ESTUDIOS POL



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